10. Pareja ficticia.

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Sasha me avisa de que el niño con obesidad que fue intervenido, ha superado la operación. Al fin no tiene sentimientos. Y qué extraño me resulta últimamente todo. Aquí la gente, al igual que yo, lleva un ritmo de vida agitado y comprometido con su trabajo. ¡Nada hay más importante que eso! Sin embargo comparo con la familia que ahora se acoge en mi casa y es tan distinto, sus prioridades son otras.

Cuando llego a casa, tras ver ocho cerebros y corazones infantiles, Sophie duerme en el sofá con su hijo abrazado a ella. Me meto en la ducha, y para cuando salgo, sólo Travis se encuentra allí, aún en un profundo sueño.

—¿Gabriel?

—Dime, Sophie.

—Gracias por lo que haces por nosotros, pero no quiero molestar más. Así que... buscaré un piso, ¿vale?

—No puedes irte de aquí —le digo serio—. Si te descubren; si descubren que estáis vivos, acabarán con nosotros. Con todos nosotros.

—No podemos quedarnos aquí eternamente. Tú tienes tu vida, querrás... traer mujeres a casa y conocerlas y...—

—Calla —la interrumpo—. No quiero eso, me da igual. Quiero conservar mi trabajo, es mi deber. Así que Travis y tú os quedáis aquí.

—Tu deber también es formar una familia.

—Eso ya lo haré —bufo—. Así que asume que estaréis aquí conmigo un tiempo.

—Gabriel... —me dice otra vez.

—Qué.

—No está bien que sigamos aquí. Te lo digo de corazón.

—No entiendo de corazones si no son para operarlos, así que déjate de absurdeces. No podéis iros. Y no lo malinterpretes, no es como un secuestro, intento concienciarme de que de lo contrario, todo se acabó. He mentido... —le digo mirándola—, ... a todo el hospital. Me la he jugado, por lo tanto, hazme el favor de quedarte. Hazlo... Por Travis.

Se le inundan los ojos de lágrimas y sorbe su nariz.

—Es duro no poder salir. Yo siempre he sido una mujer muy activa, ¿sabes? Trabajaba, hacía deporte, me dedicaba a la casa y a mi hijo. Y ahora... llevo días aquí encerrada. El agobio me supera y no poder acompañar a mi niño al parque siquiera...

—Si es por eso, tranquila. Buscaremos la manera de salir. Podéis... disfrazaros. O no sé, pero haré algo al respecto.

—Está bien. Gracias —se va hacia la que ahora es su habitación.

Travis se despierta, me saluda sonriente y va tras su madre. Mi casa no es excesivamente grande, vale, pero hay espacio de sobra para vivir tres personas. Además, hasta hace una semana más o menos yo estaba solo.

Enseguida sale Sophie a ayudarme con la cena y pasamos unos minutos entre risas por lo torpe que he sido siempre con las tortillas. Nunca se me han dado muy bien.

—Quita, es así —dice a carcajadas arrebatándome la sartén. Le da una vuelta perfecta—. ¿Ves? —sonríe—, inténtalo tú.

—¿Quieres quedarte sin cena?

—¡No, sin cena no! —grita Travis desde el salón y nos reímos.

Hago por donde y le doy la vuelta de nuevo, pero casi aterriza en la encimera. Gracias a la rapidez de ella para mover mi brazo que aún sostiene la sartén.

—Debes practicar más —concluye risueña mientas apaga el fuego.

—Estaría bien una profesora de cocina —le dedico una sonrisa y saco los vasos al comedor.

Al día siguiente, Damien me requiere para una nueva operación. En cuanto termino con Asher, me dirijo hacia el quirófano donde él se encuentra.

—¿Cómo sigue el tema? —le pregunto colocándome el gorro.

—Controlado, pero necesitaré ayuda para la cabeza —dice tras la mascarilla verde obligatoria.

Nos llevamos así una hora más, y salgo con el cuello dolorido. Sasha pasa por mi lado veloz, sin siquiera saludar y la veo desaparecer entre las puertas. Me dirijo al garaje y saco las llaves del coche. Es entonces cuando me doy cuenta de que dejé las de casa a Sophie, así que la llamo al teléfono de mi casa.

—¿Sí? —responde al otro lado.

—Eh... Sophie, soy Gabriel.

—¡Hola! Dime. ¿Te veré hoy antes de las diez de la noche? —se ríe.

—No, es que... te dejé las llaves y ahora no podré entrar en casa si estás en la ducha o algo. Así que estate pendiente, ¿de acuerdo?

—Bien —me responde y cuelgo.

Abro el coche para sacar unos documentos que hoy debía traer y encuentro a Sasha mirándome fijamente cuando me doy la vuelta.

—Hola —le digo.

—¿Por fin has encontrado una mujer? —se ríe.

—Eh... No. ¿Por qué?

—Te escuché hablando. No seas mentiroso, te esperan en casa. ¿Cuándo nos la presentarás?

No soy buen actor, pero a este paso voy a tener que aprender a serlo, porque entre tanto embuste ya no sé qué hacer, las paredes oyen.

—Pues sí —miento—. Me descubriste.

—¿Y cuándo os casáis?

—En... Diciembre.

—Ajá. En dos meses.

—Sí.

Gabriel, si creyeras en el infierno, ese sería tu sitio por mentir.

—Interesante —dice, sin sentir realmente interés—. Adiós, cirujano.

—Adiós, enfermera —le digo y cierro el coche.

Cuando llego a casa, aporreo unas dos o tres veces la puerta, hasta que Sophie me abre. Sus ojos claros repasan mi cuerpo y sonríe. Se hace a un lado para que entre y eso hago. No encuentro a Travis cerca.

—Está jugando a algo en mi móvil —dice—. El pobre se aburre.

—Le dejaré mi ordenador, si quiere.

—¿Harías eso? ¡Gracias! —me agarra del cuello y tira hacia ella hasta que deposita un beso en mi mejilla.

—De... nada —digo algo confuso.

Y empiezo a pensar que puedo... ¿Cómo se dice? Gustarle a esta mujer. No soy experto en gente con sentimientos, de hecho son bichos raros para mí, pero no creo que eso sea lo habitual. ¿O sí?

—Tengo algo que preguntarte —le digo observándola de espaldas, con su pelirrojo cabello recogido en una trenza y algunos mechones sueltos.

—Dime.

—¿Estás desarrollando algún tipo de... enamoramiento hacia mí? —suelto y veo como su cara cambia a un tono rosado. ¿Qué le ocurre?

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora