47. Quiero hacerlo.

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—¡No me operaré de ningún modo! Sólo déjame en paz, Noah.

—Estoy haciendo esto por tu bien.

—Pues empieza a trabajar por tu bien, toma la medicación y reposa. Estas jodidamente enfermo; y no sólo por tu diagnóstico. ¡Estás loco, si crees que voy a arriesgar mi vida así!

—Piénsalo. —me dice y se encierra en su habitación.

¿Qué lo piense? Lo llevo pensando desde anoche. No voy a negar que en varias ocasiones he querido saber qué se sentía al poder sentir. Sí, exactamente eso. Pero me estoy jugando mi vida; ya he arriesgado demasiado en el último año, he pasado por la cárcel a causa de mentir. Si me pillan, estoy acabado. Eso si no sale mal la operación, lo cual es demasiado probable Estadístico, como dije.

Incluso han intentado hacerme creer que Sophie ha tenido un accidente. ¿Tan tonto les parezco? Me enfadaría si pudiera sentir rencor o... algo.

Sopesemos lo malo y lo bueno de someterme a la operación.

Cosas negativas: es probable que muera. Y si no lo hago, conoceré el rencor, el odio, el dolor que no es físico y el miedo. Sufriré mucho más de lo que puede hacerlo una persona ya de por sí.

Cosas positivas: si lo supero, podré ser como Sophie. Podré querer a alguien, sentiré felicidad, mis risas serán sinceras, lloraré. ¿O eso es negativo?

Doy un leve puñetazo a la pared; no sé qué carajo quiero. Es decir, me seduce la idea de sentir, pero siempre he sido un hombre de ideas fijas, las dudas no existen en mi vocabulario. Me siento en el sofá y es únicamente entonces cuando logro sacar una conclusión: ¿ha merecido la pena todo lo que he hecho? Las mentiras, las heridas, la cárcel. Quizás se lo deba a Sophie; ella casi muere por mi culpa. Supongo que lo correcto es morir por ella, si así debe ser.

Froto mi cara con las manos; ahora le tendré que decir a Noah que he cambiado de opinión; menos mal que pasaré este trance sin miedo. Ya que aún no puedo.

Llamo a la puerta de su habitación con los nudillos; interpreto su silencio como positivo y me adentro para encontrarlo cruzado de brazos mirándole por la ventana. Camino hasta su lado y observo el exterior: un parque con niños corriendo y jugando. Riendo.

—Yo hubiera hecho esto, pero nunca he tenido una razón. —me dice, con la vista aún perdida entre la infancia. —Alguna vez te comenté que me gustaría poder sentir, ¿pero para qué? Caroline no puede hacerlo. Es buena persona, pero nunca me querría al igual que no la quiero a ella. Igual que no puedo querer a mi hija, y eso es raro si lo piensas, Gabriel. Nuestros antepasados, hace años y años podían sentir. ¿Tan mal vivían? ¿Quién decidió lo que tenía que pasar? ¿Quién nos llevó a esto? —se voltea a mirarme.

Trago saliva y clavo mis ojos en los suyos. Es algo más alto que yo, pero no hay tanta diferencia. Noah hace una mueca y creo que es el momento oportuno para decírselo.

—Quiero hacerlo. —suelto.

Poco a poco gira su cara hacia mí, dejándome ver una sonrisa. Ya no sé si me ha contado todo eso porque de verdad le pasa o para animarme. Sinceramente, creo que lo primero. Sin pensarlo, me abraza. Palmea mi espalda y toma mi brazo para llevarme hasta una habitación grande en la que hay una camilla de hospital, casi todo lo necesario en un quirófano, incluso un lavamanos.

—Espera. —le digo frenándole. —¿Aquí? Pero esto...

—¿Confías en mí? He preparado a conciencia la sala, sabes que soy un profesional reconocido, Gabriel. No vas a tener ninguna infección.

—Sería mejor en el hospital. —murmuro, siendo consciente de que es una operación ilegal, así que definitivamente descartamos esa opción. —Bien, vamos allá. —digo seguro.

Me desnudo hasta quedar sólo con mis bóxers; por mí mismo me tumbo en la camilla y observo cómo Noah se prepara con todo lo necesario. Ya diviso las herramientas quirúrgicas sobre la mesilla auxiliar y se me viene a la cabeza la imagen de mi cuerpo abierto, expuesto. Prefiero no darle muchas vueltas.

Noah me pone una mascarilla, que poco a poco me va suministrando anestesia. Y llega un punto, en el que no siento ninguna parte de mi cuerpo. En la que mi cerebro se apaga.

***

-PARTE NARRADA POR NOAH.-

Me lavo las manos cuando he terminado. Son las diez de la mañana de un domingo. Han sido doce horas de quirófano, sin ayuda y sin asistencia de ningún tipo. Caroline llegó horas atrás; hemos pensado en no contarle nada a Sophie. Si sale bien, que lo espero, es mejor que lo descubra por sí misma.

Observo el cuerpo de Gabriel, con los puntos frescos, la mascarilla aún puesta y su piel expuesta a las luces de los inmensos focos. No diré que ha sido fácil; creo que he podido sobrellevarlo de la mejor manera y no me he dejado nada atrás.

Nunca había hecho estas cirugías, pero si me había informado muy bien de ellas. He sido siempre un estudioso de estas cosas y cierto es que me hubiera gustado sentir. Pero no importa, no es mucho más que un pensamiento pasajero.

Ahora él necesitará horas y horas hasta recuperarse. Las próximas setenta y dos horas son cruciales; si no da muestras de vida en ese tiempo, podemos darle por perdido. Pero espero que no pase, le prometí que saldría bien. Él me salvó de una muerte segura en quirófano... aunque sé que me llegará tarde o temprano el momento.

Esta maldita mierda que padezco, no tiene cura.

Recuerdo cuando le conocí: él iba a la biblioteca todos los sábados, siempre tenía ocupados los libros que yo necesitaba. Acabamos por estudiar juntos, nos contábamos nuestras cosas y nos examinábamos a nosotros mismos para comprobar si habíamos adquirido los conocimientos necesarios. Ninguno de los dos tenía muchos amigos, pasábamos tiempo solos y decidimos invertirlo en conocernos más y experimentar sobre la medicina. Cierto es que a mí siempre se me dio algo mejor y mis notas eran las máximas.

Pero con el tiempo, él ha sabido ganarse un buen puesto, es un cirujano estupendo a pesar de no tener reconocimientos oficiales.

Tiene que sobrevivir. Y tiene que hacerlo antes de que yo muera o de lo contrario, se verá solo.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora