41. Una carta.

125 13 7
                                    


Le dan el alta a Noah por la mañana temprano. Le llevo a su casa y compruebo que se encuentra mucho mejor. Me quedaría con él, pero ya llego tarde al trabajo y hoy tengo varias operaciones que llevar a cabo. Necesito volver a mi ritmo y además, Caroline sospecharía. Por supuesto le he insistido en que me llame para cualquier cosa y en tres horas estaré en su casa.

Llego directo al hospital. Sasha, con quien ya sólo hablo para lo estrictamente profesional, me pasa las fichas de los siguientes niños a los que erradicar los sentimientos y me pongo manos a la obra con el primero.

El resto del día es bastante monótono, me quedo hasta tarde y llego a casa entradas las once de la noche. La cena será ligera, mis ganas de preparar algo son nulas.

Por alguna razón se me viene a la cabeza la época aquella en que volvía y encontraba a Sophie aquí, a Travis viendo la televisión o jugando con el teléfono móvil. Me asomo instintivamente a la habitación de invitados, la que hice mía en el tiempo que estuvieron aquí.

Ahora he recuperado mi cama, mi armario y mi espacio. Aunque quedan cosas por ordenar. Me tumbo un momento y cierro los ojos; el sueño se está apoderando de mí, pero he de cenar y ducharme aún. Cuando lo hago, y regreso a la habitación, comienzo a cambiarme. Busco unos bóxers en el cajón donde los guardo y al sacar los primeros que pillo, algo cae al suelo. Es una carta, claramente.

La abro y leo:


Nunca pensé que llegaría el momento,

de decirte todo lo que llevo guardado,

lo que siento, lo que anhelo, aquello que lamento.


Mis dudas me abruman, la incertidumbre me pierde,

pero tú, Gabriel, me has salvado

y para mí es más que suficiente.


Gracias por cada palabra, cada gesto y cada mirada,

aún sin sentir nada,

me has hecho volar. Y ojalá seguir volando contigo.


Si alguna vez lees esto, búscame.

No te habré olvidado. No te olvidará nunca mi corazón,

no te olvidarán mis ganas, mis sueños y mi mente.

No escaparé de ti jamás.


Vive, conmigo o sin mí,

pero ten claro que nadie te va a querer como yo,

que nadie te va a dedicar sus horas como yo,

que nadie te abrirá su corazón así.


Y si alguien lo hace, sé feliz.

Pero no me olvides, Gabriel,

que yo no me puedo olvidar de ti.


Tomo aire y lo leo unas dos o tres veces más. Joder, esto lo escribió ella. De su puño y letra, en un papel que estaba doblado en siete veces y metido en el primer cajón de mi mesita de noche. ¿Cuándo hizo esto? ¿Por qué no lo vi antes?

***

El viernes llega otra vez sin novedad. La nota, carta o como queráis llamar a lo que dejó Sophie en mi habitación, la llevo en mi cartera. Noah me está esperando, es bueno saber que en una semana no ha vuelto a tener complicaciones y está bien.

Aparco el coche en su casa y charlamos por un largo rato, él me está enseñando su rostro animado, pero yo sé muy bien que esconde el dolor que le causa la medicina, el tratamiento. Cuando Caroline se va, hace una mueca de dolor.

—Siento como si me estuvieran reventando el corazón.

—Ya sabes, la medicina tiene esas cosas. Pero está para ayudarte.

—He pensado que no quiero más este tratamiento, Gabriel. No puedo apenas moverme y hago un esfuerzo sobrehumano para que Carol crea que es una simple infección.

—No, Noah. Si no te sometes al tratamiento será todo... mucho peor.

—Voy a morir igual, Gabriel. Por favor, apóyame en esta decisión.

—Tú no vas a morirte, joder. —digo.

—No está funcionando...

—Sí que lo hace. —miento.

—Os escuché. —sonríe. —Deberías saber que aunque esté dormido y sin hablar, puedo oír.

—Entonces no dormías.

—¡Ya me entiendes!

—Vale, sí, es que... —me encojo de hombros. —Confío en que te cures.

Él asiente adolorido, pero le conozco y sé que no piensa como yo. Cree que no saldrá de esta, pero tengo esperanzas, no sé. Creo que sí, por alguna razón.

Caída la tarde, llaman al timbre. Pienso que es Caroline, pero ella tiene llaves. Cuando abro, clavo mis ojos en Abigail, quien está cruzada de brazos y con su común gesto amargo.

—¿Qué haces tú...?

No termino de decir la frase, pues mis ojos se clavan en una persona que acaba de aparecer junto a mi hermana. La conozco.

Claro que la conozco. Toco instintivamente la cartera, su nota.

—¿Sophie...? —pregunto dando un paso adelante.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora