36. Conversaciones.

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El abogado llega y me pongo en pie enseguida. Por fin, estaba deseando hablar con alguien ya que mi querido compañero de celda se pasa las horas canturreando cosas extrañas y pidiéndome que le opere.

No se entera de nada.

—Tienes visita. —me dice James. —Nosotros hablaremos más tarde.

Alzo las cejas. ¿Mi madre, quizás? Es la única que vendría a verme. Tal vez Abigail, pero lo dudo debido a que a ella también la investigan. Prefiero no pensar en la que se va a armar cuando la mujer de Damien descubra que es en realidad mi hermana y no mi pareja. Joder, para qué mentiría tanto.

Me froto la barbilla con el hombro debido a que me están esposando para sacarme de allí y le acompaño a la misma sala que la vez anterior... o una muy parecida. Espero junto con el funcionario hasta que entra un hombre joven, alto, fuerte y con pelo rizado y negro. Sonríe al verme y se sienta delante de mí. El funcionario sale y nos espera fuera, sin dejar de vigilar.

—Encantado, soy Michael. —dice tendiendo una mano que rechazo mostrándole mis muñecas esposadas. Podría dársela, pero para qué. —Oh, ya. Bueno... tengo que hablar contigo.

—¿De qué, si no te conozco?

—De Eleanor Rigby.

—¿¡Qué!? —le digo echándome hacia delante y alzando una ceja. —¿Pero qué te pasa?

Comienza a tararear la famosa canción de The Beatles y le insisto dos o tres veces para que se calle, pues es algo molesto. Prefiero a Paul McCartney. Cuando se calla, pone sus manos sobre la mesa, entrelazando sus dedos.

—Hablo de una pobre chica. —dice. —La conoces.

—So...—

—Eleanor Rigby. —me interrumpe. —Digamos.

Vale, lo pillo. No quiere que diga su nombre, pues podrían escucharnos. Hombre listo. Asiento esperando a que diga algo más, interesado en la conversación.

—Ha intentado matarse, Gabriel.

Trago saliva fuertemente. No es posible, ella es alegre, es jovial. Es... Sophie. Con sus más y sus menos, sus lágrimas, su fuerza y su amor, el que no siento ni puedo alcanzar. De verdad no puedo.

—¿Y bien? —musito.

—Llegué a tiempo. Pero joder, está mal. Está fatal... y todo tiene una razón.

—La situación. —me adelanto a contestar. —Esto es superior a ella, es fuerte, pero supongo que teniendo sentimientos se le hace todo más cuesta arriba y simplemente llega a su límite. ¿Dónde está?

—Te equivocas. —dice negando con la cabeza. —Ella está bien, tranquilo, pero...

—Estoy tranquilo. —digo enarcando una ceja. —No puedo no estarlo.

—Ya, como sea. Lo que vengo a decirte es que tú eres el motivo.

—¿Yo?

—Gabriel, esa mujer está enamorada de ti. —suspira y se recarga en el espaldar de la silla. —Te necesita y no eres capaz de darle nada. Y antes de que hables, ya, lo sé, no puedes hacerlo pero de verdad me apena la situación. Yo soy como ella, ya me entiendes, y sólo verla... sólo hablar con sus ojos tristes me rompe el alma.

—¿Tienes algún tipo de interés en... Eleanor? —pregunto serio.

—Bueno... no en realidad. Es muy guapa, es dulce y ama a su hijo. Tiene mucho que dar, pero no soy el indicado, ella sólo te quiere a ti.

Suspiro y miro a otro lado. Empiezo a cansarme de esto, de las declaraciones. ¡No puedo sentir! ¿¡Qué hago!? No soy como ella, no puedo corresponderla y no lo haré nunca. Ojalá algo pudiera cambiar, pero no es una posibilidad.

—Es una mujer alucinante. —le digo. —Consíguela.

—¿Qué? —pregunta con sorpresa. —No, joder. ¡No! Le estás haciendo daño.

—¡Ya vale! —golpeo la mesa. —Yo no puedo hacer nada, ¿entiendes? Métetelo en esa cabeza, joder. Yo quiero la felicidad de Sophie a toda costa, pero no puedo dársela. Así que antes que esto... prefiero que se la de un hombre que realmente esté interesado en ella.

—Ella no querría nada conmigo. Y créeme, me hiere el orgullo de hombre, pero la entiendo porque yo también sé querer. No quiero enamorarme de ella, tendríamos dos corazones rotos.

—Yo no entiendo de corazones rotos. —sentencio, como ya lo he hecho alguna vez.

—Ya. —suspira resignado. —Sólo quería que lo supieras. —se levanta pero le agarro el brazo para que vuelva a sentarse un momento, necesito preguntarle algo más.

—¿La van a matar?

—Espero que no. Ahora está en el hospital, pudieron reanimarla con muchas dificultades... el agua ya estaba por inundar sus pulmones, pero lo consiguió. Evidentemente la van a volver a llevar al Centro, y es lo que tengo que evitar.

—Dile que estoy con ella... aunque no esté.

—Tras nuestra conversación, creo que será mejor no decirle nada de eso. La estás rompiendo y lo hará más.

Bufo y paso la lengua por mis labios, estoy sediento. Él se vuelve a poner en pie, pero antes de que se marche, le digo que apunte un número; el de mi madre. Con eso, se marcha sin más, y me quedo pensando en cómo sería yo si pudiera sentir.

Qué pasaría por mi cabeza ahora mismo.

Cuando Michael sale, entra James con varios papeles que me hace firmar. Los leo y examino tomándome mi tiempo, discuto algunos puntos con mi abogado y tras eso, él suelta un suspiro profundo.

—¿Alguna novedad?

—No. Todo va normal, moviendo hilos para que nada se descubra... Pero tengo una pregunta.

—Claro, dispara. —digo pasando una mano por mi pelo desordenado.

—¿Por qué, Gabriel?

Le miro y medito mis palabras antes de responder. Realmente no lo sé, sólo tomé una decisión rápida y se acabó. Es que no hay más, no tengo otra cosa que decir.

—Simplemente lo hice.

—No es la respuesta que busco.

—Tampoco es una pregunta que yo quiera escuchar. No sé qué decirte.

—¿Puede que quizás... sólo quizás quede un ápice de sentimiento en ti, porque no lo erradicaran del todo bien?

—Mira, James... —le observo directamente a los ojos. —Nadie mejor que yo sabe, que esto es un todo o un nada. Si sale bien, sale perfecto. Si sale mal, es un total fracaso y el crío siente igual que antes. No pienses barbaridades... si yo pudiera sentir la más mínima mierda, ya lo hubiera notado. ¿O crees que no soy consciente de lo que provoca Sophie?

—¿Qué provoca?

—Comodidad. Y sé que si esos sentimientos existieran en mí, ella se convertiría en mi hogar. Sabe lo que es un hogar.

—Ya... —dice James y tose. —Bueno, como sea. Pasado mañana la verás, me estoy poniendo en contacto con su abogada.

—Bien, muchas gracias.

—Nada, Gabriel. —se levanta y cuando pasa por mi lado, palmea mi hombro. —Paciencia, hombre... paciencia es lo que queda.

Y se va.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora