52. Intentarlo.

151 12 1
                                    

Caroline entrega a Gabriel las cenizas de Noah y nos despedimos. Conduzco de vuelta a casa, mientras el silencio es ensordecedor. Travis se ha quedado esta vez en sus tareas y también tengo prisa por llegar y ver cómo está.

Cuando abro la puerta de casa, mi acompañante busca con la mirada el sitio ideal para colocarlas temporalmente. Me dice que se va a dormir, está muy cansado y han sido horas muy duras para él y para todos. Asiento y me dirijo al cuarto de mi hijo.

—Mi amor. —le digo.

Él me sonríe. Ya está en pijama y dentro de la cama, esperándome como siempre para que lo arrope bien. Me siento a su lado y acaricio su rubia cabellera. Travis es todo para mí; sin él, yo hace tiempo que no viviría.

—Dulces sueños, mi vida. —beso su frente y me levanto.

Apago la luz y salgo, cuando su fina voz me llama de nuevo.

—Mamá...

—Dime. —me vuelvo hacia él.

—Gabriel te quiere.

Tomo aire y luego expiro, pausadamente. Este tema no; no ahora. Restriego mis manos en la cara y me acerco más.

—Oh, por favor. —suspiro. —Travis, cariño, los mayores no queremos tan fácilmente, y cuando lo hacemos... nos traicionan.

—Él estaba llorando enfrente de una tumba.

En cuanto me dice eso, me siento en la cama, lo más cerca posible de él y presto atención. ¿Una tumba? La última vez que estuvo en el camposanto fue... hace dos días, exactamente. Mi hijo no sabe lo de mi lápida, está claro, y no me hace ni pizca de gracia que entrase al cementerio; mucho menos solo.

—¿Qué... tumba?

—Una. —se encoje de hombros.

—Vale, ¿y qué decía?

—Que lo sentía, que había tenido sus más y sus menos, que se moriría por ti, que le dejaras compartir esos sentimientos...

Suspiro. Lo cierto es que me da lástima haber tratado distante a Gabriel, pero tengo una espina en el alma por lo que hizo y no puedo olvidarlo así como así.

—Y... ¿dices que lloraba?

—Sí, mucho, por eso no entendí nada más.

—Bueno... —me pongo en pie. —Duerme y mañana será otro día.

Abro la puerta, pero me detiene.

—Mamá. —repite.

—Qué.

—Yo quiero que él viva con nosotros. Antes no quería, pero ya sí. Es muy bueno, me cuenta historias y hace bromas conmigo. Incluso me ha prometido armar el circuito eléctrico de coches que tengo desde que era pequeño.

—Él tiene una casa, mi amor. No puede vivir aquí.

—Yo sé que él también quiere estar con nosotros.

Sonrío y asiento, luego salgo dejándole en su habitación. Sin pensarlo mucho más, golpeo con mi mano la puerta de Gabriel y él me invita a pasar. El cirujano está sentado en la cama, con las manos entrelazadas cuando entro y sus ojos verdes me miran tristes y suplicando una oportunidad.

No sé si deba dársela. Ha hecho mucho por nosotros, pero me traicionó y podría hacerlo de nuevo. Sin embargo, sé que le estoy dando un trato injusto, uno por haber sido diferente a mí y eso es lo que yo defiendo: las diferencias no son malas. Además, él está sentimentalmente herido y mi actitud no ayuda. Más bien al revés.

Me siento frente a él y agarro sus manos. Una leve sonrisa se dibuja en su rostro cansado. Me vienen repentinamente todos los recuerdos de cuando estábamos en su casa; pienso en que deseaba que mi pequeño se fuera a dormir para tener un rato con él a solas. También se me viene a la memoria el masaje que le di, el primer beso que sólo fue para callar mi anhelo de él, y que lo único que hizo fue engancharme más.

Y ahora está aquí delante, agotado de tantos viajes y oportunidades que me ha pedido y que he declinado por rencor hacia él, pero a sabiendas de que ningún otro hombre me ha hecho sentir así, jamás. Y además, ahora que estoy desaparecida —en teoría— y que mis papeles de matrimonio con el padre de Travis están anulados, puedo tomar un camino mejor.

Aunque caiga en la equivocación, ¿no?

—¿Te gusto? —le pregunto a Gabriel, sin poder evitar un gesto triste.

Quizás no sea el mejor momento, pero si no es ahora, no será nunca. Tarda un poco en responder, pero lo hace:

—¿Qué si me gustas? —alza las cejas. —No sólo me gustas, sino que adoro todo de ti. Hasta el más mínimo detalle, hasta lo que nunca has pensado. Me encantas, Sophie. ¿No lo ves?

—No sé, es como una utopía para mí. Tanto tiempo deseándote y...—

—No podía demostrártelo; pero ahora puedo hacerlo y necesito hacerlo. Tengo una familia que no me corresponde por cómo es la sociedad. Un trabajo que me ha dejado de llenar, porque os antepongo a todo. Y sí, he dicho «os». Travis también es muy importante en mi vida; ese chico es pura energía, además de ser un excelente muchacho y muy inteligente.

—Gracias por el cariño que has sabido darle siempre, incluso sin intentarlo.

—Olvídate del Gabriel que era antes. Lo siento por todo, sólo quiero estar contigo y poder abrazarte y besarte cuando quiera. No puedo conformarme con ser sólo amigo tuyo, y mucho menos puedo intentarlo con alguien más. No existe una persona que sepa hacerme ver lo que tú; que me sepa llevar, que me anime y me haga ver la parte buena de las cosas. Yo te quiero a ti.

—Y yo te quiero a ti. —sonrío y suspiro a la vez. —Pero tengo miedo de que me decepciones.

—No voy a hacerlo. Cuidaré cada paso que de contigo y jamás me apartaré de tu lado.

—Entonces... —me sonrojo un poco.

—¿Quieres... intentarlo conmigo? —pregunta serio. —Es decir, tú y yo...

—Lo entiendo. —digo bajito.

Sonreímos tímidos y tras una breve espera, respondo que sí, que quiero que forme parte de mi vida para siempre y que además, quiero que sea mío.

Solo mío.

Él sella nuestra decisión con un beso que me hace estremecer. Este es más sincero, más profundo y lleno de necesidad. Es de verdad.

—Nunca te voy a dejar ir. —susurra sobre mis labios.

—Yo tampoco a ti. —respondo y nos fundimos en un intenso abrazo.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora