40. Algo pasa en Croveville.

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No he apartado la vista de Noah. Ojalá se recupere, quiero que se ponga bien. Ahora es cuando me da rabia no poder ayudar más, no poder siquiera sentir la empatía ni un poco de lástima por él. Me da rabia el hecho de que me dé igual, de no sentir nada.

Quisiera sentir por un momento.

Tengo la mirada perdida en la ventana, en el cielo, cuando Noah aprieta mi brazo y le miro. Sonrío al verle y le pregunto cómo está, pero él sólo niega con la cabeza. Con los tubos no puede hablar todavía.

—Vas a ponerte bien. —digo, pero vuelve a negar con la cabeza. —Sí, lo verás. No quiero que me dejes solo en este mundo de mierda. Siempre has sido mi as en la manga, la solución a los problemas cuando yo me bloqueaba. —Sonríe levemente y yo suspiro. —Noah... eres fuerte.

Un médico irrumpe en la sala y nos mira. Carraspea y luego se ajusta la corbata. Creo que trae noticias.

—Necesita un trasplante de sangre, algo va mal en sus análisis.

Miro a mi amigo, que cierra los ojos. Supongo que trata de asumir la noticia, es jodido estar ingresado, no puedes hacer nada. Es como... la cárcel.

—Su mujer no es compatible, sus padres no han querido formar parte de esto y los candidatos que tenemos disponibles también dieron negativo en compatibilidad.

—¿Pueden hacerme a mí la prueba? —pregunto. —Quizás yo...

—Venga conmigo.

Sigo al médico, no sin antes despedirme de Noah con un gesto. Me guía por un largo pasillo, y espero al menos cuarenta minutos hasta que salen los resultados.

—Incompatible. —dice. —Encontraremos a alguien más.

—Mierda. —musito. —Espero que lo hagan pronto.

—Estamos trabajando para ello, señor.

Vuelvo a la habitación y encuentro allí a Caroline, que me deja a la niña en los brazos. Yo con un bebé en los brazos. No sé qué hacer con esto. La miro y pronto comienza a llorar.

Es que los bebés lloran, joder, de pocas lo olvido.

—Mécela. —dice Caroline.

Hago el intento, pero parezco estúpido. Estoy en una especie de danza de una tribu sudafricana con una cría de meses en los brazos.

—¿Qué tienes, Noah? —pregunta su mujer

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—¿Qué tienes, Noah? —pregunta su mujer.

Mierda, ¿no se lo ha dicho? ¿Caroline no sabe que su marido tiene una extraña enfermedad? ¿Qué puede morir? Trago saliva y la miro, meciéndome cada vez más lento, procesando el dato.

Noah clava su mirada en mí, veo la súplica de no delatarle y eso hago.

—No puede hablar ahora. —digo. —Pero tiene un... una infección en los pulmones, nada que no se solucione con pruebas y el medicamento correspondiente.

—Oh. Te mejorarás. —dice ella y Noah hace un intento de sonrisa.

Sé que le duele el cuerpo, esos cables son incómodos. Pero es un tío con mucha energía y mucha alegría y ayuda que desprender aún.

***

Salgo a tomar el aire, de nuevo se está haciendo de noche. Camino por el exterior del hospital, con la cabeza gacha y pensando en mi amigo, en que no quiero que me deje. Noto la vibración en mi bolsillo y saco el móvil: llamada entrante de Abigail.

—¿Qué cosa importante ha pasado para que tú me llames? —pregunto al descolgar.

—Tienes que venir a Croveville ahora. —me dice.

—¿Qué haces tú allí?

—Por favor, eres un imbécil. Mi marido trabaja aquí, me mudé cuando nos casamos. —bufa. —Gabriel, tienes que venir ya. Esto... te interesa.

—¿Qué es?

—¡Que vengas!

—¿Pero qué pinta tu marido en...?

—Es el encargado del cementerio, joder. Ya, qué más da, ven.

¿El encargado del cementerio? ¿El mismo con el que hablé ayer? ¿El pesado de la propina? Joder, sí que vivo perdido del mundo de Abigail. Ella ha colgado cuando quiero darme cuenta, pero en realidad no puedo ir, no pienso dejar a Noah.

¿Qué puede ser más importante que acompañar a mi amigo en momentos como estos? Vuelvo al hospital, dejando por tontería la llamada de Abi. Seguramente si llego allí, luego sólo me está buscando para una gilipollez.

Caroline se va y me despido de ella, he decidido quedarme yo con él. Esta misma noche, la enfermera retira los cables de su boca y deja sólo los pertinentes.

—Gracias. —dice Noah en cuanto puede hablar. —Me encuentro mejor.

—Están buscando un donante de sangre. Lo encontrarán.

—No estoy seguro de ello, pero no importa. Las cosas que tienen que pasar... pasan.

Agacho la cabeza y caigo en la cuenta de una cosa.

—Oye, Noah... dime algo. ¿Es esta la razón por la que no viniste a verme?

—Sí.

—¿Por esto estabas tan distante y cansado aquella vez al teléfono?

—Sí, Gabriel... Yo no tenía fuerzas. Había empezado pocos días atrás con el tratamiento y me estaba dejando débil.

Le abrazo, porque aunque ninguno sintamos nada, sé que es reconfortante para cualquiera. Al fin y al cabo, mi amigo no me abandonó como yo pensé. Él tenía problemas mayores.

Charlamos por un buen rato más, pero el móvil vuelve a sonar. Otra vez mi hermana. Descuelgo.

—¿¡Qué quieres!?

—¿No vas a venir?

—No.

—Muy bien. Luego no me pidas que te ayude.

—¿Ayudarme a qué?

Cuelga. Me quedo ahí, dubitativo. ¿A qué va a tener que ayudarme Abigail? A mí no se me ha perdido nada en Croveville.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora