20. Cambios.

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El fin de semana pasó rápido y bien. Estuvimos, como siempre, recluidos en la casa pero vimos algunas películas y jugamos a varios juegos que entre Sophie y Travis inventaron. Me divertí, para que mentir. Pero en ningún momento perdí de vista el tema que nos mantiene a todos en vilo: Sasha.

Su marido me fue informando de su avance y hoy lunes, le darán el alta por la tarde. La chica que la sustituye hace bien su trabajo, pero tantas cirugías la sobrepasan y se agobia enseguida. Aún así, prefiero que esté ella. Ya hemos entrado en noviembre y me da que va a ser mi último mes con trabajo.

—¿Qué haces? —pregunta Damien a mi lado y mirando la pantalla que tengo frente a mí. —¿Estás buscando... una casa?

—No. —miento. —Bueno, sí, pero no para mí.

—¿Entonces?

Bufo mirándole. Es muy entrometido. Me aguanta la mirada hasta que rueda los ojos y se va, sin una respuesta. ¿Cómo me he podido quedar tan en blanco? ¿Acaso soy gilipollas?

Después de comer, nos informan de que Sasha ha salido del hospital y es como si el tiempo fluyera más ligero de lo normal. Al menos le queda una semana por delante de reposo, pero el reloj ya va en nuestra contra y he de encontrarles un piso a Sophie y a Travis rápido.

Al menos, hoy sólo tengo cuatro pequeñas a las que quitar los sentimientos.

***

—¿Qué te parece esta? —pregunta Sophie señalando una imagen.

Sopesamos las ventajas e inconvenientes que tiene, pero al final no nos convence. El resto de tarde y parte de la noche la pasamos revisando apartamentos que sean decentes, cómodos y no muy caros.

—Lo tengo. —digo. —Mira aquí. —señalo la pantalla.

—Me gusta. Es acogedor.

—¿Quieres que vayamos a verlo mañana?

—¿Podrás?

—Bueno, a finales de año ya nunca tenemos tantas operaciones quehacer. Quedan unos ciento veinte chicos y chicas, en dos meses cabe a sesenta. Eso a su vez es, dividido entre cuatro, quince. Damien suele hacer seis o siete, al igual que yo. El número está redondeado, claro, así que, quitando que en la semana pasada ya operamos a dieciséis, quedan cuarenta y cuatro.

—Muy bien, matemático. Pero, ¿podrás o no?

—Sí, haré lo posible. —le sonrío.

Suspira y se recuesta en el respaldo del sofá. Me mira y se ríe.

—Pensarás que soy lo peor. Créeme, yo me siento lo peor.

—No, no eres peor que yo. Al menos tú te sientes mal por tus actos, yo ni siquiera puedo. —le respondo.

—Ya. —musita. —Tengo miedo.

—Supongo. —le digo. —No sé, quizás sea normal. De todos modos, iré a verte cada día.

—Apenas tienes tiempo para ti.

—Bueno, mi prioridad es mi trabajo, pero ahora también lo es salvaros. Así que no me es ningún esfuerzo viajar del trabajo directo a tu apartamento.

—En realidad es tuyo, lo pagarás tú. Yo... no tengo nada.

—No me importa. Supongo que esto está bien.

—¿Sabes? Serías perfecto si pudieras sentir.

—Vaya. —me río. —Lo tomaré como un cumplido.

—Tendré que buscar a un hombre como tú, pero que a la vez sea como yo. Quizás me lleve toda una vida o... quizás no lo encuentre.

—Lo encontrarás. —le digo apoyando mi cabeza también en el respaldo. —Vales muchísimo, eres una mujer preciosa y además encantadora. Si yo tuviera sentimientos, me enamoraría de ti. —digo sin pensar mucho. —Pero sabes que no, que no puedo sentir. Lo siento.

—No te disculpes. —se pone en pie y se marcha a su cuarto.

—Espera. —le digo incorporándome.

—¿Sí?

—¿Te... ha molestado lo que he dicho?

—Me ha gustado, de hecho. Pero duele. —frunce los labios y con un leve gesto con la mano, se va.

***

Martes de ojeras y dolor de cabeza. Me tomo una pastilla y me lavo las manos. Camino por el pasillo en dirección al quirófano cuando freno en seco.

Sasha está de pie, frente a mí y con muletas. Sus ojos marrones van a juego con su oscura sonrisa, ya que se le ven fácil las intenciones. ¿Habrá denunciado ya? Trago saliva y me acerco.

—¿Qué haces? Deberías reposar.

—Sí, y tú deberías estar en la cárcel, pero mírate.

—No hables de eso aquí. —le digo mirándola muy fijamente.

—He venido a una revisión y paré a buscarte. Quiero que sepas que la ACS ya ha recibido mi denuncia y estoy esperando la respuesta. Tardará un tiempo, pero en menos de una semana me tendrás trabajando aquí y me encargaré de atormentarte.

¿Cuándo se ha convertido Sasha en esta bruja?

—No me asustas, ¿recuerdas? —le sonrío y rueda los ojos antes de seguir de largo ignorándome.

A continuación me toca hacer una segunda operación que no salió bien. No dejo de pensar en Travis, cuando le pasó todo me mostré tan frío como siempre, pero acabé tomando la decisión de hacerle el favor. Al menos la madre de esta chica no derramó ni una maldita lágrima, lo cual me tranquiliza.

No soy una ONG de personas con sentimientos.

El móvil vibra en mi bolsillo, pero desecho la llamada ya que tengo prisa. Cuando llego a casa, la puerta está bloqueada por dentro y no puedo abrir de ningún modo. Comienzo a golpearla con ganas.

—¡Sophie! —le grito, pero nada suena. —¡Sophie!

Aunque la llave entra y gira, hay algo por detrás de la puerta que impide que se abra. Empieza a no gustarme este asunto.

Saco el móvil para llamarla y veo que tengo tresllamadas perdidas suyas. ¿Qué le ha pasado? ¿Quién carajo hay en mi casa?    

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora