14. Acción, reacción.

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Abro la puerta de casa con desesperación y enciendo todas las luces. Corro hasta la puerta del cuarto donde duermen Travis y su madre e irrumpo sin ningún tipo de paciencia.

Sophie abre los ojos lentamente, y el niño hace lo mismo. Vale, dormían. Suspiro y voy hacia atrás. Salgo cerrando la puerta y me asomo a mi habitación para comprobar que Abigail duerme profundamente sin haberse enterado de nada.

Espero unos segundos en la cocina hasta que Sophie sale con el ceño fruncido.

—Deja de marearme. —dice. —¿Qué haces aquí a las cuatro menos cuarto de la madrugada?

—Creí que te ibas.

—¿Qué...? —bosteza.

—Por tu llamada, lo que me dijiste. Pensé que te ibas de casa.

Niega con la cabeza y mira al techo unos segundos, cruzada de brazos y en una posición a la defensiva.

—Gabriel, ¿de verdad crees que voy a irme a estas horas de la noche, sin rumbo y con mi hijo de diez años? ¿Pero cómo se te pasa por la cabeza?

—No lo sé. —le digo y suspiro.

Ella no hace nada más. Me mira como si yo fuera un bicho raro, como si no supiera cómo actuar a continuación. Entonces, recuerdo que tengo algo que hacer: debo besarla y luego encontrar a alguien más para conseguir que deje de... ¿amarme?

Doy un paso adelante, agarro su cara con mis manos y la atraigo hasta que nuestros labios se rozan. Presiono un poco y aunque en un principio ella se deja, al momento se aparta empujándome.

—¿¡Qué haces!?

Muerdo mi labio inferior, pensando en el instante durante el cual su sabor ha estado en mi boca y sin darle una respuesta. ¿Se lo ha tomado a mal? Me doy la vuelta para irme, porque ya he cumplido la primera parte pero agarra mi brazo y me giro.

—¿Qué ha sido eso? ¿Estás jugando conmigo, Gabriel? —entrecierra los ojos mirándome.

—No. —respondo serio y muy erguido.

—¿Y a qué ha venido eso? —me empuja.

—A nada, Sophie. Voy a dormir, así que... —tiendo una mano invitándola a ir a su habitación. Ella niega ahogando una risa y desaparece por el pasillo.

Cuando amanece, me visto lo más rápido que puedo y sin siquiera desayunar, voy al trabajo. Hoy tengo seis cirugías por hacer, lo cual corresponde a muchos cafés si quiero estar al cien por cien, con todo lo que llevo encima.

—¡Feliz Halloween! —se ríe Sasha al pasar por mi lado.

—¿Qué?

—Es lo último que ha dicho una niña antes de entrar a quirófano. Hoy es Halloween.

Desaparece tras la puerta de la cafetería y me deja ahí, pensando. ¿Querrá Travis algunas chucherías, aprovechando el día que es? Iré a comprárselas a la salida.

Me lavo las manos ya fuera de quirófano y cuando regreso a mi taquilla, tengo cuatro llamadas perdidas de Abigail.

—Dime. —hablo cuando me descuelga.

—Ya nada, he tenido que irme. Nos veremos algún otro día, hermano.

—Pero... ¿cómo que te has ido?

—Bueno, no iba a quedarme sola en tu casa. Ya no pinto nada ahí.

—¿Sola? No estás sola. Está...—

—Se han ido, Gabriel. —me interrumpe. —Tu amiga y el niño se han ido.

Tomo un profundo respiro y cuelgo. Ahora tendré que ir a buscarles.

Me recorro parte de Sephanie sin éxito, pues en esta noche todo el mundo va disfrazado y encontrarles puede ser un caos. Decido sentarme en un banco y pensar. ¿A dónde habrá ido? Estoy seguro de que a un sitio seguro, Sophie no pondría en peligro la vida de Travis de ningún modo.

¿Quizás en su casa? Con... ¿su marido? Pero le dije que estaban muertos.

Decido ir, aunque antes debo volver al hospital y revisar los archivos de ingresos para saber su dirección. Ruedo los ojos y vuelvo al coche. Esto es una gilipollez, yo podría estar ahora tan tranquilo en mi jodida casa viendo las noticas y sin pensar en ninguna mujer con sentimientos y un hijo idéntico a ella.

Pero como todo en esta monótona vida me da lo mismo, lo haré, les encontraré.

Aparco en el garaje exterior del hospital y entro por la puerta de Urgencias, donde varias personas esperan a ser atendidas. Subo por el ascensor hasta la tercera planta y camino el largo pasillo que me lleva al edificio anexo, mi lugar habitual de trabajo.

Todo está extremadamente tranquilo, aquí no hay nadie por las noches y eso me viene bien. Llego hasta el puesto de Sasha y me siento en su silla. Enciendo el ordenador y comienzo a buscar la ficha de Travis, su dirección.

—¡Eh! —me dice alguien y enseguida me volteo.

—Em... hola. —le digo al de seguridad. —Soy Gabriel, cirujano.

—Ya sé quién es. ¿Qué hace aquí?

—Le hago un favor a Sasha. —sonrío sin pensar en que vuelvo a mentir. —Tenía un compromiso importante esta noche y olvidó una dirección... así que he venido.

—¿Qué dirección?

—Oiga. —me pongo en pie. —Eso, no es de su incumbencia. Así que por favor...

—Salga de aquí. —me pide.

Miro de reojo el ordenador: el archivo ha sido encontrado y sólo tengo que abrirlo para seguir adelante. El de seguridad me mira frío y asiento sin más antes de posicionarme de nuevo frente al ordenador y abrirlo.

—¿¡No me ha escuchado!?

—Sí, solo... —memorizo la dirección. —Sólo apagaba el ordenador.

—Venga. —se pone a mi lado y cierro la pestaña. Espero que Sasha no mire mañana el historial, o todo se liará aún más.

Meto en el GPS la dirección que he grabado en mi memoria y arranco hacia allá. Cuando llego, un enorme bloque de ladrillo está ante mí. La zona es buena, hay parques infantiles y muchos niños disfrazados correteando. Todos ellos deben tener menos de diez años, todos deben sentir lo que es la felicidad y la ilusión. A más de uno, seguramente operarán mis propias manos.

Camino hacia el portal y llamo al timbre. Enseguida una voz grave pregunta quién soy, y respondo con mi nombre, esperando a que abra y me deje improvisar algo arriba. Y así es, subo y en la puerta me espera el marido de Sophie, con su habitual gesto de enfado, aunque sé que no puede estarlo.

—¿Qué hace aquí?

Antes de contestarle, no puedo evitar mirar hacia el interior de la casa, esperando a que salgan o... no lo sé. Ni siquiera sé por qué llego a ser tan tonto.

—Quería saber... cuándo es la misa por Sophie y Travis.

—No habrá misa. —sentencia.

—Pero... es lo habitual.

—¿Y? A mí lo habitual me da lo mismo. ¿Sólo ha venido por eso?

—Sí. —afirmo aunque por dentro niego.

—Pues ya puede irse. —dice y cierra la puerta en mis narices.

Al menos sé que aquí no están, mis mentiras todavía siguen intactas.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora