43. Necesidades.

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Apenas llevo unos minutos acostado cuando caigo en una maldita cosa: ¿¡cómo ha vuelto Sophie a Croveville si la trajo Abigail!? Me pongo en pie, me visto y salgo a la calle agarrando antes las llaves de la casa de Noah —las cuales tiene siempre en el buró de la entrada— y mi móvil.

Frío es lo primero que siento. Llevo únicamente una camisa y aunque es junio, aquí refresca en la noche. No hay nadie, la calle está solitaria y tan solo el ruido de fondo procedente de algunos locales llega a mis oídos.

Miro el reloj: una y veintiséis de la madrugada. Hará como... tres horas que Sophie se marchó. Joder, es que soy imbécil, ¡tres horas he tardado en darme cuenta de que tengo que ir a buscarla! Podría pasarle cualquier cosa, y aunque no me afectaría...

...eh... no sé... quizás...

¡Que me la suda, he querido ir a buscarla y punto!

La llamo hasta siete veces, pero no responde. No ha podido ir muy lejos... y no creo que se arriesgara a tomar un taxi, sería peligroso para ella. Casi llevo cinco kilómetros recorridos cuando me devuelve la llamada.

—¿Dónde estás? —le pregunto.

—En... un banco sentada. Es un parque.

—¿Qué carajo haces tú sola en un parque de noche?

—Como si te importara.

—Sophie, mándame tu ubicación. Voy para allá.

No está lejos, por lo que tardo diez minutos andando. La encuentro encogida, abrazándose a sí misma y con los ojos vidriosos. Temblando de frío ya que va en sisas. Me quito la chaqueta y se la pongo por encima, sé que es lo correcto. Me siento a su lado, en silencio y ella solloza bajito.

—¿Por qué estás... así?

—Triste es la palabra que buscas.

—Eso.

—Todo es difícil, y para colmo no puedo enfadarme porque no es vuestra culpa no sentir. Mírame, aquí tirada esperando que un milagro pase.

—¿Lo dices por Abi?

—¡Me ha dejado sola! Se supone que si me trae... me llevará de vuelta, ¿no?

—Bueno, ella es así. Despistada y pasota, no ha caído en eso. ¿Travis está solo?

—Sí, pero no es problema. Sabe cuidarse y aunque quiero estar con él constantemente, me debía a mí misma verte.

—¿Por qué no lo hiciste antes?

—Porque no sabía nada de ti. Y porque es peligroso. —seca una lágrima de su mejilla. —Pero estoy más tranquila.

Le ofrezco subir a la casa de Noah, pero se niega, así que decido quedarme allí con ella. Qué más da el frío, la noche o la hora. La tengo aquí y de momento me vale.

***

Rozo su hombro con delicadeza para despertarla. A las cinco de la mañana, más o menos, y después de haber hablado de nuestra situación actual durante horas, se durmió en mi brazo. La subí a la casa y la acosté en uno de los sillones. Cuando amaneció, le expliqué a Caroline y a Noah y no hubo problema por su parte.

—¿Qué hora es? —dice.

—Las once de la mañana.

Se pone en pie de un salto tan ágil que me desequilibra. Es gracioso verla con el maquillaje emborronado, las ojeras y el pelo despeinado. Se pasa una mano por la cara y luego mira a su alrededor furtivamente.

Tengo tantas preguntas, pero no quiero que se sienta presionada. Sé que ella puede hacerlo.

Se arregla un poco la ropa, el cabello y luego saluda a todos, que charlan en la cocina. Abigail rueda los ojos al verla; sé que nunca ha querido tener contacto con ella, pero va a tener que asentir y sonreír, porque la llevará de vuelta... si no lo hago yo mismo.

En un momento, las mujeres se quedan solas y salgo con Noah al jardín para que tome el aire. Camina arrastrando los pies, su rostro vuelve a estar paliducho y conmigo muestra las expresiones del dolor físico que siente.

—¿Cómo te encuentras hoy? —musito.

—Bueno... mal. Para qué mentirte.

—Te has tomado la medicación en el desayuno... ¿cómo es que...?

—Sí, Gabriel... —me interrumpe. —Pero no me la tomé durante la semana.

Alzo las cejas, no me lo puedo creer. ¿Cómo va a curarse si es el primero que se resiste a ello? Niego con la cabeza y le aprieto los hombros enérgicamente mientras pregunto en un susurro:

—¿¡Eres idiota!?

Él mira a otro lado y suspira, pero no me responde.

»Bien, como quieras. —cedo y alzo mis manos en signo de rendición. —Yo sólo quiero ayudarte.

—¿Sabes cómo me ayudarías?

—Callándome. Ya, te entiendo.

—Aparte. —se ríe débilmente. —Hay algo que quiero que hagas, y que quiero hacer.

—Suéltalo.

—Primero tienes que contarme cómo ha llegado Sophie aquí y qué tienes pensado con respecto a ella.

Le explico todo lo que sé, así como que no tengo pensado nada. Que sólo... quiero estar presente en su vida porque aunque no lo sienta, sé que se lo debo. Sé que es lo justo. Ahora que tiene una segunda oportunidad, me gustaría ayudarla a pesar de ser plenamente consciente de que ella se va a negar por todas las molestias que le he causado.

—¡Intentó suicidarse! —le digo casi en silencio.

—Ella es quien estaba enamorada de ti... definitivamente.

Sí, eso se lo conté en algún momento tras salir de la cárcel, justo cuando le puse al día de todo. Asiento y meto mis manos en los bolsillos, balanceándome sobre mis pies.

»Se le nota. —dice y tose. —Te mira incluso cuando tú crees que no lo hace. Está atenta a ti cada segundo, en cada uno de tus movimientos trata de llamar tu atención. Eso sí, con elegancia. Y mírala —señala con la cabeza hacia el interior y le hago caso— fingiendo no tener emociones cuando por dentro muere por ti.

—Qué filosófico, Noah.

—Hablo en serio, Gabriel. Por mi profesión he estado en contacto con cientos y cientos de criaturas que podían sentir... sabes de lo que hablo porque te dedicas a lo mismo.

—Lo sé.

Abigail nos interrumpe para informarnos de que se marcha, y de que va a llevar a Sophie de camino. Yo tardo en reaccionar, pero le pido que me deje llevarla. Ya no sé qué hago, ni si está bien o mal, pero tengo la necesidad de acompañarla. Por supuesto mi hermana no pone impedimento y se marcha al poco rato.

Noah me mira de reojo.

—¿Qué era eso que querías hacer, y que yo hiciera?

—Aún lo estoy pensando, pero te lo contaré. —sentencia serio.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora