31. Prisión.

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Tres horas y media de juicio express, como le llaman. Aunque yo diría improvisado y trucado. Mi abogado ni siquiera conocía un poco de lo que pasaba, lo hizo todo rápido y de mala manera, lo que no me ha ayudado en absoluto. Han venido testigos: Sasha, a quien no he mirado a la cara, aquel vigilante de seguridad que me pilló sacando el historial de Travis y otra enfermera que no había visto en mi vida.

Ahora mismo estoy a la espera de algún resultado. La mujer de Damien sale a deliberar y me echa una mirada que no interpreto bien. Sé que ella no esperaba esto, pero al no tener sentimientos es imparcial.

A lo que le doy vueltas, realmente, es a la reacción que tendrá mi compañero cuando lo sepa todo. No me preocupa, es imposible, pero sé que está en el claustro del hospital y votará «no» a la posibilidad de reincorporación ofreciendo servicios al estado, es decir, la alternativa a la cárcel.

Me meten en el calabozo a la espera de una decisión. Ahí el tiempo parece no pasar nunca, no veo la luz del sol siquiera, pues todos son focos artificiales. Las heridas me escuecen, así nunca me curaré. Están volviendo a sangrar puesto que me las han curado muy levemente.

Un funcionario aparece y me pongo en pie, espero noticias pero en vez de eso veo entrar a mi madre, con su imperturbable gesto serio y su rubio pelo recogido en un moño.

—Eres un inepto. —me dice mirándome. —Estás hecho un Cristo, has perdido todo.

—Si has venido para esto, vete.

—No seas cafre. —me reprocha y mira de reojo al funcionario, que está erguido dándonos la espalda. —Dime qué hacer ahora.

—¿A qué te refieres?

—A cómo encontrarla, Gabriel.

—No, mamá. No te metas. Dile a Abigail que...

—Para. No puedes obligar a nadie a nada, ¿entendido? Si tu hermana se ofrece, pues perfecto, pero sé que la estás sobornando. Ha confesado que le pagaste cinco mil por su silencio. ¿¡Eres idiota!? —grita en un susurro.

Genial, mi madre bronqueándome a mis treinta y dos años.

—Entonces, búscala. Por favor. —le digo.

—Dime dónde, cómo.

—En mi casa, debajo de la lámpara de la entrada hay un listado de números importantes. Guárdalo, entre ellos está el de Sophie y el de Noah. Insiste en llamarla y si no, investiga. No tengo ni la menor idea de dónde encontrarla.

El funcionario toma a mi madre del brazo porque se ha acabado el tiempo, pero ella se suelta de un manotazo al grito de «no me toque». Sale de allí sin volver a mirarme y me siento en la banca metálica que hay aquí. A esperar.

***

Me sacan de aquella jaula y me llevan bien sujeto hasta la sala donde me juzgaron. De nuevo está la mujer de Damien ahí, en el atril y con la toga negra. Me mira y luego desvía la vista a otra parte. Puede que no asimile que quien está aquí, soy yo.

—Se ha tomado una decisión. —dice. —Tras un largo análisis de las pruebas y declaraciones de los testigos, procedemos a condenar a Gabriel Brown a cinco años de cárcel por falsificación de documentos y ocultación de los mismos. Así mismo, se le condena por no notificar de la huídal del paciente Travis Garland y su madre. De igual forma, si se corrobora que ha mantenido algún tipo de contacto con ellos durante el transcurso de tiempo entre que abandonaron el hospital y el día de hoy, la condena aumentará en dos años más.

Miro a la jueza con la mandíbula tensa. No sé qué pensar, sólo concibo mucho peso sobre mi espalda, todo se me viene encima, el mundo cae sobre mí. Dejo de escuchar, las voces se convierten en murmullos, y la visión se me nubla, pero no desfallezco. Alguien me da agua.

—Tendrá usted derecho, Gabriel, a asistencia médica durante el tiempo que permanezca en prisión, así como una llamada semanal que será grabada. Compartirá celda con alguien más, pero podrá solicitar una individual si así lo desea. Estará en el ala oeste, donde se localizan las penas menores y tan sólo podrá salir a la hora del almuerzo y el descanso. Por la noche, la comida la servirán en su habitación.

Miro a otra parte, a Sasha, que clava sus oscuros ojos en mi rostro. Sonríe satisfecha. A su lado, el guardia de seguridad mira al suelo y la enfermera que desconozco juguetea con sus dedos.

—Pueden retirarse. —sentencia la jueza dando un golpe. —El juicio ha terminado.

Camino junto a un funcionario hasta la salida y me montan en un coche. El abogado de oficio que me acompaña también va conmigo y sé que quiere hacerme preguntas, pero estoy abstraído. Necesito tiempo para entender que mi libertad acabó hace unas horas, y que pasaré los próximos cinco años encerrado. Todo esto, esperando a que no se demuestre el contacto con Sophie, ni mucho menos la tercera operación, clandestina.

No sé cuándo me duermo, pero me despierto por un fuerte frenazo del furgón policial en el que voy. Bajo obligado, aunque no opongo resistencia, y camino desganado hasta la entrada de la Prisión de Sephanie. Nunca pensé que estaría aquí, y menos tan pronto.

Me llevan hasta una habitación donde se encuentra alguien más acostado, tapado hasta arriba. El funcionario me suelta el agarre de las esposas cuando estoy dentro y da paso al abogado, que entra conmigo y se sienta en la que supongo será mi cama. Cierran con llave y miro hacia fuera, como si pudiera salir.

—Siéntate, Gabriel. —me señala el abogado su lado derecho y aunque vacilo, hago caso. —No hay más remedio que esto, no podemos demostrar que no lo hicieras, porque lo hiciste.

—Lo hice. —digo.

—A ver... —toma aire. —La condena puede rebajarse por buen comportamiento. Te pido que no te metas en peleas, respeta y te respetarán. La cárcel es peligrosa, los presos son peligrosos y aunque los de aislamiento están lejos, debes cuidarte. Aquí estarás solo.

No respondo.

»Veamos... ¿tienes mujer? ¿Hijos? ¿Familia?

—Tengo a mi madre y... a mi hermana.

—Nos pondremos en contacto lo antes posible.

Continúa hablándome de las condiciones y horarios y termina dándome un mono naranja que he de ponerme. Luego, el funcionario da paso a una enfermera que cura mis heridas con alcohol y aunque escuece, aguanto. Cuando se va, el abogado la acompaña y me desea suerte antes de desaparecer por la puerta.

Vuelven a encerrarme y me tumbo en la cama, recostado contra la pared esperando a que venga el sueño y cuando me despierte, todo sea una pesadilla.

Estar en ese buen momento antes de conocer a Travis y a su madre.

Antes de dejar mi vida ir.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora