18. Merece la pena.

178 20 2
                                    

No sé por dónde empezar a preguntarle qué ha pasado; cómo es que ha herido a...

¿A quién ha herido?

—Por favor, toma aire y explícamelo todo. —le digo.

—Me desperté temprano, mucho. Me vestí y cogí algo de dinero de tu cartera para desplazarme en taxi hasta el hospital. Tú aún dormías, ¿sabes? Recordaba el horario de Sasha por los días que pasé en allí, sé que es una de las personas que más temprano entra, a las seis y media. La esperé en la puerta del aparcamiento y cuando su coche pasó, yo lo hice también. Escondiéndome entre los pocos vehículos que había, la asalté cuando estaba bajándose y le di un par de... —solloza. —Ya sabes...

—¿Qué?

—Puñaladas. No fueron profundas, o eso creo. Sólo sé que me miró, pero es imposible que me reconociera puesto que usé el mismo atuendo que la noche de Halloween y aquel día que salí a comprar algunas cosas. Me puse esa peluca negra.

—¿¡Apuñalaste a Sasha!? —grito en un susurro. No quiero que Travis se entere.

—Lo hice. —muerde su labio superior tragándose las lágrimas. —Lo hice porque ella quiere matarnos, y si he de defenderme, lo haré.

—Estás en un buen lío. —sentencio pasando una mano por mi rostro.

—No, en un buen lío estás tú. Yo estoy en la mierda. Pero, ¿sabes qué? Estará hospitalizada al menos unos días. Y de ese modo, hemos ganado tiempo. Tenemos que irnos de Sephanie.

—No me puedo ir de Sephanie así como así. —le digo y me pongo en pie.

—Mira, esto ha cruzado un límite. —se pone en pie. —Ya no puedo más, estoy sufriendo. Todo me desborda, ya no sé qué decirle a mi hijo. No deja de preguntarme por qué no salimos, por qué nos tienes secuestrados. ¡Tengo que explicarle a diario que tú no nos tienes secuestrados! ¿¡Entiendes a Travis!?

Sí, podría entenderlo, pero qué más da. No arreglará nada. Ahora tengo que actuar realmente como lo que soy: una persona sin sentimientos, fría y sin corazón. He de tomar decisiones importantes; Sophie no está en condiciones de hacerlo.

—Duerme. —le digo. —Yo hablaré con Travis y me encargaré de traerlo a la cama. Si no descansas, será mucho peor. Mañana encontraremos una solución.

Ella asiente y se tumba.

—Sé cuidadoso con tus palabras. —me pide agarrándome el brazo. —Tiene sólo diez años.

Asiento y me voy al salón con la intención de hablar con él, pero se ha quedado dormido en el sofá. Le cojo en brazos, le llevo a la cama y lo acuesto junto a su madre, que me lo agradece y le abraza, acurrucándose con él.

Vuelvo sobre mis pasos y recojo los restos de la cena del niño. Me tomo una fruta, no tengo últimamente apetito para cenar.

Y pienso.

Pienso en cómo salir de esta lo menos herido posible. Cómo mantener a salvo a Sophie y a Travis, cómo volver a mirar a los ojos a Sasha.

***

—¿Te has enterado? —me pregunta Damien poniéndose a mi lado.

—¿De? —inquiero mientras preparo los utensilios para la primera operación.

—De que Sasha está hospitalizada. La atracaron ayer, muy temprano, y fue en el garaje. Van a comenzar una investigación. Quien sea, tiene acceso a los garajes y ha apuñalado a una compañera. ¿Sospechas de alguien?

—No. —respondo frío. —Creo que ella nunca ha tenido problemas con nadie.

—Parece que sí los tenía. Si no, no me lo explico.

Es lo último que dice antes de desaparecer entre los pacientes. Mi mirada se pierde en la nada momentáneamente. ¡Creen que ha sido alguien de dentro! Y no podrán culparme, puesto que yo llegué con mi coche un tiempo después.

Horas y horas de cirugía dan paso a la noche. Damien pasa por mi lado con su habitual gesto serio y para cuando está a punto de abrir la puerta del vestuario de hombres.

—¿Quieres venir a ver a Sasha? Había pensado en acercarme.

—Pues... esta noche no puedo. —digo. —Me pasaré mañana en cuanto tenga un hueco.

—Vale. —se encoje de hombros sin más. —¿Cómo te va con tu mujer, Abigail? ¿Se ha mejorado ya?

¿Mejorarse? Ah, sí, le dije que estaba enferma.

Sí, mi mujer, seguro.

—Bien, ocupados con los preparativos de boda. Ya está mejor. —sonrío forzado. Cuántas mentiras.

—Espero con ganas tu gran día, compañero. ¡Nos vemos mañana! —se marcha.

Me apoyo en la pared del pasillo y cierro los ojos. Sasha aparece constantemente en mi cabeza y se está convirtiendo en una pesadilla. No me quiero imaginar para Sophie. ¿¡Cómo pudo hacer eso!? Aún no lo creo.

Llego hambriento, ya que no comí nada al mediodía. Sophie está sirviendo la cena a Travis en la mesa y sonríe cansada cuando me ve llegar. Dejo todas las cosas y tomo asiento junto a ellos. Es la primera cena juntos en algunos días, supongo que esto les ayudará.

El niño no me mira, tan sólo remueve el brócoli con su tenedor con un gesto de ¿asco?

—¿Qué has hecho hoy, Travis? —le pregunto para romper el hielo.

Sus ojos marrones se clavan en los míos con la misma expresión con la que miraba al brócoli. Sophie tose y yo sólo espero una respuesta.

—Ver la tele, jugar con el balón... leer.

—Eso está bien. Cuando yo tenía tu edad, me gustaba leer. Leía siempre y...—

—¿Nos dejarás ir alguna vez? —pregunta interrumpiéndome.

Le miro y bufo. Para tener diez años sí que está espabilado.

—No os estoy secuestrando, os estoy protegiendo. —sentencio y meto en mi boca una pinchada de comida.

—¿Protegiendo de qué? —pregunta el niño de nuevo.

—¡Travis, ya vale! —le regaña su madre con un golpe seco en la mesa.

Quizás, él merezca una explicación también. No le he prestado atención en todo el tiempo que lleva aquí, y vuelve a ser jueves. Casi viernes, ya.

—Dejale, Sophie. Le debemos algunas explicaciones. —digo sin mirarla, aún con la vista puesta en el más pequeño. —Pregúntame lo que quieras, te responderé.

—¿Con sinceridad?

Bueno, no es que la sinceridad esté siendo mi punto fuerte últimamente, pero se intentará.

—Sí. —digo no muy convencido.

—¿Qué pasa para que tengas que protegernos?

—¡Travis, eso lo sabes! —vuelve a decirle su madre, nerviosa. —Te lo he explicado mil veces.

—Veamos. —le digo rascándome la barbilla. —Tu madre y tú podéis sentir, lo cual está muy mal en esta sociedad. Si os descubren, pasarán cosas muy malas.

—¿Y por qué nos proteges tú?

—Porque... —pienso detenidamente. —Termino todo lo que empiezo. No soy un hombre de hacer las cosas a medias y si accedía a operarte una tercera vez, lo asumiré con todas las consecuencias que vengan.

—Pueden matarte por nosotros.

—En ese caso, moriría por algo que mereció la pena. Al fin y al cabo, también hemos tenido algunos buenos momentos. —es lo que digo antes de ponerme en pie y retirarme con mi plato a la cocina.

Ahí no he mentido.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora