29 ~ ¿Acostumbrarse? Imposible

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NARRA HAYES

–Aquí tienen –escuchamos la voz de mamá. –Y no permitiré que me digan que no tienen apetito –dijo, entrando a la sala con dos platos de comida en las manos.

–No tengo hambre –dijimos Nash y yo al unísono.

Con Nash, volteamos a mirarnos y luego a nuestra madre, quien nos ignoró, colocando los platos en la mesa frente a nosotros y desapareciendo nuevamente por la entrada de la cocina.

Nash y yo habíamos entablado una que otra conversación de rutina desde que regresamos de Europa. En cuanto a los chicos, pues ninguno de los dos nos hemos comunicado con ninguno de ellos desde entonces.

Pude ver por el rabillo de mi ojo como Nash se acercaba a su plato de comida, llamando mi atención.

NARRA NASH

Dudoso, llevé uno de los trozos de carne a mi boca y lo mastiqué débilmente. No podía negarlo, la verdad es que sí tenía hambre. Realmente no había comido muy bien en estas últimas semanas. Tenía hambre, pero cada vez que intentaba comer algo, me daban nauseas.

Dirigí mi mirada hacia el televisor frente a mí, donde había un juego de fútbol americano, al cual ni Hayes ni yo le prestábamos atención.

En cuanto percibí el sabor en mi boca, hice una mueca. No me sabia a absolutamente nada. De repente, la sensación de hambre desapareció. Sin pensarlo dos veces, volví a colocar el trozo de carne en el plato.

Noté como Hayes se mantenía al tanto de todos mis movimientos, dirigiendo su mirada del plato a mí y viceversa. Aclaré silenciosamente mi garganta antes de hablar.

–Deberías comer algo –comenté, suponiendo que él estaría en el mismo estado que yo o incluso peor.

–No tengo hambre –contestó, cruzándose de brazos con los ojos pegados a la pantalla del televisor.

–No puedes simplemente dejar de comer, Hayes.

Él se giró al igual que yo y alzó una ceja.

–Mira quién habla –bufó, rodando los ojos y apartando la mirada de mí.

–No puedes seguir enojado conmigo –fruncí el ceño.

–Ah, ¿Enserio? –preguntó, observándome con fingida sorpresa. –Pruébame –desafió antes de enderezarse en su asiento y dirigir la mirada nuevamente hacia el televisor.

Bufé y me restregué las manos por el rostro, frustrado.

–Hayes, escúchame –comencé a decir, acercándome un poco más a él. –Tienes que entender, no puedo hacer nada, no puedes hacer nada –hablé despacio, intentando a que entendiera de una vez. –No puedes ser tan egoísta –dije y noté como su mandíbula se tensaba. –Yo también estoy sufriendo –coloqué el dedo índice sobre mi pecho, señalándome.

–¿Enserio? Que sorpresa, no lo parece –respondió cortante.

–¡Sólo te pido un poco de madurez! –alcé el tono de mi voz más de lo que pretendía, empezando a enojarme.

–¡¿Me estás pidiendo madurez?! –se levantó del sofá y se acercó peligrosamente a mí. –¡Aquí el único inmaduro eres tú! –gritó, señalándome. –¡¿Qué?! ¡¿Enserio esperas que, con hacer una estúpida e inservible denuncia, ella aparecerá por arte de magia?! ¡Porque si es así, estás muy equivocado!

Al terminar de hablar, Hayes se fue casi corriendo hacia las escaleras, no sin antes lanzarme una mirada.

Sin embargo, su mirada no parecía ser de odio, como yo esperaba, ni mucho menos.

Era más bien una mirada de decepción.

NARRA MAHOGANY

Mentiría si dijera que he podido dormir más de cinco horas desde que todo esto sucedió. No he podido pegar el ojo en una noche completa.

He estado contando los días para poder ver a mi amiga de nuevo. Para poder dejar de sentirme así de una vez por todas.

Nunca quise imaginarme una vida en la que ella no estuviera a mi lado. Estaba acostumbrada a siempre contar con ella. Ella siempre estaba allí para desahogarme, para hablar de lo que fuese, sin importar la hora, burlarnos y gastarles bromas a los chicos, entre otras cosas que sólo podía hacer con ella.

Y ahora, por mala del destino, me tocó saber lo que se sentía no tener a mi mejor amiga conmigo.

Me paré de la cama y caminé hacia el espejo, donde se encontraban colgados muchos de los recuerdos que nunca podría olvidar.

Reí al ver una de las fotografías que había tomado hacia años atrás, en donde habíamos hecho una carrera en la playa. Ella hacía pareja con Nash y yo con Jacob, la carrera consistía en treparnos a caballo encima de ellos y que estos corrieran hasta llegar a donde se encontraba el resto de los chicos.

Los perdedores tenían que invitarles a todos una bebida en un minibar que quedaba al otro lado de la playa, aunque claro, ese honor les había tocado a ellos, pues Jacob y yo habíamos salido ganadores.

Una inevitable sonrisa melancólica apareció en mis labios.

Mis ojos comenzaron a aguarse, pero me contuve a derramar más lágrimas. Sabía que, si ella estuviese aquí ahora, me diría que no debería llorar y que todo iba a estar bien.

No podía ocultar que la extrañaba demasiado. No quería acostumbrarme a estar sin ella.

Cualquiera que la haya conocido como nosotros entendería que es prácticamente imposible acostumbrarse a una vida sin ella luego de haberla conocido.

No podía seguir más tiempo sin ella, no lo soportaba.

Amnesia || Magcon [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora