54 ~ Autopsia

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NARRA CARTER

Luego de varios segundos, Hayes abrió la puerta, haciendo que las luces que se encontraban en el techo, aparentemente automáticas, se encendieran.

Al entrar, lo primero que noté fue el drástico cambio de temperatura. Cada vez que inhalaba, podía sentir el aire helado raspando mi garganta.

Podía asegurar que el lugar se encontraba a unos cuantos grados bajo cero. Sí, tal vez exageraba un poco, pero comparando esto, con el calor que hacía afuera, esta habitación se sentía como un congelador.

Fui el último de los chicos en entrar, por lo que me hice cargo de cerrar la puerta.

Al principio, temí que tuviera que dejar la puerta abierta, para evitar quedarnos aquí encerrados con un montón de cadáveres.

Luego de echarle un vistazo a la cerradura por la parte de atrás, vi que no tenía ningún tipo de sistema numérico ni nada por el estilo. Sólo tenía una perilla y un seguro común y corriente, lo que significaba que podíamos asegurarla y abrirla por dentro sin ningún problema.

Cerré la puerta con seguro y volteé a ver a los demás. El lugar era espacioso y estaba muy bien iluminado por las brillantes y largas luces que cubrían el techo.

Las paredes eran blancas y carecían de algún tipo de decoración y había largas mesas de metal, justo en el medio de la habitación, unas junto a las otras.

Todas las mesas estaban completamente vacías a excepción de la más pequeña, que se encontraba cubierta de materiales y utensilios cuyos nombres no podría pronunciar, aunque los supiese.

Y, por último, la pared del fondo parecía haber sido reemplazada por enormes cuadros de metal que, a simple vista, parecían ser un enorme despachador. Aunque era obvio que no eran documentos lo que resguardaban allí.

Olía mal, pero no tanto como imaginé que sería, supongo que el frío, además de preservar los cadáveres, ayudaba a disfrazar el mal olor

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Olía mal, pero no tanto como imaginé que sería, supongo que el frío, además de preservar los cadáveres, ayudaba a disfrazar el mal olor.

Había veinte como mucho, tal vez treinta de éstos, que llegaban de una pared a otra y cubrían todo el espacio desde el suelo hasta el techo.

Me sentía incómodo y estaba seguro de no ser el único.

Ninguno de los chicos hablaba o se movía, nadie sabía qué hacer o decir.

Estuvimos varios segundos en un tenso silencio, hasta que Hayes comenzó a caminar a paso lento hacia uno de ellos y se acercó a la placa que llevaba.

Nash abrió la boca para decir algo, pero la cerró de inmediato.

–En las placas están escritos sus nombres –explicó Hayes, señalándola. –Sólo tenemos que encontrar su nombre –dijo antes de comenzar a leer las placas, una por una.

Cuando Hayes notó que ninguno de nosotros hacíamos ningún movimiento, se giró hacia nosotros de nuevo y una simple expresión de su rostro bastó para movilizarnos, yendo una por una, leyendo las placas que contenían información personal básica de los cadáveres.

Amnesia || Magcon [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora