veinticuatro.

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—Hola, ¿puedo pasar? —Oriana preguntó, deslizando sus dedos sobre el escritorio de la asistente de Harry con una radiante sonrisa. 

—El Señor Styles está en medio de una llamada, lo siento, pero le avisaré cuando tenga tiempo—Arielle le dijo con la misma pequeña sonrisa y un asentimiento de cabeza. 

Oriana se mordió el labio, intentando no reir ante como le dijo. Todo le parecía extraño ya que no estaba demasiado involucrada en esta parte de su vida, pero también se le retorcía el estómago al recordar la posición que tenía en la compañía. No es que se interesara por la estética de sus relaciones, eso sería desalmado, pero el hecho de que saliera con CEO a veces la desorientaba un poco. 

Ella aceptó y asintió—. Está bien. Gracias —había un largo sofá blanco frente al escritorio de Arielle donde Oriana se sentó, cruzando las rodillas para balancear su bolso en su regazo al sacar su teléfono. 

Al fin era lunes, y Oriana no podía estar más contenta de que su fin de semana se hubiera terminado. Harry estaba actuando tan raro a su alrededor y fue frustrante tratar de comunicarse con él. Estuvo bien al fina del día, pero fue porque ella se iba y no pudo evitar sentir como si su presencia fuera la causante de su actitud. Pensó que necesitaba espacio, así que no había esperado una invitación a su oficina para almorzar juntos. 

Llegó un poco más temprano, esperando tener más tiempo junto a él, pero no había estado equivocada al pensar que estaría hasta el cuello de trabajo y que debería esperar. 

Por el rabillo de su ojo, notó a alguien aparecer por el pasillo de las oficinas e ir hacia el escritorio de Arielle. No prestó atención sobre quién era ya que estaba respondiéndole a su madre, quién le había preguntado si era sano alimentar a su perro con guacamole y Oriana le dijo que si quería a su perro vivo, era una mala idea. Tratando de salvar la vida de su mascota familiar, una voz conocida atrajo su atención y sus ojos se ampliaron. 

Primero reconoció los hombros anchos, y luego el desordenado cabello rubio. La voz ronca y sus desaliñadas orejas por jugar hockey. Su boca se secó y no supo que hacer cuando se giró, luego de pedir ver a su jefe, y de haber recibido la misma respuesta al volverse en su dirección. Ambos se congelaron y se miraron el uno al otro. 

Oriana quería correr y no necesitar la protección de un hombre, pero quería que Harry apareciera y la sacara de lo incómoda que estaba poniéndose la situación. Ella era una mujer fuerte que podía pararse en sus propios pies y lidiar con eso, pero realmente no quería hacerlo.

—¿Oriana? —dijo de primero, y parpadeó una vez. Todo lo que pasó regresó a su memoria de golpe al oír su voz. Estaba profunda, pero no tan ronca como la de Harry. 

—Si —habló inexpresiva, ya irritada—, Grayson —se obligó a levantarse para darle una sonrisa forzada y su rostro se iluminó mucho más. 

—Hola —susurró— ¿Cómo has estado? 

—Bien. ¿Y tú? —habló roncamente, tratando la roca en su garganta. 

—Bastante bien. ¿Qué haces en Nueva York? —le preguntó, tomando pasos hacia ella, pero Oriana retrocedió. Sentía que estaba dominándola, aunque era un poco más bajita que él, tenía el perfecto ángulo de puño a estómago. 

—Trabajo —dijo secamente. 

—Igualmente. 

—Ya veo —no hubo ni una chispa de diversión en su voz. Habían terminado en malos términos, de esos dónde realmente no quieres quedar como viejos amigos. No como amigos que se ven y se tratan bien. Se trataban como si nada hubiera sucedido entre ellos, incluso en un encuentro tan inesperado como ese. 

a favor ➳ h.s (español) || act. lentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora