treinta y cinco.

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Las luces de la autopista brillaban en destellos blancos, sobrevolando el auto como la luz de la luna. Los faroles se extendían sobre el auto, creando una sombra sobre el tablero hasta deslizarse a su mandíbula. Su cabeza estaba apoyada sobre la ventaba y su cuerpo profundamente dormido mientras Oriana conducía sobre el límite de velocidad. La autopista estaba prácticamente desierta a las tres de la mañana. Apenas hallaron signo de vida aparte del viejo camión pitando junto a ellos. No estaba segura dónde dormirían la noche, así que decidió ir al apartamento de Harry.

Oriana lo miró de reojo sobre su asiento mientras sobaba su mano sobre la palanca de cambios. Tenía la cabeza recostada en su hombro, sus sienes estaban casi presionadas contra la ventana mientras dormía. Su pecho se elevaba lenta y tranquilamente como si no hubiera sufrido el ataque de pánico más grave hace un par de horas. El único indicio de su ataque de pánico era su cansancio. 

Sin embargo, el corazón de Oriana seguía palpitando erráticamente. No quería despertarlo, pero deseaba saber si estaba bien. Ninguno tenía idea de que había desencadenado lo que ocurrió en el servicio del avión y él obviamente tampoco quería discutirlo. Ella tenía el presentimiento de que estaba avergonzado cuando no tenía razón alguna para estarlo. En todo caso debería sentirse orgulloso de haberlo superado. Harry nunca había sufrido de un ataque de pánico antes. 

Había tenido colapsos. Había llorado por estrés y había pasado noches sin dormir, pero nunca había sido incapaz de respirar antes. Era algo nuevo. Y había sido malditamente horrible. 

Agradecía que Oriana hubiera entrado, pero no podía hallar las palabras para decírselo. No sabía que podría haber pasado si ella no lo hubiera hecho. Harry siempre había sido alguien sano. Él nunca había sufrido de nada. A excepción de un pequeño derroche de rebeldía cuando tenía 14 y todo lo que hacía era cantar en voz alta en clase y aquella vez que se bajó los pantalones en gimnasia, pero él nunca había sufrido de un cambio drástico en su comportamiento. Tampoco había tenido novia antes. Estaba viviendo una experiencia completamente nueva de responsabilidad. 

La presión lo estaba agobiando. Como un saco pesado y molesto, obligándolo a solucionar todo rápido y como era debido. A solucionar la decisión de sus padre, a hallar la forma de como decirle a Oriana todo sin que se molestara. A asegurarse de que su hermana estaba bien. Que sus negocios estaban bien. No quería sentir lástima por sí mismo, pero odiaba la situación en la que se encontraba. No sentía merecer todo ese estrés cuando no había hecho nada para merecerlo, pero tampoco tenía idea de como lidiar con ello. Era demasiado joven para el mundo. No tenía el carácter de su padre, y estar enamorado lo distraía. 

Aunque no quería aceptarlo, Harry era solo un niño. Debería estar en la universidad ahora. Descubriendo como querría pasar su vida. No yendo a clubs nocturnos y emborrachándose. Y tampoco teniendo un trabajo. Debería estar tomando sus propias decisiones y sufriendo otros tipos de estrés. No esos que afectaban a miles de personas que empezaban nuevas franquicias. Era demasiado extremo que tuviera que mudarse a otro lugar cuando apenas se había instalado en Nueva York. Él solamente tenía que suplicarle a sus padres buscar otra solución, porque no tenía ninguna. 

Llegaron a su apartamento y Oriana aparcó el auto en el estacionamiento. Esperaba que se despertara cuando el motor se detuviera, pero estaba en un profundo sueño. Se frotó las manos en la cara con frustración y miró de reojo su teléfono descansando sobre el tablero. Sus manos picaban. Quería tomarlo y leer los mensajes de su madre, pero sabía que no podía ni debía. Estaba mal. Era invadir su privacidad. Pero estaba preocupada, ocurría algo que él no estaba diciéndole. Tenía que ser eso. Él no reaccionaría así si fuera un pequeño problema. 

Oriana tomó su teléfono solo para guardarlo en su bolsillo junto al suyo. Quiso apretar desesperadamente su botón de inicio. Abrió la puerta del coche antes de despertarlo, acariciando su pecho hasta que la miró. Sus pestañas se sacudieron lentamente al enfocar sus irises en ella, quien sostenía su cuello, tirando ligeramente con una pequeña sonrisa.

a favor ➳ h.s (español) || act. lentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora