Capítulo 29.

24.6K 1.4K 166
                                    


CAPÍTULO 29.— ALBERT TROBOLT.

Los rayos del sol que se colaban por la ventana causando una horrible sensación de fastidio en mis ojos. Protesté mientras giraba mi cuerpo ubicándome de costado y me escondí tras la sábana que a penas me cubría. Después de un par de segundos, entrecerré mis ojos adaptándome a la luz. En ese momento recordé que habían iniciado las vacaciones de verano, por lo tanto, tendría que soportar todo el tiempo con Nickolas a mi alrededor, habría que prepararme metalmente para ello.

Bostecé cubriendo mi boca con una mano mientras apartaba la colcha con la otra, el calor era infernal y estaba sudando como una brocheta humana, pensamiento que logró llenarme la cabeza con la palabra comida y ello fue suficiente para producir que mi estómago rugiera, así que me puse de pie en busca de alimentos para calmar a la fiera que atacaba dentro de este, pero antes me dirigí al cuarto de baño con la intención de lavar mis dientes, desafortunadamente, justo antes de llegar escuché un par de voces en el living, en realidad como si hubiesen muchas personas manteniendo una conversación.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer estaba un poco mal, sin embargo, dejándome llevar por la curiosidad, me puse en cuclillas y gateé hasta ubicarme tras la isla de la cocina, para seguidamente ojear disimuladamente, notando como resultado a dos personas —además de Nickolas—, en una charla intensa que se inclinaba más a una discusión.

Siendo iniciada por un hombre adulto, ligeramente rubio, como si la edad se hubiese llevado todo el color, con rasgos duros y una mirada color zafiro medianamente cansada acompañada por un par de arrugas a penas visibles, sentado con las manos cruzadas. Continuaba con una chica joven, rubia en excelencia, de mirada oscura y llevando un aspecto de genuina confianza, con la suficiente personalidad para llevar un pintalabios rojos sin sentirse intimidada. Finalizada por Nickolas, aquel chico jodidamente perfecto que esperaba encontrar junto a mi lado al despertar y sin embargo se hallaba justo aquí, en una situación que se veía increíblemente seria.

Las voces eran tan suaves que a penas y podía descifrar de que tema hablaban. Dos hombres enormes se hallaba de pie junto a la puerta del departamento, casi como si estuviesen protegiendo la conversación. Me acerqué un poco más en el intento de escuchar aquellas palabras, pero como no me fijo en lo que hay frente a mí, choqué con el pote de basura de la cocina, el cual provocó un estruendo lo suficientemente fuerte como para que todos dirigieran su mirada hacia mí.

¡Felicidades, Roxana! Vaya forma de presentarte ante la familia de tu prometido.

—Usted debe ser Roxanne —habló el hombre, de forma amable y levantándose del sofá.

—Roxana —le corrigió Nickolas con cierto tono de disgusto.

No parecía nada sorprendido ni ofendido, lo que fue suficiente motivo como para no tomar con mucha importancia el acontecimiento anterior, que por cierto, gracias al cielo estaba vacía, de no ser así, la sitación habría sido bastante más vergonzosa. Rápidamente me puse en pie y erguí la espalda esperando ofrecer una presentación adecuada.

—Es un... gusto, conocerlo...

Suponía que era el padre de Nickolas, en su traje de magnate, una enorme placa con las letras "Trobolt" resaltaba en dorado ubicada en su costado derecho. Además de ese detalle, al observarle detalladamente, podía asimilar un parecido físico impresionante entre los dos sujetos.

—El placer es todo mío, jovencita. Siempre quise conocerla. Mi hijo me a hablado maravillas de usted, pareces agradable. Mi nombre es Albert Trobolt.

Nickolas chasqueó su lengua con desagrado ante la mención, la presentación fue suficiente para afirmar mi teoría, en definitiva se trataba de su padre y la expresión de irritación en el rostro de Nickolas me lo afirmaba más que todo lo demás en aquella habitación. La atmósfera se sentía... Pesada.

Un compromiso arreglado por el gobierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora