Capítulo 34.

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CAPÍTULO 34.— LA VENGANZA A PENAS COMIENZA.

Eché un vistazo discreto a Nickolas por el rabillo del ojo. Ninguno de sus movimientos eran distintos, no parecía sentirse arrepentido en absoluto por haber besado a aquella chica después de confesar que me quería y después de que yo le hubiese confesado lo mismo. Me preguntaba si había besado a más chicas y seguía actuando de esa forma, como si nada hubiese pasado... Me preguntaba si incluso había llegado más “lejos” con otra chica y seguía actuando «normal».

Ya era difícil en sí descubrir que pasaba por su cabeza y en esta situación específica su actitud y comportamiento no servía de mucha ayuda que digamos.

Volví la mirada al televisor antes de que me notara contemplándole y se hiciera una idea equivocada. Sujeté el mando entre mis manos y comencé a hacer “zapping en busca de algún programa o película que llamara mi atención. Nickolas caminó hasta ubicarse justo a mi lado en el sofá y se echó sobre mí, que me encontraba acostada boca abajo. Su aroma inundó mi sentido del olfato y todo lo que percibía en ese momento era el arma de su colonia creada por alguien que quería la perdición de las mujeres.

—¿Qué estas viendo? —preguntó sujetando mi mano y arrebatándome el mando de la televisión.

Curiosamente, por el canal en que había parado estaban pasando 300 y justamente, era una escena en la que un espartano se tiraba a alguien.

—¡Devuelvémelo! —demandé agitando la mano con la que lo sostenía. Nickolas rió como respuesta, gracias a que su cuerpo aplastaba el mío no podía moverme en absoluto—. Quítate, pesas.

—Esto se ve interesante... —murmuró en tono burlón observando la televisión—. ¿Te gusta ver esas cosas?

Rodé los ojos.

—Cállate, Nickolas. Tu fuiste quien puso eso.

—Ah, ahora me culpas a mí —susurró aún con su tono de burla.

Sujetó mi mano y me giró provocando que quedáramos frente a frente. Me envolvió en un abrazo, su olor volvió a acariciar mis fosas nasales y sentí la necesidad de corresponderle pero me contuve. No iba a darle a entender que podía hacer cosas estúpidas y luego podía tocarme a su gusto.

¿Cómo podía enojarme con él si actuaba de ese modo?

—Aléjate —siseé con ningún tono en específico.

No sabía como actuar. ¿Cómo se suponía que debía decirle a Nickolas que le había visto con aquella chica besándose en el pasillo como si la vida se les fuera en ello? ¿él iba a responderme? ¿o simplemente ignorarme? Acababa de terminar el verano y ya sentía que se avecinaban problemas.

—¿Está bien...? —respondió dudoso.

Sujeté el mando del televisor y lo apagué. Empujé su cuerpo para después intentar huir por la pequeña brecha que se había formado y, sin embargo, cuando estuve en pie, Nickolas se levantó tras de mí y sujetó mi muñeca acabando con mi idea de encerrarme en mi habitación a pensar.

—Sabes algo, ¿verdad? —aseguró. Lo que más me dolió fue que aquello había sido más una afirmación, que una pregunta.

—No sé a que te refie...

Sujetó mi mentón y me giró obligándome a mirarlo. No quería, siempre que le veía mis ojos bajaban a sus labios por pura inercia y me preguntaba ¿cuántas chicas más habrían besado esos carnosos labios? Gran parte de mi sufrimiento era culpa mía y mis pensamientos desmotivadores.

—Sabes a que me refiero, eres mala mintiendo. Es fácil ver a través de ti —declaró sin dejar de sujetar mi mentón.

Por alguna extraña razón que desconocí, mi mente tomó aquellas palabras más como un insulto que una simple afirmación. No me gustaba el tono que estaba usando conmigo.

Un compromiso arreglado por el gobierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora