Capítulo 12.

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CAPÍTULO 12.— CORAZONES.

No recuerdo la última vez que había mantenido una charla agradable con Nickolas. No sabía cuánto se suponía que llevábamos sin dirigirnos la palabra. Confieso que al inicio estaba enojada con él, irremediablemente enojada, sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, se me hacía frustrante la idea de no hablar con él, de no escucharlo reír e incluso, Nickolas parecía esforzarse por no dirigirme la mirada. No había vuelto a enfocar sus profundos verdes en mí y entre más transcurría el tiempo, sentía una extraña ausencia de su parte.

Vivíamos juntos, no importaba el rencor que ameritara la situación, el que no me mirara era excesivo. De algún modo me molestaba el que su ausencia me afectara tanto, sin embargo, no estaba enojada con él, en absoluto. Difícilmente podía estar enojada con él y frustrantemente, me era imposible ser indiferente con su repentina ausencia. Así que iba a disculparme. Iba a disculparme con él tragándome  mi orgullo porque ya no podía seguir con esto.

—¿Roxana? —llamó Danica intentando obtener mi atención, cosa que probablemente era imposible—. ¿Me estás escuchando siquiera?

—Disculpa —negué sin intención de ofenderla—. ¿Decías?

—¡Roxana, estás muy distraída! —reclamó apretando su mandíbula—, es la décima vez que te hablo y te encuentras en las nubes. Deberías arreglar las cosas con Nickolas de una vez por todas, me exaspera tu actitud. Seguramente piensas en él todo el día.

—Danica —interrumpí pasando por alto su comentario.

—¿Qué?

—¿Qué sucedió exactamente cuando yo estaba ebria? —pregunté mientras sus ojos se llenaban de confusión—, ya sabes, es que no recuerdo muy bien y...

—Pues... Sinceramente no lo sé muy bien. Te topaste conmigo después de que ya irradiabas ebriedad por todos lados —confesó contemplando hacia ningún punto en específico—. Como la buena amiga que soy, te detuve para darte una charla motivacional de que te hallabas ebria y luego huíste de mí sin que yo tuviera la oportunidad de hacer algo.

Oye..., Roxana. ¿Estás ebria? ¡Apestas a vodka!

—¿Discurso motivacional? Claro, amiga. Uno de los mejores —contesté respecto a la imagen que se había formado en mi cabeza.

—Lo sé —respondió con fingido egocentrismo.

Reí.

—Continua —apremié haciendo un ademán con mis manos.

—Luego, para mi suerte, porque no quería perseguirte por la fiesta entera. Chocaste con Nickolas y él te llevó alzada como un saco de patatas a... No sé dónde.

Danica pareció percibir mi sorpresa porque se detuvo un momento a contemplarme con incredulidad, como si me hubiese perdido una escena increíble de la cual ella debía haber sido testigo.

—¿No lo recuerdas? —reclamó frunciendo el ceño—. El chico te llevó por un rato y luego te bajó al suelo, donde ligaron una increíble cantidad de tiempo, sin embargo, de un momento a otro los perdí de mi vista así que no estoy muy informada sobre lo que sucedió.

—Me dejaste sola. Ebria. ¿Acompañada por un mujeriego?

Danica se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

—Es Nickola —pronunció despreocupada y con una sonrisa de diversión tatuada en su rostro—. No podría hacerte nada que no quisieras.

Abrí los ojos, claramente sorprendida y meneé la cabeza en signo de desaprobación.

Un compromiso arreglado por el gobierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora