Capítulo final.

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CAPÍTULO FINAL.
UN RECUERDO.

Nickolas abrió la puerta, encontrádonos así, del otro lado a su padre echado sobre una camilla conectado a diversas maquinas. Tenía los ojos cerrados y su respiración era tranquila, casi parecía una persona inofensiva. Tomé un respiro y aferré con fuerza la mano de Nickolas. Él me devuelvió el apretón y me obsequió una sonrisa que bastó para calmarme, sin embargo, en cuanto subí la mirada y observé mi entorno, mis nervios volvieron tan rápido como habían desaparecido. Caminamos por la habitación en dirección al par de sillones que se encontraban a la esquina de su camilla, sin embargo gracias a que choqué con un objeto en la habitación que ya no he de recordar, el padre de Nickolas, Albert, abrió los ojos y me observó detenidamente para seguidamente suspirar sin ánimos.

—Sabía que ibas a entrar con ella, sin embargo preferiría que no la hubieses traído —murmuró sentándose en la camilla.

—Hola... Albert —habló Nickolas proporcionándome así, un suave apretón en la mano.

—Nickolas —respondió inclinando ligeramente la cabeza hacia él y acto seguido haciendo lo mismo conmigo—. Roxana. Tomen asiento.

Bueno. Dijo bien mi nombre. Esa es una buena señal, ¿no?

Nickolas jaló de mí, camino a los sillones y tomó asiento justo a mi lado sin dejar de sujetar mi mano. Observé nuestros dedos entrelazados y sonreí, pero al levantar la mirada y encontrarme con Albert mi sonrisa se borra.

—Bueno. ¿Qué quieres saber tú? —inquirió como si le hubiese hecho exactamente la misma pregunta a su hermano.

—Supongo que quiero saber lo mismo que Brando —contestó entonces Nickolas con toda seguridad.

Albert suspiró, rascó su garganta con dificultad y seguidamente desvió la mirada sin responder a la pregunta. El silencio se expandía por toda la alcoba y sin embargo eso no era lo que me hacía sentir incómoda, el motivo de mi incomodidad era el producto del pensamiento de que las máquinas sonaban intensamente cada instante y llegué a temer ligeramente la estúpida idea de que en cualquier momento puedían detenerse y terminar todo ahí.

La habitación entró en un silencio que solo presenció a las máquinas continuar pitando con su particular sonido.

—Y ¿Por qué? —pregunta Nickolas de repente.

—¿Por qué? —añadió Albert—. No creo que quieras oír ninguna de las respuestas a todos tus "porqués".

—Estoy seguro de que me encantaría oírlas —agregó con sarcasmo.

—Tus deseos son órdenes —respondió Albert despreocupado—. ¿Cuál te apetece oír primero?

Nickolas lo piensa un segundo.

—¿Por qué mi madre? —indagó observando con ira a su padre— Ella nunca te amó. Y nunca entendiste eso.

Albert negó con su cabeza.

—No debes creer lo que te diga una bruja arpía. ¿Cómo estás tan seguro de que ella nunca me amó? Sí no lo hubiera hecho, ¿no crees que no hubieses nacido entonces? ¿Por qué querría yo un hijo? Nunca hubiese tocado a tu madre si ella no lo deseara y el sucesor de la familia habría sido mi hermano.

Observé a Nickolas.

—¿Por qué debería creer lo que tú digas? —interrogó a manera de defensa.

—Porque Brando sabe parte de esa historia y muchas personas en la mansión también. —Se detiene un instante—. Por eso te fuiste, ¿no? Escuchaste las cosas que se decían sobre tu madre y, sin embargo, no querías creerlas. Así que te fuiste para no escucharlas. ¿Me equivoco?

Un compromiso arreglado por el gobierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora