Veinte minutos pasadas las cinco —tiempo que le toma a Elena ir desde el trabajo hasta mi casa—, escucho el claxon del vehículo de mi mejor amiga.
—Tú no le das un respiro a nadie —digo como saludo subiéndome al asiento del copiloto.
—El tiempo es oro, no hay que desperdiciarlo —aclara arrancando—. Eso debes saberlo tú mejor que nadie.
—Y es por eso que hoy compraremos donde hayan descuentos —comunico con una gran sonrisa, Elena me mira con una ceja enarcada—. ¿Qué? No puedo tocar mis ahorros, no cuando estoy a un paso de mi independencia.
—Espero que la comida que me debes no tenga descuento —dice Elena regresando su mirada a la vía.
—Oh, ahora que lo mencionas —digo buscando en mi cartera—. Me enviaron por correo unos cupones para comer dos por uno en un restaurant de mariscos.
—¡No, Samantha! —exclama Elena asqueada y yo río. No tengo cupones de descuento para mariscos ni la invitaré a comer con rebajas, pero molestarla con eso es algo que vale la pena.
Sí, Elena y yo somos compatibles en muchas cosas, pero como en toda amistad siempre hay un punto de discordancia, nosotras no somos la excepción; en nuestro caso son tres puntos: gatos, mariscos y números. ¿Cómo soporta ella a Safira? Es un misterio; tal vez sea porque amo mucho a mi gata o porque Safira parece saber de su odio por los felinos y siempre que puede le muestra las garras o los colmillos. Cualquiera que sea la respuesta, lo lleva bien. ¿Pero los mariscos? Oh, no. Eso es algo que no le hace gracia, especialmente los camarones.
—¿Te apetecen unas hamburguesas? —pregunto cuando mi risa se ha calmado.
—Por fin hablamos el mismo idioma —expresa asintiendo y parando en un semáforo en rojo—. Busca en la guantera, creo que por ahí puse un volante de un lugar nuevo.
Abro la cajeta del salpicadero y encuentro varias revistas, volantes y objetos no-identificables-por-el-bienestar-de-la-salud.
—Limpia este carro —digo sintiendo la picazón en los dedos. Por mí fuera, este nene reluciera de la limpieza y el orden.
—¿Te pago si lo haces? —pregunta arrancando en el verde.
—No me prestaré para hacerte sinvergüenza —respondo mirando los volantes y encuentro una revista particular—. ¿Qué es esto?
—¿Qué? —dice sin mirar.
—«Revista Destino: el oráculo de tu vida» —leo en voz alta—. ¿Es en serio, Lena?
—Se veía interesante —responde escogiéndose de hombros—. Digamos que es bibliografía para una investigación.
Me río incrédula y abro la revista. Lo primero que me encuentro es un índice de contenido en el que se enlistan un sinnúmero de artículos relacionados con la temática de la revista. Mi vista se enfoca en el apartado «El zodiaco de Afrodita». Me volteo hacia Elena y la veo concentrada intentando rebasar un autobús, así que aprovecho para abrir la página y buscar mi signo. En mi defensa me permito decir que la curiosidad es infinita.
Busco mi carta astral y encuentro algo que me deja estupefacta.
—Qué tontería —susurro al terminar de leer.
—¿Qué? ¿Qué dice?
—Escucha: «¡Bien por ti, torito! La prudencia y terquedad que tienes son la envidia de los demás signos; ¡quién no quisiera escoger tan bien en el amor como lo haces tú! Del futuro no tienes que preocuparte, sólo aférrate a la paciencia que te caracteriza y verás que la vida no está tan enredada como los auriculares en tu gaveta».
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Sam y el amor (en pausa)
ChickLitA sus veinticuatro años Samantha ha tenido más rupturas románticas que vidas su gata. Ha vivido desde un romance de niños, hasta uno de adultos; fue engañada y también parte de un engaño. ¡Incluso fue parte de un harem! El asunto con sus relaciones...