Miro la taza de papel que contiene café humeante mientras intento procesar la información que acabo de recibir. Damián está sentado frente a mí, expectante a mi reacción y yo solo quiero echarle el café encima. Sin embargo, me contengo y lo encaro.
—Entonces... —empiezo con voz contenida—, te acostabas con todas las chicas que se te insinuaban por diversión.
—Era algo estúpido, te lo dije —asiente.
—¿Y nunca se te pasó por la cabeza que estabas teniendo sexo con humanas, llenas de sentimientos, emociones y un corazón? —pregunto levantando la voz.
—No lo hacía —niega sin despegar los ojos de mí; dice arrepentirse de lo que hizo, pero no parece avergonzarse de aquello—. Ellas también encontraban diversión en ello.
—Okay... —pongo mis palmas sobre mis piernas y las miro antes de formular la siguiente pregunta—. ¿Cuánto durabas con ellas?
Damián se queda callado por un rato, provocando un silencio tenso que acelera mis nervios. ¿Qué tanto le toma recordar eso?
—Horas, días tal vez —finalmente dice. Abro los ojos con asombro y empiezo a hacer los cálculos. Él y yo duramos... ¡duramos meses!
—Pero entonces...
—Contigo tuve algo que se acerca a una relación —admite asintiendo; claramente sabe lo que estoy pensando—. Y muy bonita, por cierto.
—Esos son detalles innecesarios —niego con la cabeza—. Sé honesto conmigo: ¿estabas intentando ganar una apuesta?
Damián se inclina hacia el frente en su asiento y pone los codos sobre sus piernas, luego tapa su cara con ambas manos y suelta un suspiro.
—Algo así.
—¡¿Algo así?! —me levanto de mi asiento tumbando el envase de papel en el que humeaba mi café—. ¿Qué clase de explicación es esta?
—No era una apuesta..., al inicio —aclara y su tono de voz se torna compungido, como si no supiera cómo expresar lo que él sabe y yo no—. Eras una chica más en una fiesta, habías tomado y estabas de lo más feliz de conseguir la atención de alguien.
—Vaya, qué imagen —digo agarrando mi cartera y disponiéndome a salir, pero Damián me detiene—. Si lo siguiente que voy a escuchar es peor que esto, es mejor que me dejes ir, Damián.
—Esto es necesario, Sam —dice dejándome claro que lo siguiente que escucharé es peor. Regreso a mi asiento y abrazo mi cartera, lista por si tengo que salir nuevamente, pero esta vez de una buena vez por todas—. No era una apuesta, me pareciste atractiva esa noche y congeniamos bien...
«Ahí va lo de congeniar».
—...y después, cuando te besé al dejarte en tu casa, no sé, fue distinto —se encoge de hombros para restarle importancia a sus palabras, porque él sabe el impacto que tienen en mí—. Desde ahí me sentía a gusto contigo, pero no quería nada serio. Entiende que las relaciones formales no son lo mío.
—Si intentas decir que me dejaste porque yo quería que fuéramos formales, estás muy equivocado —me cruzo de brazos aún más molesta; incluso su voz me parece irritante.
—No, Sam, no lo malentiendas.
—¿Cómo esperas que no lo malentienda? Estás dando muchas vueltas y no me dices por qué te fuiste sin decir nada. ¿Qué esperas; que me trague cada una de tus palabras como si fueran de dulce?
Damián cierra los ojos para tranquilizarse y al abrirlos, lo veo determinado a terminar lo que al inicio le pareció que sería fácil. Pues bien, yo no se la pondré tan fácil.
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Sam y el amor (en pausa)
ChickLitA sus veinticuatro años Samantha ha tenido más rupturas románticas que vidas su gata. Ha vivido desde un romance de niños, hasta uno de adultos; fue engañada y también parte de un engaño. ¡Incluso fue parte de un harem! El asunto con sus relaciones...