Entre peleas y desconsuelos.

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Para cuando el sol se pone completamente y las luces artificiales de la ciudad empiezan a opacar a las del cielo, la empresa ya está vacía; a excepción de Nicholas, otro funcionario y la niña de ocho años que juega en una silla giratoria. Oh, esperen, esa última soy yo.

Estaba por irme a mi nuevo departamento hace casi una hora cuando recibí un mensaje de Nick pidiéndome que me quedara para ir juntos por Leonardo. Al principio dudé, sintiendo los nervios de enfrentar a mi amigo con la cabeza todavía hecha un lío; pero siendo fiel a la decisión que tomé sobre revolucionar mi mundo y domar mis sentimientos la noche anterior, acepté. El problema es que, con el celular descargado y el aburrimiento a tope, no es fácil enfocarse en otra cosa que no sean sus carismáticos pantalones. Así que por eso doy vueltas; maduro de mi parte, ¿no?

Nick se despide de su empleado y regresa a mí con una ceja enarcada. Dejo de dar vueltas y me incorporo de un salto, más enérgica que nunca.

—Entonces, ¿lista para conocer a tu nuevo roomie?

Asiento sin poder evitar una enorme sonrisa en el rostro. Nos encaminamos hacia la salida conversando de todo y nada a la vez, y el resto del viaje hacia su casa se hace ameno gracias a su plática. Sin embargo, en cuanto llegamos, la inseguridad me detiene en la puerta de su habitación como si el solitario caserón y nuestra cercanía fueran a provocar algo; pero basta que él se voltee y tome mi mano para que apague mis agobiantes pensamientos. 

Sobre su almohada se encuentra el pequeño felino acurrucado y muy cómodo.

—Es precioso —susurro acercándome, apenada de despertarlo de tan deliciosa siesta. Pero el gatito percibe nuestros movimientos y se levanta, alertado por mi presencia—. Ven amiguito, no te voy a hacer daño. —Con cautela, tiendo una mano hacia él para que la olfatee, esperando su aprobación. Cuando se siente seguro, se deja acariciar por mí y entonces lo cojo entre mis brazos—. Creo que me lo voy a comer de la ternura —le digo a mi amigo que se encuentra detrás de mí, más cerca de lo que me esperaba.

—Me alegro que te guste. —Sonríe con apacibilidad y se hace a un lado, dándome paso para salir.

—Espero que a Elena también —susurro caminando de nuevo hacia la salida—. ¿Te parece si te quedas un rato y así apaciguamos las aguas? Veo imposible que una estrella fugaz me cumpla el deseo de convivir los tres felices.

—Dudo que mi presencia vaya a tener algún efecto pacificador en la situación, pero si eso te da tranquilidad, lo haré.

Le sonrío agradecida y nos encaminamos hacia mi departamento en su vehículo. El pequeño gato lleva clavadas sus garras en mis piernas durante el trayecto, más tenso que Safira cuando le toca baño. En el silencio del carro, me dedico a acariciarlo intentando calmarlo, y cuando lo consigo, mis ojos se empiezan a cerrar también. La música que emite el radio es jazz, como es de suponer siendo el vehículo propiedad de Nick, lo que no favorece mis intenciones de permanecer despierta. En un momento a otro dejo de escuchar las canciones y me sumo en el sueño.

No logro determinar el tiempo que ha pasado, pero cuando despierto, estamos estacionados frente al edificio de departamentos. Me restriego los ojos y volteo a mi izquierda, donde Nick está observándome sonriente.

—¿Qué, estoy babeando? —inquiero con voz rasposa, removiéndome en mi puesto. Leonardo levanta la cabeza alarmado por mis movimientos.

—Solo roncabas —responde Nicholas más divertido que de costumbre. Abro los ojos como platos.

—Yo no ronco —refuto con el ceño fruncido. Él suelta una risa floja y niega con la cabeza.

—Solo un poco, niña gruñona.

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⏰ Última actualización: Nov 01, 2017 ⏰

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Sam y el amor (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora