El desafío revela la verdad.

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Viernes, once y veinticinco de la mañana, y yo me encuentro abandonando el departamento de Recursos Humanos con la gota gorda rodando por mi frente. Llego hasta la sala de espera del área y me siento aparentemente calmada en uno de los sillones. Un empleado de la empresa pasa y me brinda una sonrisa amable y yo le sonrío también con el profesionalismo que exigen.

¡Qué hermosa que es la palabra «profesionalismo»! ¡Qué hermosa que es la empresa! ¡Y qué ogra que es la jefa de Recursos Humanos!

Suelto un suspiro y me sobo los tobillos. Hice mi mayor esfuerzo y aun así ella no mostró ni una pizca de consentimiento o discordancia. ¿Es eso profesionalismo, en todo caso?

«Descuida, Sam. Si eres rechazada puedes mandar la carpeta a otra empresa. ¡Es más, ya deberías hacerlo!», pienso para mis adentros.

Me levanto una vez que la conmoción del momento ha pasado y me encamino al ascensor. El edificio de Textiles S.A. (iniciales de los apellidos de los dos socios más importantes: Stuart y Álvarez) es un gusto arquitectónico al ojo: diez pisos de alto, departamentos jerarquizados y colores bien combinados forman lo que es la zona ejecutiva y administrativa de la corporación. Los empleados caminan en trajes grises y rojos de un lado a otro y las actividades no tienen descanso alguno; justo lo que me gusta. Además, a diez minutos de aquí está la fábrica de textiles, por lo que es común ver mezclados en la multitud a los obreros, lo que le da un toque de familiaridad y camadería a la empresa.

Y lo mejor de todo, ¡aquí trabaja Nicholas!

No, no vivo pensando en Nicholas, es que lo acabo de ver.

—Hey, Sam —dice acercándose y dándome uno de esos abrazos de oso a los que me tiene acostumbrada cuando estamos solos—. ¿Conseguiste el empleo?

—No lo demos por sentado —respondo sonriendo—. Acaban de entrevistarme.

—¿Por qué no? En menos de un mes te veré por aquí uniformada —asegura y me guiña un ojo.

—Dentro de un año te arrepentirás de tenerme tan cerca —respondo a la expectativa de lo que piensa al respecto.

—Creo que para eso he tenido demasiado tiempo —dice mirándome con profundidad.

«No, Sam, no mires que te pierdes. ¡No mires, Sam!»

—En media hora es mi almuerzo, ¿te parece que comamos juntos? —pregunta y yo desvío mis ojos de sus orbes a su boca, de donde ha salido una frase. Ah, comer. ¡Claro que quiero comer!

—De acuerdo —asiento—. ¿Te espero abajo?

—Acompáñame a mi oficina mejor —dice y al aceptar mi afirmación por respuesta, entramos al ascensor.

Subimos un piso más y recorremos el pasillo hasta llegar al departamento de «Publicidad y Marketing». Sí, papá Stuart es miembro de la junta directiva, pero eso no pone a Nicholas como su sucesor, a menos que trabaje en ello. A Nicholas lo que realmente le interesa es la imagen de la compañía, por lo que su meta siempre ha sido dirigir este departamento. Y debo decirlo, está a hebras de cabello de conseguirlo: es el segundo jefe al mando de la dirección del Marketing.

—Es mejor que te vayas familiarizando —dice mostrándome el lugar y yo no desaprovecho para mirar cada rincón y a cada persona. Respiro profundamente el aire del trabajo (y el dinero).

—Es linda tu área —comento siguiéndolo hasta su escritorio. El lugar está dividido por una pared de cristal en dos partes: el área de reuniones (donde hay una mesa alargada y al fondo un escritorio para el director) y el espacio conectado a la puerta del pasillo donde una docena de cubículos yacen distribuidos. Este departamento es tan colorido, que resulta un sueño.

Sam y el amor (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora