Para dejar de ser un holandés errante y convertirse en una gran amazona, ponga a calentar la enorme olla de bruja a trescientos grados centígrados...
«Claro, porque necesitaré demasiada poción para dejar de ser este ogro, ¡cómo no!».
...y espere siete años de malas relaciones para agregar los ingredientes. Proceda a recolectar las sanguijuelas que rondaron el caldero durante el tiempo de espera y píquelas en pequeños pedacitos.
«Oh, sí, esto me encanta. ¿Por dónde empiezo? ¡Ah, sí! Por Íker por ser tan tirano en el trabajo, después le seguiría Esteban, a ver si así se le calma ese afán que tiene entre las piernas por andar de falda en falda, y luego Rodrigo por... simplemente por ser Rodrigo».
Una vez que las sanguijuelas queden irreconocibles, ¡bótelas al río!
«¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? ¡No, no! Tiene que haber un error. ¡Las sanguijuelas tienen que ir cocidas, no en el río! ¿Qué clase de precario e inepto libro de cocina es este?».
¡Bótelas! Deje ir el pasado que de nada le servirá el trago amargo de lo que ya está muerto.
«De haber sabido que iba a dárselas de orador motivacional me hubiera quedado con mis libros de autoayuda».
Ahora añada al agua una brújula y deje que el ácido de sus malas experiencias la disuelva hasta que solo quede el Norte. ¡Y no se queje, que todavía es un marino y podrá encontrar una brújula en cualquier parte!
«Qué exigentes que se ponen estos oradores hoy en día».
Revuelva y poco a poco vaya agregando cualquier cosa verde que tenga a la mano para que el brebaje tenga algo de esperanzas (menos las sanguijuelas; ni se le ocurra recogerlas del río. La necesitamos viva para que pueda tomarse la bebida).
Después de esto, añada una cuchara de entereza y dos más de valentía. Si no consigue los ingredientes anteriores, recoja en un frasco sudor de su frente y agréguelo como fuerza de voluntad; es un excelente reemplazo.
Cuando el brebaje esté casi listo, sume el cabello de un amigo y otro de algún familiar para que la soledad no agrie la poción. Una vez realizado los pasos anteriores, adicione trabajo al gusto y una taza de independencia. Revuelva hasta que el líquido se espese y adquiera una tonalidad azul; ya sabe, para que le confiera algo de seguridad.
«Sí, definitivamente me quedo con mis libros de autoayuda».
Finalmente adicione una pizca de chocolate para endulzar el alma...
«Estoy a dieta, creo que pasaré de esta».
...y una gota de amor propio.
«¿Y eso dónde lo consigo?».
Si no lo encuentra con facilidad en el mercado, reemplácelo por una gota de sangre suya...
—¡Sangre! ¡Qué sádicos!
—Sami, no tienes que comértelo si no quieres, pero tampoco le pongas mala cara. —Mamá me reprende al otro lado de la cocina del departamento de Sarah y Mateo, sacándome de mi ensimismamiento. Miro a mi cuñada que está al lado suyo sosteniendo el plato en el que puso todo su empeño durante la mañana, y luego a mi mamá. Finalmente regreso la mirada a mi celular donde estaba leyendo una receta para el estreñimiento y vuelvo a levantar los ojos hacia mis verdugos, quienes no esperan a que explique mi comportamiento para irse a sentar al comedor.
—Lo siento, Sarah, no me refería a tu receta —intercepto a mi cuñada y veo un brillo de diversión en sus pícaros ojos.
—Descuida, Sami. —Y con un guiño retorna a sus actividades. Volteo a ver a mamá quien está cruzada de brazos en el umbral de la cocina.
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Sam y el amor (en pausa)
Chick-LitA sus veinticuatro años Samantha ha tenido más rupturas románticas que vidas su gata. Ha vivido desde un romance de niños, hasta uno de adultos; fue engañada y también parte de un engaño. ¡Incluso fue parte de un harem! El asunto con sus relaciones...