El hueco en la culata.

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El domingo después del bochorno, Elena y yo tenemos terapia emocional en una heladería. De su boca no sale nada acerca del tema «Miguel» y de la mía no sale el bochorno vivido el día anterior, por lo que, al despedirnos, las incomodidades que a ambas nos atormentan quedan simplemente grabadas en la mirada de la otra.

El resto de la semana pasa tumultuosa. La entrega de balances llega a su climaterio y, una vez realizado el reporte ante los directivos, el departamento se sumerge en una calma traicionera que nos deja con un amargo sabor de boca pero con la satisfacción de haber drenado nuestro cerebro con los números. Así que el viernes de tarde, sin mucho más que hacer en la empresa, me veo obligada a encaminar mis pies al ascensor para preparar mi espíritu luchador para la cita con Samuel.

—¿Planes para el fin de semana? —inquiere Lucy incorporándose al lado mío. Me encojo de hombros evadiendo esa pregunta; contarle a Lucy sobre Samuel solo trae problemas. Ella no se inmuta por mi gesto y sigue hablando—. Adivina qué haré yo.

Levanto las cejas, depositando ahí mi poco interés por su fin de semana. Alto ahí, no soy mala con la chica ni nada por el estilo, pero algo muy bueno se está maquineando en mi cabeza y el espacio libre que queda para escuchar su conversación es menos de una giga.

—Me invitaron a un concierto de música Indie. —Sonríe abiertamente, expectante a mi reacción. Le devuelvo la sonrisa, tal vez demasiado efusiva—. Y adivina quién.

—¿Quién? —inquiero viendo los números del ascensor descender. «Que no aparezca Nick, que no aparezca Nick», ruego mirando las puertas del aparato.

—¡Mauricio! —dice exaltada. Las puertas se abren y para mi alivio, hay tres personas más pero ninguna de ellas es Nicholas. Entramos juntas, y más cómoda, me digno a colaborar con esa conversación.

—¿Cuál Mauricio?

Mauri, el de Marketing. Lentes, cabello largo... ¿alto, moreno? —susurra su descripción y yo niego con la cabeza intentando recordar al tal Mauricio—. El que siempre está detrás de tu amigo, Nicholas.

La imagen de un muchacho simpático siguiendo a Nick viene a mi mente. ¡Claro, el chico del estilo hípster! Lucy ve el reconocimiento en mi rostro, tomándolo como consentimiento para seguir hablando.

—Estuve esperando tanto tiempo por su mensaje. Ya sabes, uno que otro coqueteo, pero nunca se decidía a pedirme una cita. Al principio pensé que era porque no le interesaba realmente, pero entonces me explicó que su jefe lo tenía repleto de trabajo, y con el humor que este se traía, ¡uf!, no tenía respiro. —Mi atención se detiene en la palabra «jefe».

—¿Jefe?

—Tu amigo, el copetón. —Asiento sintiendo la curiosidad a flor de piel. «Un poco de discreción, Sam».

—¿Te dijo en qué trabajaban? —Las puertas se abren y otros pasajeros ingresan al repentino reducido espacio.

—Algo de una campaña publicitaria para el próximo verano. Ya sabes, la moda siempre se impone un año antes. —Asiento, sintiendo la necesidad de preguntar por más—. En fin, el pobre no tenía ningún descanso. Quiero decir, ¿te imaginas lo que es estar bajo la tutela de un jefe demasiado gruñón? —Sonrío recordando las pataletas de Íker; ¡claro que lo sé niña! Aún más si tu jefe es tu celoso y envidioso ex—. He escuchado rumores de lo formal que es el hijo del director Stuart, pero según lo que Mauri me dijo, últimamente está muy falto de..., ya sabes. —Lucy ríe del chiste que nada tiene de gracioso y yo sólo sonrío vagamente—. Al parecer terminar con la novia no le hizo tan bien.

La miro curiosa, pero ella no está al tanto de lo que sucede en mi cabeza. Si lo que ella dice es cierto, significa que Nicholas no ha superado lo de Julia y su extraño comportamiento se debe a eso. Suspiro. Tal vez Lucy tiene razón y haber terminado con Julia lo dejó confundido, por lo que, cuando conversamos aquella noche, él dijo cosas que quizás no tenían ningún significado y simplemente estaba hablando de su ex. Gesticulo una mueca resignada mientras salimos del ascensor con las demás personas y nos encaminamos al vestíbulo de la empresa. Como siempre, Samantha se adelanta a malinterpretar las cosas y termina con la cabeza hecha líos y el corazón estrujado.

Sam y el amor (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora