El miércoles por la noche, mis padres deciden hacerle una visita a Sarah y Mateo. Estos últimos decidieron no asistir al fin de semana en la casa playera de los Stuart, por lo que los Wilson mayores se sintieron culpables de realizar el viaje en su condición y optaron por llenarlos de cariños y consentimientos. Mientras mamá termina los preparativos de un delicioso postre para Sarah, y papá revisa los papeles de un caso con Safira en su regazo, yo espero a Samuel sentada en las escaleras con el celular entre las manos y un mensaje de Nicholas a la espera de mi respuesta.
«Me debes una comida, ¿estás libre esta noche?», escribió durante la mañana, pero como no nos topamos en la empresa en ningún momento, me resigné a responder con otro mensaje; un corto y triste «Esta noche no». Él no ha vuelto a responder y a mí me ha quedado el sabor amargo de la traición en la boca.
—¿Estás segura de que no quieres venir con nosotros? —consulta mamá entregándole a papá la charola con el postre—. Preguntarán por ti.
Niego con la cabeza.
—Los iré a visitar mañana después del trabajo. —Mamá asiente y me da un beso en la mejilla antes de dirigirse a la salida. Suspiro taciturna, preguntándome si llamar o no a Nicholas. Después del momento que tuvimos juntos el domingo, no he dejado de pensar en cuánto deseo que las cosas vuelvan a ser como antes, pues en estos momentos siento que nuestra amistad está tensa, pero él no me da la cara para explicarlo. Sin embargo, aquel instante de vulnerabilidad mutua fue suficiente como para tener esperanzas nuevamente. Aun así...
El timbre suena. Aun así saldré con Samuel dejando plantada la oportunidad de mejorar mi relación con Nicholas. ¡Perfecto!
«Sabias decisiones estás tomando, Sam», lo sé.
Camino hacia la puerta y me tomo unos segundos para recomponerme antes de abrirla. Al hacerlo, me encuentro con la expectante mirada de Samuel. Hace una seña con la mano como saludo, tal vez nervioso. Nos quedamos un instante parados mirando al otro, creando una extraña tensión en el ambiente. Suspiro para despejarla.
—¿Estás lista? —inquiere mirando mi ropa y yo asiento. Mi atuendo no grita a mil voces que iré a una cita, pero, por suerte, tampoco dice que iré a jugar a los roles en la iglesia con un pervertido. Simplemente escogí mi rutinaria ropa y las zapatillas más cómodas que tengo para no darle al hombre que tengo frente a mí un espectáculo como el de los últimos encuentros.
Nos encaminamos a su vehículo —un Jeep cuyas llantas son más grandes que mis piernas— y arrancamos hacia el destino que él escogió para esta noche. Durante el camino voy callada, viendo a través de la ventana y moviendo la cabeza levemente al ritmo de la música que emite la radio. Siento de vez en cuando la intensa mirada de Samuel, pero evito devolvérsela hasta que sea obligatorio. Diez minutos después llegamos a un bonito restaurante con estilo vintage. Ingresamos y cruzamos el lugar hasta llegar a una puerta trasera que da a una especie de patio donde hay dispersas más mesas al exterior. Escogemos una cerca del músico de turno que ya está instalando su guitarra y unos tambores, y nos sentamos a esperar al mesero.
—¿Te gusta el lugar? —pregunta Samuel cuando el camarero deja sobre nuestras mesas las cartillas. Por primera vez desde que partimos de mi casa lo miro, solo para descubrir un semblante nervioso. Bajo la vista hacia mis brazos y me percato de que están cruzados. Los suelto y me acomodo en el asiento para analizar el lugar; es cálido, íntimo y tienen mariscos en el menú. Asiento—. Oh, vamos. Hablar no te hará daño.
Tenso los labios en un mohín. Samuel asiente con comprensión.
—Está bien, lo entiendo. No será fácil. —Oh, no, claro que no lo será. Deposito mi atención en el menú, buscando qué plato pedir y, luego de realizar mi orden, me sumo nuevamente en el silencio. Dije que sería la última oportunidad pero nunca prometí que pondría empeño para que saliera bien. Samuel se entretiene mirando alrededor, buscando, quizás, algo con qué iniciar una conversación.
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Sam y el amor (en pausa)
ChickLitA sus veinticuatro años Samantha ha tenido más rupturas románticas que vidas su gata. Ha vivido desde un romance de niños, hasta uno de adultos; fue engañada y también parte de un engaño. ¡Incluso fue parte de un harem! El asunto con sus relaciones...