Es un lindo sábado de junio para festejar una boda.
Todos sonríen, los esposos se besan, las campanas de la iglesia suenan anunciando a la nueva pareja, el «clic» de las cámaras al capturar el mágico instante no se hace esperar y el océano de aplausos ensordece mi carcajada.
Cualquiera se contagiaría de la felicidad del momento. Cualquiera menos Nicholas.
Le he arruinado la fiesta.
—Basta Samantha —refunfuña con voz grave. Yo no dejo de reírme aun cuando nos encaminamos al parqueadero de la iglesia para subir en nuestros vehículos y viajar a la finca donde será la fiesta.
Y es que, después de diez —o más— minutos de haber salido del templo, yo no encuentro algo más gracioso que el enorme copete de Nicholas.
—Sam —repite claramente irritado—. No estás en situación de burlarte.
Paro de reír abruptamente y él sonríe triunfante. ¿Qué ha logrado?
—¿Qué quieres decir?
—Al menos yo no parezco un nido de aves —dice abriendo la puerta del vehículo de Elena.
¿Él dijo qué?
Abro los ojos desmesuradamente y mi mandíbula se desencaja. Ahora el que ríe con fuerza es él.
—Tú... ¡Nicholas! —logro decir todavía con sorpresa, abriendo la puerta del copiloto para que me vea.
—Sam, ¡vamos! —escucho a mamá a mis espaldas pero yo no respondo. ¡Nicholas me las va a pagar!
—Nicholas Stuart, ¡atrévete a repetir eso! —chillo, no sé si enfurecida o divertida. O ambas cosas. ¿Qué sucede conmigo?
—Samantha, ¡vamos! ¿O te vas con Nicholas? —insiste mamá.
—No, Gloria —escucho decir a Elena que aparece a su lado—. Nick va a pasar recogiendo a Julia y de ahí se nos une en la fiesta. Sami va con nosotros, ¿no Sam?
«¡No, Elena! Nicholas no se va a ninguna parte hasta que pague por lo que dijo».
Sin embargo, Elena no puede leer mis pensamientos y hace caso omiso a mis ojos ofendidos. Me toma del brazo y me arrastra hasta el vehículo familiar, donde mamá y papá están esperando.
—Espera, Elena. ¡Él dijo que parezco nido de aves! —farfullo trastabillando por culpa de los enormes tacos.
—Y tú le crees —dice como si no tuviera importancia. ¡Pero claro que la tiene! No me apetece que las aves vengan a poner huevos sobre mi cabeza.
—Estás encantadora, querida —argumenta mamá en un intento por consolarme—. Aunque bien merecido tienes su comentario. No creas que no nos dimos cuenta de cómo te reíste de su peinado.
—Pero yo no dije nada malo sobre su copete, mamá —reclamo conteniendo la risa al recordar el cabello de Nicholas.
—No, pero sus orejas estaban rojas por tu culpa —dice y me da palmaditas en las mejillas—. ¡Vamos, apurando, que los novios no se van a quedar toda la fiesta!
Y con eso último los cuatro subimos al vehículo. En cuanto papá arranca, me volteo a ver a mi mejor amiga.
—¿Y tú qué haces aquí? —pregunto y ella ríe ante mi cambio de actitud.
—Papá y mamá me abandonaron —dice mirando sus uñas. Bien, Elena se volvió loca.
—Ya, en serio.
—Sí, ¡en serio! —expresa pero su sonrisa delata la vil mentira—. No, bueno. Recibieron una llamada urgente de un inversionista, por lo que tuvieron que partir dejándome sin aventón. Y no quería ir con Nick a por Julia. Ella demora arreglándose —dice y baja la voz para que papá y mamá no escuchen lo siguiente—, además ellos andan muy tensos últimamente.
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Sam y el amor (en pausa)
ChickLitA sus veinticuatro años Samantha ha tenido más rupturas románticas que vidas su gata. Ha vivido desde un romance de niños, hasta uno de adultos; fue engañada y también parte de un engaño. ¡Incluso fue parte de un harem! El asunto con sus relaciones...