Séptimo romance: Rodrigo.

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El jueves por la noche Elena y yo nos reunimos en el salón de mi casa para ver una película y verificar que la lista de cosas para la despedida de soltera de Sarah esté completa. Diana, su mejor amiga, llegará en la madrugada y Sarah la irá a recoger al aeropuerto con mi hermano después de su cita, por lo que la responsabilidad de esa fiesta está en nuestras manos.

En cuanto a la despedida de soltero de Mateo, Nicholas y Michael —hermano de Sarah— estarán a cargo. Papá pondrá las bebidas —no ha notado que falta un tequila y sigo esperando que no lo haga—, mientras que el señor Lucas contratará el local y supongo que las strippers... o tal vez no. ¿Quién quiere ver strippers bailándole sensualmente al casi esposo de tu hija?

Al menos nosotras sí le tenemos preparada una grata sorpresa a Sarah y nos hemos asegurado de que no use uniforme de policía; eso ya pasó de moda. La tendencia ahora es un súper héroe con pantalones bien ajustados y un escudo de estrellitas. Aunque pensándolo bien, yo hubiera preferido un Tarzán.

Elena pone el DVD y se sienta al lado mío. Al hacerlo, me pasa la lista mientras escoge la configuración de la película y yo aprovecho para repasar lo que hemos estado anotando y lo que nos falta por conseguir: máscaras, billetes falsos y artículos de fiesta para las chicas.

Tal vez quitaré lo de los billetes falsos y pondré billetes de verdad. Esos buenos hombres tienen que ser bien remunerados por su fantástico trabajo.

«¡Agua fría para esas hormonas, Sam!»

Elena pone un papel encima de la lista que estoy revisando, sacándome de mis pecaminosos pensamientos.

—¿Qué es esto? —pregunto observando el papel; tiene un nombre y un número.

—El contacto de la jefa de Recursos Humanos —responde encogiéndose de hombros. Levanto una ceja esperando que se explique mejor—. Nicholas me dijo que te lo diera.

¡Cierto, Nicholas y la empresa de su papá! Le dije que me encontraría por allá y lo olvidé por completo. Ni siquiera he enviado mi carpeta para participar y él ya me tiene listo un contacto. ¿En dónde tengo la mente, por los dioses?

Ah, sí, en la boda de Mateo.

—Dijo que la llamaras y consultaras con ella la fecha de recepción de carpetas.

—Le debo una comida —murmuro mirando con adoración el papel. Agarro mi teléfono que está sobre la mesilla de centro y anoto el número en mi agenda de contactos. Tan pronto sea de mañana la llamaré.

—Y a mí —dice poniéndole «play» a la película y llevándose a la boca unas palomitas—. Tuve que soportar toda la mañana sus mensajes recordándome que te lo diera. Se pone pesado cuando está muy ocupado —hace una pausa y mastica las palomitas—. Créeme si te digo que con el trabajo que papá le ha puesto encima, hasta yo tengo que pedir cita para verlo. ¡Y eso que soy su hermana!

Me río de su exageración y dejo la lista y el papel sobre la mesa para quitarle el cuenco.

—También te invitaré a algo —aseguro y ella me propina un golpe—. ¡Hey!

—A mí no me invitarás solo a «algo». Soy tu mejor amiga, tienes que esforzarte en impresionarme.

—Ay por dios, Lena. Ni que yo fuera Miguel —farfullo riendo. Ella se encoje de hombros como si no hubiera una enorme diferencia.

—En fin, ¿cómo va lo de tus ex? —pregunta y yo me atoro con las palomitas. ¿Mis qué? Ah, la lista de ex. La dichosa y mortificadora lista.

Me levanto a la cocina por agua y tras beberla, subo hasta mi cuarto donde tengo guardado bajo llave el cuaderno en el que he estado escribiendo estas últimas semanas. No es que mis padres o Mateo anden hurgando en mis cosas o que Safira vaya a esconder precisamente ese cuaderno —ella me esconde cosas, lo sé porque casi nunca encuentro lo que necesito—, pero ese objeto es para mí como una bomba nuclear y no puede estar rodando en cualquier lugar.

Sam y el amor (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora