Solo el amor puede doler así.

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Por si los párrafos no lo expresan, que lo cante Paloma Faith.

~*~

Cuando arribo el edificio de departamentos donde vive Miguel, Elena ya se encuentra caminando hacia el taxi en el que viajé. Sube callada y posa su mirada en la ventana. Abrazarla, darle mi mano o empezar a hablar no tiene sentido ahora. A Elena le gusta el silencio y la soledad para darle luto a sus penas, y a mí me gusta que mi mejor amiga se sienta cómoda en su mundo, siempre y cuando no me aparte de él.

Diez minutos después de cruzar la ciudad hasta la zona residencial en la que vivo, nos bajamos del vehículo a dos cuadras de las casas. Una pequeña plaza enciende sus luces, dándole la bienvenida a la noche y a sus caminantes nocturnas. Buscamos un lugar en el que sentarnos, y dejamos ir un suspiro al encontrarnos en el tenso silencio que precede su ruptura. Entonces, haciendo acopio del estímulo, Elena suelta un sollozo. Uno, luego otro, otro más y finalmente las lágrimas empiezan a rodar por sus mejillas.

Me acerco a ella en la banca y la abrazo por el cuello. Ella no resiste al gesto y se entrega a mis brazos llorando.

—Déjalo ir, suéltalo todo, linda —susurro contra su cabello mientras palmeo su espalda. Se sacude en un desgarrador llanto que incluso a mí me saca lágrimas y balbucea palabras sin significado.

—No sé qué hacer, Sam —murmura entre sollozos—. No sé qué voy a hacer.

La abrazo aún más fuerte, sintiendo el dolor en su voz.

—Esto es momentáneo, Leni. Ustedes no durarán mucho tiempo separados —digo intentando consolarla, pero incluso yo siento la vacilación en mis voz. Elena niega con la cabeza.

—No es tan simple. —Se separa un poco de mí para secar las lágrimas, aun cuando estas no dejan de aparecer—. Lo tensamos demasiado y se rompió.

—No, Lena. No está roto. —En este punto no sé a quién quiero convencer; si a ella, o a mí.

—No lo entiendes, Sam. —Su voz está cargada de una silenciosa ira—. Él no va a dejar de sufrir por lo que está sufriendo, y no me va a dejar ser parte de ese dolor. Lo nuestro no es una relación de momentos exclusivos; lo nuestro es más que eso. Pero él se enfrasca en hacerlo a su manera, y en el proceso me convierte en una desconocida.

Tomo su mano y le doy un pequeño apretón, haciéndole saber que estoy escuchándola, que no la dejaré sola. Elena toma ese gesto como una aprobación para que continúe y vuelve a romper en llanto.

—Sé... sé que no es fácil —hipa entre palabras—. Diablos, que lo sé. He estado ahí, lo he visto. Él mejor que nadie sabe que trato con casos parecidos. Sé cómo se siente Carly, cómo se siente él, cómo se siente su papá, y aun así no me deja estar para él. No quiero ser su psicóloga, simplemente quiero ser su novia, su Abigail, pero él no lo entiende, Sam. Ni siquiera me da la oportunidad de demostrárselo.

Elena mira hacia la nada frunciendo el ceño, como si un pensamiento o un recuerdo se cerniera en su cabeza para amargarla más. Poso mi dedo en la arruga formada en su frente y ella cierra los ojos.

—¿Cómo pasó?

Niega con la cabeza, tal vez detestando mi pregunta, quizás odiando el recuerdo de horas atrás.

—Habíamos quedado en vernos hoy, para hablar —dice con voz contenida—. Ahora que lo pienso, tal vez la única que quería hablar era yo. Ya no aguantaba este infierno y..., y diablos que lo extrañaba. Él parecía extrañarme también, pero recibió una llamada, se volvió loco y empezamos a discutir. Dijo cosas hirientes, y sabes cómo soy; no podía quedarme callada recibiendo la estaca sola. Tenía que decirle también lo que pensaba, sacar la espina y clavársela de igual manera. Terminamos rotos y rompimos. Por primera vez, ninguno se quedó para solucionar el problema.

Sam y el amor (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora