13. Indiferencia

5.1K 392 22
                                    

Durante la madrugada, Anthea se levantaba para estudiar, aprovechando que todos en la casa se encontraban dormidos.
En voz alta leía las lecciones, ya que sentía que las aprendía mucho mejor de ese modo.
-La capital de Brasil es Brasilia, la de Cuba es la Habana, la de Argentina es Buenos Aires...

Con solamente una pequeña lámpara encendida, un poco de té y mucha perseverancia, Anthea aprendía en una noche lo que un estudiante normal en unas semanas.
Así, ella sentía cada vez más que al alcanzar su meta de presentar el examen el año siguiente tendría éxito total.

Mohammed entró en su habitación una noche que le tocaba dormir con ella, y se limitó a acostarse en el sofá hasta quedarse dormido.
No le habló a su esposa para nada.
Los días transcurrían con lentitud para Anthea. Su vida parecía ocurrir en un sueño eterno que acabaría con ella si no hacía nada al respecto. Lo único bueno que estaba haciendo era estudiar. Ni siquiera era una buena esposa al no darle hijos a Mohammed.

-Anthea-le decía Fadila casi siempre- ya es hora de que te embaraces, ¿o acaso estás seca?

-No lo estoy...- decía ella.

Hada y Fadila siempre le recordaban a Mohammed que Anthea aún no le daba un hijo, lo que hacía que él se entristeciera. Tal vez así él se divorciaría de Anthea, como querían ambas mujeres, quienes la envidiaban por cualquier razón posible.

Un día en el que Mohammed había llegado temprano a casa del trabajo, mandó llamar a sus esposas al jardín principal.

-Queridas mías. Les tengo una noticia de suma importancia.

-¿Es algo malo mi amor?- preguntó Hada con voz dulce y amorosa, algo que a Anthea le irritó mucho.

-Es algo muy bueno. He sido promovido. Hay mucha demanda así que nos ha ido muy bien.

-Soy la esposa del hombre con la mejor industria de perfumes en el mundo- dijo Hada emocionada.

Anthea puso los ojos en blanco sin que nadie se fijara.

-Hay otra cosa- dijo Mohammed- una nueva fábrica se abrirá en América, y tengo que estar ahí para la inauguración.

-Oh, entonces vas a viajar- dijo Anthea, sintiéndose emocionada de que su marido de iría un tiempo, lo que sería como un descanso para ella.

-Sí, voy a viajar. Pero debo quedarme un tiempo para verificar el funcionamiento del lugar y que los empleados hagan todo correctamente. Eso tomará dos años.

-¿Te irás dos años?- preguntó Fadila alarmada- ¡Habibi!, ¡no me dejes por favor!

-Nadie habló de dejarnos, mujer- dijo Hada- escucha lo que Mohammed tiene que decirnos.

Fadila se calló, e inclinó la cabeza un poco avergonzada.

Mohammed dijo entonces:
-Las tres viajarán conmigo a América.

A Anthea se le detuvo el corazón. ¡¿Dos años en América?!
Al parecer su meta de presentar para la beca tendría que aplazarla por un tiempo más.

-Pero Mohammed, esa es tierra de haram...- dijo Anthea, intentando que cambiara de opinión, ya que él era un hombre muy devoto y creyente de su religión.

-Ya sé, pero voy a tomar precauciones. Viviremos en un barrio musulmán muy bonito, con casas enormes, modernas, pero con la misma esencia de paz y prosperidad que nosotros.

-¿Y las niñas?, ¿irán al colegio?- preguntó Fadila.

-Las niñas tendrán profesores particulares en la casa, todos los días de la semana, durante tres horas.

-Suena divertido- comentó Hada.

-Lo será. Siempre y cuando me obedezcan en todo y no les gane la curiosidad. El occidente está perdido en el pecado, y no quiero que ustedes sigan ese mismo camino.

-¿Cuándo nos vamos?

-En un mes. Nos quedaremos durante dos años. Hay que agradecer a Allah por el éxito de mi empresa en el extranjero.

"NO" se repetía Anthea en su mente, una y otra vez.

"¿Por qué el destino está en contra mía?, ¿por qué Allah me sigue castigando? Ya le pedí disculpas a Latifa, me he portado bien. ¿Qué quiere Allah de mí?"

Lo primero que Anthea hizo, con el permiso de Mohammed y vestida con burka, fue ir de visita a casa de su familia para anunciarles el viaje que haría.

Anthea llegó muy desconsolada a su antiguo hogar, y apenas entró en él, se quitó el burka y se echó a llorar en los brazos de Ibrahim, quien la recibió en la sala.

-¿Anthea?, ¿ha ocurrido algo malo?, no llores hermana. A Allah no le gusta ver tristes a los humanos.

-Oh, Ibrahim... mi vida está arruinada. Me iré a América mucho tiempo y no podré presentar para la beca.

-Espera. ¿Qué beca?

Anthea le contó a su hermano acerca de su meta de obtener una beca para estudiar en el extranjero, y de su preparación en secreto para presentar un examen en un año.

-Pero ahora tendré que esperar- finalizó Anthea, con los ojos húmedos y las mejillas rojas.

Ibrahim la abrazó.

En eso, los demás hermanos llegaron al encuentro con Anthea.

-¡Anthea vino!- exclamó Danya

-¡Anthea!- gritó Said de felicidad.

Los demás hermanos la abrazaron en conjunto.

-¿Dónde está Nuh?- preguntó Anthea al notar que su otro hermano mayor no estaba.

-Está en Afganistán- dijo Ibrahim- lo mandaron de regreso. A mí me quedan dos meses aún.

-Oh, qué lástima.

-Hermana- la llamó Amira - ¿cómo te ha ido?, ¿tu marido te trata bien?

Los padres de Anthea llegaron de La Medina y saludaron a su hija, muy alegres.

-Qué felicidad verte, Anthea-dijo Naya abrazándola.

-Familia. Quiero decirles algo.

Todos se quedaron en silencio.

-Mohammed ha sido ascendido, así que nos mudaremos a América durante dos años.

Naya se vio preocupada.

-¿Y tú cómo te sientes al respecto?

Anthea miró a Ibrahim, quien era el único que sabía como ella se sentía realmente al respecto.
En cambio, con el resto de la familia, Anthea tuvo que mentir.

-Me siento emocionada. Un gran futuro nos espera a Mohammed y a mí, ¡ya lo verán!

Todos se unieron en un abrazo familiar, lo que hizo a Anthea sentirse aún más miserable.

Tras haberse despedido de su familia, Anthea mandó una carta a Latifa, en la que le explicaba que iba a visitarla una semana antes de viajar para decir adiós.

Y además, había alguien de quien quería despedirse primero.

Llantos De Arabia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora