Ni siquiera hubo tiempo para acomodarse en la habitación del hotel; apenas llegaron a Washington, la familia de Mohammed tomó un taxi al Hospital General.
La sala de espera estaba atestada de gente y enfermeras corriendo por todas partes. Cada minuto llegaban ambulancias con heridos, enfermos o cadáveres. Una ciudad tan grande como Washington requería demasiados servicios de salud para atender a toda la población.
Hada se acercó a una secretaria:
-Señorita, hemos venido a ver a nuestro marido.
-Ah, ustedes deben ser las esposas de ese musulmán, a juzgar por esos trapos que llevan en la cabeza.
-Son hiyabs...
-Como sea, síganme.
Las esposas, Salma y Nasir, siguieron a la mujer hasta el pasillo que rodeaba la sala de espera. Los hizo entrar en uno de los elevadores, y llegaron hasta el piso número cinco.
Otra mujer los interceptó en el pasillo de ese piso.
-Hola, fui notificada de que vendrían hoy. ¿Es por Mohammed Rajid?Todos asintieron.
-¿Y mi padre?- preguntó Nasir.-Antes, tengo que decirles lo más importante. ¿Con quién hablé al teléfono hace dos días?
-Conmigo- contestó Anthea.
La doctora miró de reojo a Salma y Nasir. Sus caras consternadas significaban que estaban preparándose para lo peor, lo cual la doctora pensó que era correcto, a juzgar por las noticias que estaba por darles.
-Su esposo llegó con mucha fiebre y dolores de cabeza, tras la decaída que tuvo. Se sentía muy débil, y me vi obligada a hacerle todos los análisis posibles. Creíamos que era alguna simple infección viral, pero su esposo dio positivo en...
-¿En?
-Mohammed tiene leucemia... Lo lamento.
Salma abrazó a su hermano.
-Pero puede salvarse, ¿no?- dijo Anthea, mientras su voz se iba quebrando poco a poco- pueden hacerle transplante de células madre, quimioterapia...
-Señorita Rajid, su marido tiene una leucemia avanzada. ¿Nunca se enfermó?
Fadila respondió:
-A veces tenía mareos, y fiebre. Pero creímos que era una simple bacteria atacándolo, y también por su edad.
-Pues lo siento, pero no se puede hacer mucho...- dijo la doctora con un pesar en su corazón, como siempre le sucedía cuando daba malas noticias.
-¿Cuánto... Cuánto tiempo?- preguntó Nasir, acercándose a la doctora Newman.
-Con la quimioterapia y las medicinas correspondientes, unos cinco o seis meses, o incluso un poco más.
-¡No!, ¡no voy a perder a mi padre!, ¡no está enfermo!- pegó de gritos Salma.
-Cariño, tranquila- dijo Anthea rodeandola con los brazos.
-Les recomiendo aprovechar el tiempo que le queda... Llevenlo de paseo, háganlo feliz, lo va a necesitar. Tiene que venir cinco veces por semana para su tratamiento.
-Entonces, tenemos que quedarnos en Washington por un tiempo- dijo Hada. Fadila asintió.
La doctora Angélica Newman los hizo pasar al cuarto donde Mohammed se encontraba acostado. Se veía muy cansado, y desde la última vez que lo habían visto, parecía haber envejecido diez años. Las ojeras indicaban que no había descansado mucho, y se veía más delgado de lo normal.
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Llantos De Arabia
Historical FictionAnthea Saadi es prometida a un hombre tres veces mayor que ella. Anthea no tiene voz para decir lo que piensa. No tiene apoyo para hacer lo que ama. No tiene motivación para luchar por su futuro. Hasta que conoce a Harun, un profesor clandes...