46. Pesadilla

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"Estaba ahí", "era él"

Anthea había regresado con su marido, quien la miraba extrañado.
Fadila y Hada habían regresado ya a la comunidad ya que Janiha había llamado a su madre urgentemente para que regresara por alguna misteriosa razón.

-¿No encontraste a Salma?- le preguntó Mohammed a su mujer, devolviéndola a la realidad.

-No... No la vi. Debe estar escondida. Sabe que apenas la encuentre le voy a dar el sermón de su vida.

Mohammed le besó la mano a su esposa.

-Ya aparecerá. No dejes que nos arruine está noche. Baila conmigo.

Anthea no quería acercarse ni un poco a esa pista de baile. Podría ver alguna "aparición" de Harun y era lo último que quería en el mundo. No se creía que estuviera ahí. No había cambiado nada. Nada...

-Tengo sed, voy a descansar un poco, habibi- dijo Anthea, acariciando la mejilla de su esposo, y mientras lo hacía, se percató de que enfrente de ella, a unos seis metros, Harun la observaba detenidamente, con la mirada impasible. Anthea no podía percibir lo que él sentía, debido a la ausencia de emociones en su rostro.

Cuando Anthea desvió la mirada hacía Mohammed, para que éste la besara, y regresó la vista a donde Harun estaba antes, él ya no se encontraba ahí.

Anthea se levantó anunciando que iría al baño a enjuagarse la cara, pero a medio camino se encontró cara a cara con Harun.

Era él. No era ningún fantasma ni aparición. Tampoco una alucinación.

Harun la observó detenidamente, con ojos de amor. La mirada no había cambiado para nada.

-Ha pasado tiempo- dijo él. Anthea se erizó al escuchar su voz. Sonaba más sabio, más lastimado por la vida.

-No deberías estar aquí.

-Anthea, no quiero presionarte para nada, sólo vine a decirte que te amo. Te he amado estos doce años de encierro y soledad que pasé, te amo ahora mismo, y te amaré hasta el fin de mis días. No espero que tus sentimientos sean correspondidos, sólo pensé que debías saber que aún con el tiempo y la distancia en nuestro contra, nunca dejé de quererte.

-No puedes decirme eso... ¡no puedes hacer esto!... Ahora que todo está en orden... No puedes aparecerte en mi vida como si nada, y luego desvanecerte de nuevo. ¡No debiste venir!, ¿no ves que es inútil? Harun, mi destino está sellado, no hay nada que pueda hacer. Nunca estaré contigo. Acéptalo.

Cabizbajo, Harun asintió. Sus ojos brillaban por el reflejo de la luz, y Anthea supo que un minuto más que pasará ahí, vería a Harun llorando.

-Vive tu vida, Harun. Esto es todo.

-Anthea...

-Vete.

Harun cerró los ojos y presionó sus dedos contra su rostro unos segundos, tratando de contener las lágrimas.
Al mirar a Anthea a los ojos, se percató de que ella también estaba llorando. Recordó la fiesta de cumpleaños de los niños, cuando Anthea y él hicieron el amor en la sala de descanso. Recordó la forma en la que ella lo había mirado y besado, entregándose enteramente a él. Recordó haberle jurado amor eterno, amor que superaría los límites de la faz de la tierra.

Cometer haram no parecía tan malo cuando habías encontrado al amor de tu vida. O al menos eso pensaban ambos. Anthea se dió media vuelta para no seguir con esa tortura. Tenía inmensas ganas de echarse en los brazos de Harun, pero no lo haría. Harun no lograría desarmar su corazón esa vez.

Anthea volvió con Mohammed para intentar distraerse. Éste la vio un poco consternada.

-Te pasa algo. ¿Mataron a alguien en el baño?

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