39. Doce años después

4.8K 348 21
                                    

"Parece mucho tiempo. Los días se escurren entre tus dedos, y no puedes hacer nada para detenerlo. Tus hijos crecen en todas las formas posibles, y llega un momento en que dejan de necesitarte. La vida te da oportunidades, o no te las da. Así de simple. Si alguna vez pude tener la suerte de estudiar, eso ha quedado en el pasado. Todo se volvió en torno a mis hijos. ¿Por qué me ha tocado vivir esto?, pienso de vez en cuando. Allah no responde, pero supongo que algún día, cuando yo muera, me resolverá todas mis dudas. ¿Por qué me dio este destino? Este año he cumplido los treinta, y pienso: ¿qué he hecho con mi vida?, ¿qué rumbo ha tomado? Todos los errores que cometí de joven han quedado en el pasado. Incluso mis sueños truncados ya los he olvidado. Entonces, si todo parece estar en orden, ¿por qué siento que algo me falta?, ¿se puede desear un cambio en la vida, sin saber en qué consistirá ese cambio?
No tengo con quien hablar. Mamá está muy enferma, papá falleció el mes pasado. Mis hermanos tienen a sus familias, y todos son felices en Fez, el único lugar que no siento como mi hogar. Mohammed también tiene sus años, cincuenta y cuatro si mal no recuerdo. Es difícil recordar tantas fechas y números con la enorme familia que tiene. Hada y Fadila aún me odian, nada nuevo. Sus hijas ya se han ido de la casa, aunque vienen los fines de semana a visitar a sus padres, a excepción de Janiha, quien vive en Washington con su marido Dul.

¡Por cierto!, Salma y Nasir tienen quince ya, van al colegio de ricos en las afueras de la ciudad. Al menos ellos tienen la fortuna de asistir a la escuela, lo que como pensarás, es un gran alivio para mí. Mohammed ya encontró un futuro esposo para Salma, y apenas ella cumpla los dieciocho, se casará con él. Nasir aún no está prometido, aunque sé que pronto lo estará.

Mi amiga de la infancia, Latifa, se casó mientras yo vivía en Washington, y fue una sorpresa encontrarla embarazada al volver. Dejamos de hablar, supongo que nunca sería lo mismo, con el tiempo que no nos vimos ni hablamos, la amistad se había desvanecido. A veces la encuentro en la calle, y la saludo. Y eso es todo.

Y por último, me disculpo con el gran lapso de tiempo que pasé sin escribirte. Saludos a Tom, Terry y Ashley de mi parte, espero que podamos vernos un día de estos. Hasta pronto, Miranda."

Anthea le pidió a su marido que del camino a trabajar, depositara la carta en algún buzón público.
Mohammed se despidió de ella y se marchó. Anthea se percató de las canas que su marido ya tenía, y pensó en cuanto tiempo podría quedarle de vida, aunque no era muy bueno de su parte pensar esas cosas, pues Mohammed había sido un hombre amable y amoroso con ella por todos esos años, y a pesar de no ser tan joven, había tratado de seguirle el paso a su mujer, quien obviamente aún tenía la chispa de la juventud.
Pero ahora... Anthea no podía encontrar esa chispa, esa sensación de que el mundo le pertenecía. Hubo días en los que fue feliz, gracias a sus hijos, pero llegó un momento en que todo se desvaneció. Ya no sentía nada.

Anthea tenía treinta años, sin embargo sentía que estaba en sus sesenta. Las ganas de innovar y conocer se estaban apagando, era una llama que poco a poco se iba extinguiendo. ¿Qué le faltaba? Si no había logrado ser feliz con la vida llevada hasta ahora, ¿qué podría hacerla más alegre?

Mohammed volvió a casa con una buena noticia.

-La empresa quiere ampliar el contrato. Quieren verme. Me iré a Washington una semana, sólo.

-¡Mohammedcito!, ¡no te vayas!- gritaron al mismo tiempo Hada y Fadila, corriendo a abrazarlo.

-Solo será una semana, lo prometo.

Y esa noche, Mohammed durmió con Anthea, ya que deseaba que ella fuera la última persona por ver antes de viajar en la madrugada.

Acostados en la cama, Mohammed la abrazaba con fuerza.

Llantos De Arabia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora