Un día antes de la boda, Anthea visitó a Harun con la esperanza de aprender más cosas, en caso de que nunca pudiera regresar.
Él la recibió con una gran sonrisa, una sonrisa que a Anthea ya le agradaba mirar.-Hoy vamos a ver matemáticas- dijo Harun- espero que te gusten los números.
-La verdad es que casi no sé hacer operaciones, solamente las básicas.
Harun le enseñó la división, la multiplicación, lo básico del álgebra y factorizaciones. A Anthea se le hizo demasiado fácil todo eso, y se dio cuenta de que tenía un talento innato para las matemáticas.
-Sigue practicando y verás cómo te haces experta.- le dijo Harun cuando su alumna salió de la casa.
-Ya soy experta- dijo Anthea en broma.
Harun le sonrió.
-Lamento que tu invitación no haya llegado. Es para no levantar sospechas- dijo Anthea por último, antes de marcharse.
Harun asintió, y le pidió mucho a Allah que cuidara a Anthea en la nueva vida que tendría ahora, casada con Mohammed, un hombre de tres veces la edad de ella.
Latifa salió ese día de paseo con Anthea, ya que quería comprar un hiyab bonito y elegante para la boda del día siguiente. Latifa estaba ya mucho mejor desde lo que había sucedido con Amea, ya que ésta se encontraba sana y salva, recuperándose en casa.
-¿Qué color me conviene?- preguntaba Latifa en un negocio de velos caros de la Medina.-Te queda precioso el verde puesto que tu piel es muy blanca.
-Me gusta el verde. Creo que lo compraré. ¿Estás feliz por mañana?
-Sí, claro.
Latifa entrecerró los ojos:
-No suenas totalmente convencida.-Tal vez tengo miedo de lo que me espera. Compartiré a mi marido con dos esposas más, tendré que cocinarle, limpiar la casa, acostarme con él... siento que todo es demasiado pronto para mí.
-Ya sabes el dicho, amiga. Mientras más joven una mujer se case, se evita mejor que sea corrompida.
-Eso no impide que las dudas aumenten en mí.
-Si te hace sentir mejor, en dos meses vendrá a Maruecos un joven de unos veinte años, llamado Mustaffa. Será mi esposo.
-Oh, qué bueno por ti.
-Sí. Dicen que es muy guapo. Y yo quiero que sea guapo.
-Sí, a mí también me agrada que Mohammed sea guapo. También espero enamorarme de él lo más pronto posible, ya que es un tantito... viejo.
Latifa soltó una carcajada.
-Amiga, lo importante son dos cosas: es rico, y guapo. Va a darte hijos preciosos seguramente. Tú también eres muy bella.
-Gracias- dijo Anthea, tratando de ocultar su sonrojo.
Latifa pagó su nueva compra, y se encaminaron a casa de Anthea.
-¿Qué te parecieron las clases con Harun?- preguntó Latifa en voz baja.
Anthea se ruborizó un poco, pero no dejó que su amiga lo notara, ya que podía delatarse a sí misma.
-Muy interesantes. He aprendido muchas cosas del mundo exterior, aunque la mayoría de ellas van en contra de nuestras creencias- dijo intentando ocultar sus nervios al hablar de Harun.
-Anthea, no seas exagerada. No va a pasar nada.
-A ti también ya te lavó el cerebro.
Latifa rio. Anthea se alivió de que su amiga no hubiera notado nada.
Llegaron a la casa, y la familia de Anthea ya había comenzado los preparativos.
Naya le explicó a su hija todo lo que sucedería al día siguiente, y detalles de la fiesta.
-Contrataremos bailarinas de la danza del vientre, bocadillos deliciosos, adornos extravagantes y verás cómo será la boda más lujosa de todas. Las esposas de Mohammed morirán de envidia.-Si tú lo dices madre.
-Te siento muy estresada. ¿Te encuentras bien Anthea?, ¿no estás feliz con este matrimonio?
-No es eso. Solamente tengo un poco de miedo.
-Es normal, hija. Yo también estaba nerviosa antes de casarme con tu padre. Y eso que tú has tenido suerte; yo lo conocí el mero día de la boda.
Anthea le agradeció a su madre las palabras de apoyo, a pesar de que no la ayudaron a tranquilizarse.
Al principio del compromiso con Mohammed, a Anthea le daba igual lo que estuviera por venir, todo lo hacía por la familia.
Pero ahora, se daba cuenta de todo lo que iba a cambiar una vez que se casara, y las dudas que no surgieron al principio, asediaban sus pensamientos a todas horas.Y entre esos pensamientos, estaba Harun.
La chispa que le había faltado al momento de conocer a Mohammed, definitivamente la había sentido con Harun."Anthea, aléjate de los pensamientos impuros o Allah va a castigarte" se recordaba ella a cada minuto.
Pero eso no impedía visualizar a Harun en su mente. Simplemente no sabía cómo sacarlo de ahí.
Anthea estuvo el resto del día conversando con sus hermanos mayores, para que le contaran qué tal les iba en la guerra de Afganistán.
Ibrahim tenía una herida en el hombro, pero nada más.-Hemos ayudado a mucha gente- dijo él, orgulloso- parece que pronto acabará y volveremos aquí.
-Como todavía somos estudiantes-empezó Nuh - no pueden ponernos al frente, lo que es un alivio ya que ahí es donde precisamente mueren más soldados.
-Allah los ha protegido. Pedí mucho por su regreso, por su salud.
-Gracias Anthi. Los extrañamos de verdad-le dijo Ibrahim, tomándola de la mano.
Anthea abrazó a su hermano mayor, a quien siempre había querido bastante.
No se llevaba con ninguno de sus otros hermanos como lo hacía con Ibrahim, y él también la adoraba.Lo que restaba de la noche, los tíos y primos de Anthea llegaron a saludarla. Venían desde muy lejos para presenciar el casamiento de su sobrina, a lo que ella se debía de sentir muy bendecida.
Sin embargo, las dudas podían con ella, y embargaban de temor su corazón.Para ella, los mismos sentimientos la hacían enloquecer y pasar ratos acostada en su cama, pensando.
Se daba cuenta de lo hermoso que podría ser elegir a un marido por ella misma, ya que no sabía nada de Mohammed.
"Pero papá y mamá lo conocen. Saben que será bueno para mí" pensaba para consolarse.Incluso, Anthea creía que las esposas de Mohammed podrían ayudarla a adaptarse a él, ya que ellas sabían lo que le gustaba y lo que no.
Pero Anthea no quería tener relaciones. Ni darle hijos a Mohammed. Por muy necesario que fuera, aún no se sentía lista.
Esa noche Anthea se durmió temprano, aguardando el momento en que la despertarían, para iniciar con el ritual del matrimonio.
ESTÁS LEYENDO
Llantos De Arabia
Ficção HistóricaAnthea Saadi es prometida a un hombre tres veces mayor que ella. Anthea no tiene voz para decir lo que piensa. No tiene apoyo para hacer lo que ama. No tiene motivación para luchar por su futuro. Hasta que conoce a Harun, un profesor clandes...