31. La fiesta

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Anthea aprovechó que la casa estaba completamente vacía, ya que todos la esperaban en el local, para empacar una maleta para ella y otra para sus hijos. Si iba a escapar tenía que ser esa noche que todos estaban distraídos.

De alguna forma, sabía que Harun estaría ahí esa noche. Era algo muy predecible de él, así que Anthea tendría que encontrar el momento perfecto para poder hablar con él y revelarle su decisión, para llevarla a cabo de una buena vez, esa misma noche.

Anthea fue hasta el lugar de la celebración, donde al entrar fue recibida con aplausos y gritos de felicidas. Su madre y hermanos corrieron a abrazarla, e inmediatamente se hizo la música.
Mohammed contrató músicos marroquíes para amenizar el ambiente, al ritmo de la danza del vientre, interpretado por odaliscas contratadas por Fadila.

-¡Es tan bonito!- exclamó Anthea, abrazando a Mohammed. Debía comportarse lo más normal posible para no levantar sospechas y poder buscar a Harun con toda la calma del mundo.

-Mira a quién invité- dijo su marido, señalando a un rincón de la estancia, en la sección del buffet.

Miranda se encontraba ahí, bebiendo un poco de soda, sin notar que la estaban observando.

Anthea sintió rabia al verla.

-¿No vas a saludarla?- preguntó Mohammed.

-Primero iré con mi familia- contestó ella, evadiendo a su esposo para caminar con la cabeza baja hasta sus hermanos.

Hada le regaló a Anthea un hiyab hermoso de tela suave, y Fadila le obsequió un pequeño baúl, susurrando:

-Para las joyas que Mohammed te da en secreto.

-Víbora- musitó Anthea por lo bajo.

Fadila puso cara de ofendida, pero no había nada que pudiera hacer.

Mohammed pidió un aplauso más para su hermosa esposa, y luego empezó el baile. Todos se incorporaron a la pista para bailar la danza árabe, supieran o no. Las odaliscas se encargaban de enseñarles a los invitados que eran de Washington, y otras personas como Naya y su familia ya conocían muy bien el baile.

Anthea buscó con la mirada a Harun, todo el rato. Al parecer no lo conocía bien; seguramente él jamás se arriesgaría a entrar a una fiesta en la que no estaba invitado.
Paseó la vista un poco más, tratando de percibir alguna cosa fuera de lo común, y entonces, la encontró. Detrás de unas mamparas que cubrían la entrada de los baños, alguien se encontraba escondido detrás, como si esperara a otra persona. Anthea reconoció enseguida los ojos expectantes de Harun,y fue hacia él. 

Harun logró su misión de lograr contacto con Anthea , y ésta se apresuró a avanzar entre la multitud hasta él, oculto tras las mamparas.

Harun se metió en el baño de mujeres, seguido de Anthea. Luego entraron en la sala de spa, incluida también en el baño. Ahí había muebles de descanso y revistas para leer.
Revisaron cada rincón para asegurarse de que estaba vacío, y bloquearon la puerta para no ser molestados.

Apenas aseguraron la puerta, Anthea se echó en sus brazos, y él la apretó con fuerza contra su pecho.
Él no pudo evitarlo y empezó a besar cada espacio de su rostro, con delicadeza extrema y una infinita ternura. Depositó besos por todo su cuello, mientras Anthea era consumida poco a poco por el deseo de tener a ese hombre, por la culpa permanente en su corazón de no ser la esposa perfecta, por el dolor de no tener la vida deseada. Pero todo se fue desvaneciendo lentamente con cada caricia de Harun, con cada vez que la hacía temblar y hundirse en un sentimiento de culpa y placer; Anthea no quería que se detuviera, y él no lo hizo.

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