Marruecos, 1975
Mohammed se vistió de la manera más elegante posible. Estaba muy entusiasmado de conocer a su prometida, Hada. No podía contener la emoción, y todo el día lo pasó cantando con los sirvientes y bailando por toda la casa.
-Mohammed, ¡compórtate!- lo reprendió su padre. Ladub Rajid era un hombre tosco y amargado por la vida, debido a haber perdido a su mujer el mismo que día que nació su hijo. Desde eso, había criado a Mohammed con dureza, culpandolo siempre por la muerte de su esposa. Pero ahora que su único hijo estaba a punto de comprometerse, ese matrimonio tenía que salir bien, para que hubiera una descendencia de los Rajid.
-Papá, estoy demasiado eufórico.
-Eso veo. Guarda tus celebraciones para cuando la joven te acepte. No tiene caso festejar de una vez. Ni siquiera la has visto. No sabes si te gusta.
-Me gustará, estoy seguro - dijo Mohammed esbozando una sonrisa.
-Sé que a los veintitres años te parece toda una aventura casarte, pero créeme, es una vida de carga y responsabilidad.
-No puede ser tan malo, papá.
Mientras, en la casa de los Zidá se llevaba a cabo un gran almuerzo en honor a Hada, la única hija de la familia, ya había encontrado un buen marido, a quien conocería ese mismo día.
La música y la danza gobernaba el ambiente. Los padres de Hada estaban llenos de orgullo, y Hada no dejaba de fantasear con su futuro esposo.
Su madre se acercó a darle un abrazo.
-¿Estás feliz, querida?
-Mucho, madre. He escuchado cosas muy buenas de mi prometido. Dicen que es guapísimo, respetable, rico y muy religioso. Me hará muy feliz, estoy segura.
-¡alhamdulillah!, que Allah te escuche, hija mía.- dijo su madre besándola en la frente.
Hada corrió a la sala a danzar con las criadas y con su padre, quien se encontraba muy feliz del destino que Allah le estaba preparando a su hija.
Después de un rato, el hombre y su hija salieron por las calles de la Medina, y a petición de Hada, le regalaron comida a la gente pobre.-Allah los bendiga- decía Hada tiernamente a cada mendigo que se acercaba a pedirle un poco de pan.
-Allah te bendiga a ti- le contestó una anciana de aspecto andrajoso. Hada tuvo compasión de ella, y sacó de su morral un vestido muy bonito y elegante, seguido por un hiyab y una manta para dormir:
-Use esto, señora- dijo amablemente mientras se lo extendía- se avecinan noches frías.
-Usted es una mujer buena. Que Allah la bendiga, se ha ganado el cielo.
Después de todo lo que pasó ese día, Hada se sentía muy satisfecha.
Mohammed llegó puntual a la casa, a las ocho de la noche. Ladub saludó cortésmente a los padres de Hada, y presentaron a los muchachos.
-Hada, muéstrale a Mohammed el patio principal- ordenó su madre, guiñandole un ojo.
Hada le hizo señas tímidamente a Mohammed para que la siguiera, y la situación hizo que Ladub quisiera echarse a reír.
El patio de los Zidá estaba perfectamente cuidado, y Mohammed se sorprendió con el cariño que Hada acariciaba a sus plantas.
-Veo que te gusta la naturaleza.-dijo él, sin dejar de contemplar a su futura esposa.
Hada se sonrojó:
-Así es... No puedo imaginar mi vida sin mi jardín, sin los animales. Son mis cosas preferidas en la vida.
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Llantos De Arabia
Historical FictionAnthea Saadi es prometida a un hombre tres veces mayor que ella. Anthea no tiene voz para decir lo que piensa. No tiene apoyo para hacer lo que ama. No tiene motivación para luchar por su futuro. Hasta que conoce a Harun, un profesor clandes...