58. Latido

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-Wilhem, ¿tomaste tus medicamentos hoy?- preguntó Abby, irrumpiendo en la habitación de su hijo.

-Sí, mamá...

-¿Qué te sucede?

-Acabo de recibir una llamada. El padre de una amiga mía ha muerto.

-¿En Washington?

Wilhem asintió.

-No vayas a estar pensando...

-¡Tengo que ir!

-¡Wilhem, no!, sólo es un pretexto para estar cerca de Miranda. Ella no te quiere, entiende.

-Mamá, no tiene nada que ver. Salma me necesita.

-¿Salma?

-Verás, ella no es cualquier amiga... Estoy enamorado de ella.

-¡Ay no!, ¡Wilhem!- exclamó Abby llevándose las manos a la cabeza.

-Mamá, tengo que ir.

-Wilhem, comprende. No puedes pasar estos días especialmente lejos de mí... Bien sabes por qué.

-Mamá, estaré bien- dijo Wilhem intentando tranquilizarla.

Abby se lo pensó más de una vez, y luego dijo decidida:

-Yo iré contigo. No voy a dejarte sólo.

Aunque a Wilhem no le gustaba mucho esa idea, aceptó de buena gana la decisión de su madre.

Jerry supo del viaje que su esposa e hijo harían, pero no se ofreció a acompañarlos.

-Es tu hijo- replicó Abby- tienes que estar con él, más ahora que te necesita.

-Tonterías. Ya postergué demasiado tiempo el tour. Las disqueras confían en mí. Mis fans confían en mí. ¿Sabes cuánto dinero tendremos después del nuevo disco y de este tour?, será una enorme ganancia, ¡de millones de dólares!

Abby abofeteó a su marido.

-Parece que tienes cosas más importantes que hacer.

Jerry no trató de detenerla cuando ella subió en la limo, acompañada de su hijo, directo al aeropuerto.

Wilhem sólo podía pensar en lo mal que la estaba pasando Salma, y Abby sólo pensaba en lo poco de tiempo que le quedaba a Wilhem para vivir.

Abby y su hijo llegaron a tiempo a Washington para el funeral, en la mezquita de la comunidad. Como no estaba permitido a ajenos a la religión estar presentes en el funeral, Wilhem y su madre se quedaron fuera de la mezquita. Esperando a Salma para confortarla.

Como primer paso, en privado, Dul se encargó de la ablución fúnebre (el baño) del cuerpo de Mohammed.

Comenzó diciendo las palabras "En el nombre de Dios, y acorde a las enseñanzas de su mensajero"

Luego, envolvió el cuerpo con un trozo de tela, despojándolo antes de sus ropas.
Se aseguró de limpiar el cuerpo con mucha delicadeza, para comenzar con el lavado.
Procedió al baño, presionando con las palmas de las manos sobre el estómago del fallecido para provocar la evacuación de los excrementos retenidos. Limpió después todo el cuerpo con agua y jabón, como en cualquier baño normal.

Por último, secó el cabello y el cuerpo, perfumando después ambos.

Dul depósito con cuidado el cuerpo de Mohammed sobre una gran tela, y fue cubriéndolo con tres paños diferentes. Al final, los sudarios se perfumaron.

Dul, y un grupo de hombres, amigos de la familia, trasladaron el cuerpo hasta la excavación de más de un metro, en un área específica de la comunidad para enterrar a los musulmanes, justo a dos minutos de la mezquita.

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