15. Noche estrellada

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Anthea visitó a Latifa el último día antes del día de partida.
Ella ya se veía mejor aunque aún se le notaban sus ojeras.

-Espero que te vaya bien- le dijo Latifa con sinceridad.

Anthea abrazó a su amiga:
-Cuida de Harun, por favor. Aprende todo lo que yo no podré.

-Ay, Anthea. No te pongas así. Vas a lograr tu meta. Ya verás.

-Latifa, no sé... pongo demasiado en riesgo a mi familia, siento que debería darme por vencida. Ese sueño no es para mí.

-Anthea. Piensa por un momento solamente en ti. No hagas todo por tu familia o porque sea lo correcto. Haz lo que te dicte tu corazón; ah, siempre y cuando no sea haram, porque si no te irás directo al infierno.

Anthea rio. Le dio un beso en la mejilla a su amiga y salió de la casa. Los padres de Latifa no le dirigieron la palabra para nada, aunque a la joven no le importó mucho.

La madrugada del siguiente día, Mohammed, sus esposas e hijas fueron llevadas a la terminal del aeropuerto.

La espera para el abordaje no fue mucha. Las esposas de Mohammed llevaban una maleta cada una, y las hija ayudaban con bolsas más pequeñas.
Anthea se fijó en que casi no había mujeres viajando solas, y si había, notaba que las hacían entrar en un cuarto privado, seguramente para inspeccionar papeles y que tuviera un permiso del esposo o del padre para viajar.

Salir de Marruecos solas, para las mujeres no era nada fácil.

Mientras esperaban que su vuelo fuera anunciada por el altavoz, Mohammed leía un libro, las niñas jugaban, Hada y Fadila conversaban, y Anthea solamente miraba a través del gran vidrio transparente que le permitía admirar esas estructuras raras con forma de ave que solamente había visto algunas veces sobrevolando Fez.
Nunca había viajado en avión, simplemente porque no había necesidad, y toda su vida había estado muy ocupada con los quehaceres de la casa y las actividades que ejercía a diario.

Mohammed se sentó a su lado.
Hada lo notó y se llenó de celos, intentando escuchar lo que él iba a decirle a Anthea.

-¿Tienes miedo de los aviones?- preguntó Mohammed a la joven.

-No. Me parece emocionante volar por encima de las nubes. Es algo que jamás imaginé hacer.

Mohammed la besó en la mejilla:

-Ten la confianza de comunicarme cualquier cosa que te haga infeliz.

Anthea asintió, no entendiendo muy bien a qué se refería su marido con eso.

Cuando los llamaron para abordar el avión, Mohammed y su gran familia se acercó a la entrada de su vuelo, para registrar sus nombres.

-Señor Mohammed- le dijo la mujer que verificaba los documentos- ha habido un error y uno de los boletos se ha repetido.

-¡Pero qué...!

-Lamentamos mucho esta situación, no sucede con frecuencia y no sé qué ha pasado. Llamaré al supervisor.

Esperaron unos diez minutos esperando a que regresara la mujer.
Y lo hizo, seguida por un hombre de traje.

-Mil disculpas por la molestia. Como parte de nuestra disculpa le ofrecemos un asiento en primera clase.- dijo el hombre con una sonrisa, entregándole a Mohammed un boleto

-Gracias... creo.- dijo él.

Mohammed y las demás entraron en el avión, que estaba lleno de musulmanes.

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