25. Funeral

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Una mañana de primavera, Mohammed se levantó para recibir el correo en la entrada de la comunidad.
Llegaron varias cartas de su familia en Fez, así como las de sus esposas.

Anthea aún dormía tranquilamente en su habitación. Con dos meses de embarazo, su pequeño vientre comenzaba a abultarse un poco, aunque todavía no se distinguía mucho.

-Anthea, despierta- le dijo Mohammed con cariño.

-¿Qué pasa?, ¿qué hora es?

-Necesito hablar contigo.

Anthea se levantó y bajó a desayunar.

Se encontró con la hija mayor de Mohammed, quien le hizo una mueca.
Ultimamente las niñas la estaban tratando mal, lo que seguro era causa de los celos que el embarazo de Anthea producía en ellas.

-Anthea, lee esta carta. Es de tu madre.

-Hace tiempo que no me escribía- dijo Anthea.

Fadila estaba presente, y sintió un poco de pena por la joven, ya que solamente había dos razones de sus familiares para escribirles: buenas o malas noticias. Y las más comunes eran las últimas. A juzgar por el rostro consternado de Mohammed, algo malo había sucedido.

"Anthea:

Recibimos tu carta. Felicidades por el bebé, lo celebramos mucho en casa...
Quiero que sepas, hija, que la vida es un ciclo. Un ciclo que comienza, y cuando Allah lo ordena, termina. Y puede terminar demasiado pronto, o demasiado tarde.
Anthea, tu hermano Ibrahim ha servido fielmente a la gente en Afganistán; como sabes, salvó muchas vidas de civiles en la guerra, sin recibir nada a cambio. Tu hermano es un héroe.
Ayer en la noche, su campamento fue atacado por rebeldes. Una explosión arrebató la vida de veinte soldados, entre ellos Ibrahim. Hemos retrasado el funeral al 17 de abril con el propósito de que estés aquí a tiempo, ya que las cartas tardan en llegar.
Te quiero hija, esperamos verte.

Naya Saadi."

-No... no puede ser cierto.

-Anthea...- dijo Mohammed- Anthea, compraré inmediatamente los boletos.

-Mi hermano... mi hermano mayor...

Anthea trató de contener las lágrimas, Fadila no pudo evitar abrazarla. Era demasiado para una niña de quince años. Había tantas cosas imprevistas que estaban sucediendo en su vida...

-Fadila, hazle un té- ordenó Mohammed.

Fadila asintió sin vacilar.

Mohammed se sentó junto a Anthea y la abrazó. Ella se dejó. No sentía nada dentro. Las fuerzas que Ibrahim le había dado tiempo atrás, habían desaparecido junto con él. No sabía cómo iba a poder seguir viviendo sin sus consejos y su cariño.

-Habibi, mañana mismo podemos viajar a Fez. Debes estar con tu familia- dijo Mohammed consolándola.

Anthea se recostó en el sofá, con la carta de su madre a la mano. Tal vez todo era un mal sueño.... tal vez en unos minutos despertaría en su hogar en Fez, junto a Ibrahim, quien le contaría sus anécdotas del día, y la ayudaría a alimentar a sus hermanos menores.

Hada aceptó quedarse a cargo de la casa durante la semana de ausencia de su marido y Anthea. Aunque comprendían la situación de la joven, las esposas de Mohammed no podían evitar sentir celos de que ella tendría tiempo a solas con su esposo, mientras ellas se quedarían en Washington, solas con sus hijas.

-Lamentamos tu pérdida -le dijo Fadila a Anthea, antes de que ésta subiera en el taxi que la llevaría al aeropuerto.

-Gracias...- respondió ella, sin más. No tenía muchas ganas de escuchar condolencias por parte de otras personas, pues eso la haría sentir mucho peor.

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