18. Pureza

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Mohammed estuvo ausente por algunos días, debido a que tuvo que atender una conferencia fuera de Washington.
Para la mala suerte de Anthea, las esposas se quedaron en la casa con ella, intentando hacerle la vida imposible cada minuto que pasaba.

-Sabes, es muy extraño que aún no estés embarazada- le dijo Fadila.

-Es cierto- afirmó Hada- ya deberías estarlo. Yo tuve mi primera hija al año de casada....

-Ya déjenme en paz- dijo Anthea, mirándolas a la cara, desafiante.

-Seguramente eres seca.

-¡Sí!, seguro eres de las mujeres desafortunadas que no pueden concebir... si es así, Mohammed debe divorciarse de ti.

-Una doctora debería revisarte- sugirió Fadila maliciosamente.

-Cierto, llamaré a Hasina mañana para comprobar que todo esté bien con nuestra querida Anthea.

-¡Estoy bien!

-Es solo una revisión rutinaria para el cuidado de la mujer.- dijo Hada sonriente, tomando a Anthea de la mano- es que nos preocupamos por tu salud.

A Anthea no le importó la forma en la que la estaban tratando, sino que se angustió debido a la revisión del día siguiente.
Hasina descubriría que ella era virgen, y entonces la vergüenza y el deshonor caerían sobre Mohammed y su apellido. No podía hacerle eso a él, quien había sido tan bueno con ella al perdonarle la noche de bodas...

Mohammed regresó por la noche, y sus esposas lo recibieron con un delicioso banquete y aromatizantes por toda la casa.
Esa noche a él le tocaba dormir solo, sin embargo Hada y Fadila querían conseguir pasarla con él, compitiendo entre ellas para ver quién era la afortunada esposa.

Y desde la sala, Anthea tejía mientras escuchaba el alboroto en el comedor, sin saber que Mohammed extrañaba su presencia cada segundo que pasaba.

Cuando llegó la hora de dormir, Hada le dijo a su marido:
-Mañana Hasina vendrá a revisarnos a las mujeres, solo para comprobar que todo esté funcionando correctamente.
Mohammed asintió. Sabía que no podía negarle ese derecho a sus esposas, y que si lo hacía, levantaría enormes sospechas sobre su intimidad con Anthea.

Esa noche, Mohammed entró en la habitación de la joven, quien estaba cepillando su largo y negro cabello, sentada frente a su tocador lleno de joyas y pinturas.

-Te ves hermosa, Anthea- dijo Mohammed, mientras se acercaba a ella, y sacaba de su bolsillo un collar de oro- pero tu belleza podría resaltarse un poco más con esto.

Mohammed ató el collar a su cuello, y besó a su esposa en la mejilla.
-Ahora sí, estás perfecta.

-Mohammed... mañana vendrá Hasina, ¿qué voy a hacer?- preguntó Anthea, ignorando por completo la dulce escena de su marido.

-No lo sé, Anthea. No lo sé.

Anthea pensó de repente en Harun, por alguna razón.
Se había prometido no pensar más en él, sin embargo ahí estaba, en su mente y en su corazón, encerrado dentro sin manera de salirse.
La joven supo que no había escapatoria al destino, que había cosas que no podían ser cambiadas, al menos por ahora.

Anthea se puso de pie sin decir una sola palabra, se quito el collar para acomodarlo en uno de sus cajones, y luego dejó caer ágilmente su bata de dormir, quedando expuesta ante Mohammed.
Si esa era la única respuesta para salvar el honor de él, y en parte el de ella, entonces era lo que debía hacerse. Anthea ya no tenía la mentalidad de una niña, ni tampoco el cuerpo. En su familia, las niñas crecían demasiado rápido.
¿Era eso bueno o malo?

Mohammed cerró la puerta con seguro, y llevó a su esposa a la cama.
Primero la observó, incrédulo de lo perfecta que era. Pensaba que era un hermoso sueño, y que pronto despertaría junto a ella, únicamente con los recuerdos de algo que ni siquiera había sucedido.
-Me tienes perdido. Dime, ¿qué le has hecho a mi corazón?

-No sé... ¿acaso importa?

-No. Me he perdido en ti, y no quiero encontrarme.

Mohammed la besó con mucha intensidad, liberando las ganas acumuladas que llevaba guardadas desde hacía mucho tiempo.
Anthea se dejó llevar por la dulzura que emanaba del cuerpo de su esposo, con las caricias que le daba y los cálidos abrazos que la confortaban y la hacían olvidarse del mundo.

Esa noche, Anthea solo pudo lograr que el amor de Mohammed aumentara mucho más.

Hasina llegó al mediodía para revisar a las mujeres, de una en una en el cuarto común.

Fadila y Hada obligaron a Anthea a pasar primero, esperando recibir la noticia de que no pudiera concebir, como dictaban sus sospechas.

Pero pasados unos veinte minutos, cuando Anthea salió de la habitación seguida de Hasina, y Hada le preguntó si todo estaba bien, ella respondió:

-Todo está perfecto con Anthea.

-Pero... ¿está segura?, ¿es fértil?

-Sí, todo señala que lo es. ¿Quién es la siguiente?

Anthe sonrió para sus adentros. Se había salvado por muy poco, sin embargo, ya no era virgen. No sabía cómo sentirse al respecto, ya que ella nunca se había sentido lista del todo, y la había tomado por sorpresa haber sido capaz de sacrificar su cuerpo por el honor de Mohammed, cuando ni siquiera lo amaba... ¿o sí?

"Terry tenía razón. Tengo que sacrificar algo para conseguir lo que quiero. Tengo que sacrificar el honor de mi familia. Bueno, al menos logré salvar el de Mohammed."

Anthea se echó una siesta, ya que deseaba descansar su exhausta mente de tanto pensar.

Mohammed llegaba cada noche con nuevas joyas para sus esposas, siempre las más bellas para Anthea.

Con el paso de los meses, ella fue olvidándose de su sueño de estudiar, y aunque aún leía en secreto, lo hacía por pura diversión.
Aprendió a apreciar a Mohammed, y a no pensar más en Harun.
Anthea había comenzado a aceptar su destino, y a olvidar lo vivido en sus primeros meses de casada.

Y entonces, el destino decidió retorcer su vida.

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