El día del parto, Anthea se desmayó unas veinte veces en lo que esperaba a que llegara la doctora y enfermeras a la casa. Fadila tuvo que cuidar que no se deshidratara, solo porque su esposo se lo había pedido.
-¿Dónde está esa doctora? - se preguntaba impacientemente Mohammed, mordisqueándose las uñas y caminando de un lado a otro en la habitación.
-Ya debe llegar habibi... ya debe---
El timbre interrumpió a Hada, y Mohammed salió disparado a abrir la puerta para hacer entrar a la doctora.
-Por favor, dense prisa. Lleva así un buen rato.La doctora Fisher, graduada de la Universidad de Medicina en Harvard, se apresuró como toda una profesional, sin decirle nada a Mohammed. Sus enfermeras la siguieron, cada una con un pequeño maletín, en caso de ser necesaria una cirugía.
Por suerte, la doctora animó a Anthea para que empujara ella misma a su bebé.
-¡Vamos!, ¡más fuerte!
Anthea gritaba y lloraba, haciendo un esfuerzo increíble para que el bebé lograra sacar la cabeza. Se había puesto toda roja y las venas de la frenre se le marcaban a más no poder. Parecía que se estaba quedando sin aire, y tal vez así era.
-¡Tú puedes!- gritaban las enfermeras, quienes sostenían las manos de la joven, para evitar que sus propios movimientos la sacaran de la cama.
-¡Duele!- gritaba Anthea.
-¡Ya viene la cabeza!- exclamó la doctora Fisher.
-¡Un poco más!- la animó una de las enfermeras.
Anthea dio un último empujón, y escuchó inmediatamente un llanto limpio y puro, pensando que su bebé tenía un buen pulmón al llorar así.
-La vamos a lavar- dijo la enfermera, tomando a la bebé en brazos.
-Es una niña- dijo Fisher, con suavidad.
Anthea sonrió por un momento, y fue entonces que una contracción más azotó su cuerpo.
-¡Duele!
La joven estaba perdiendo mucha sangre, y ni siquiera había terminado
-Hay que prepararnos- anunció la doctora- viene otro.
"¡¿Otro?!" Pensó Anthea, quedándose sin respiración.
Se aferró al brazo de la enfermera que aún le sostenía, y le clavó las uñas debido al inmenso dolor.
-Tienes que empujar una vez más, Anthea- ordenó Fisher.
-No puedo... no puedo...
-¡Sí puedes! Hazlo por el bebé, ¡tú puedes!Anthea tomó mucho aire, y sin darle más vueltas al asunto, pujó con todas las fuerzas que le quedaban, agitando frenéticamente los brazos y piernas, para escuchar finalmente el llanto de su bebé varón.
Las enfermeras arroparon a los pequeños y los acostaron junto a la madre, pero Anthea cayó en un profundo estado de inconsciencia apenas salió su hijo.
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Llantos De Arabia
Historical FictionAnthea Saadi es prometida a un hombre tres veces mayor que ella. Anthea no tiene voz para decir lo que piensa. No tiene apoyo para hacer lo que ama. No tiene motivación para luchar por su futuro. Hasta que conoce a Harun, un profesor clandes...