22. El pasado de Terry

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Anthea se quedaba mucho tiempo sola en el departamento, lo que le daba tiempo para estudiar. No quería saber nada de Harun, ni Mohammed, ni siquiera de Terry. Evitaba hablar con este último, simplemente porque no lo soportaba. Su carácter era muy inmaduro, ya que era casi tan joven como ella.

Terry quería a Anthea, pero tenía la loca idea de que ella le pertenecía. La misma acción de Anthea ignorándolo, hacía que Terry a veces también la detestara.

Pero es verdad que del odio al amor hay un solo paso.

Una semana después, Miranda tuvo contracciones más fuertes de lo normal, y es cuando supo que estaba por dar a luz.

-¡Terry!- gritó su hermana con las pocas fuerzas que pudo utilizar -¡conduce tú!, ¡al hospital!

Terry condujo, con Anthea en el asiento del copiloto, y Miranda estuvo todo el camino llorando de agonía.

-Tranquila, habibi- la tranquilizaba Anthea, tomándola de la mano desde adelante.

Terry se estacionó mal por las prisas, y ayudó a su hermana a bajar del auto. Entre Anthea y él, Miranda llegó a la sala de urgencias donde fue atendida rápidamente. Por alguna razón estaba perdiendo mucho sangre, y tenía la cara pálida.

-Ayudenla por favor- suplicó Terry con los ojos llorosos. Dios era testigo de cuánto odiaba ver sufrir a su hermana.

Las enfermeras se la llevaron, dejándolo solo con Anthea.
-Vamos a sentarnos- dijo ella.

Terry llamó por teléfono a Abby y su esposo, quienes llegaron deprisa al hospital.

-¿Dónde está?- preguntó Abby

-En la sala de parto- respondió Anthea
-Tú debes ser la amiga musulmana de Miranda, me ha hablado de ti. Soy Abby, yo adoptaré al pequeño.

Anthea la saludó.

Abby y su marido se sentaron en la cafetería dejándolos a ellos solos en la sala de espera.

-Dios mío, ¿por qué estaba sangrando tanto?- preguntaba Terry al aire.

Anthea le acarició la espalda para consolarlo, y él la miró.

-Anthea, lamento no haberte recibido muy bien la semana pasada. No he sido un buen amigo.

-No te preocupes. Te acepto como eres, Terry. Todo está bien.

-No. No lo entiendes. Yo no soy así como me viste... no soy posesivo, lo juro.

-Bueno, ¿y qué fue todo eso?, no te juzgo ni nada, pero no es nada agradable que un chico sea así con una mujer.

-Simplemente... es una actitud horrenda que tomé, más no era mi intención espantarte.

-No te preocupes... creo que podemos dejarlo en el pasado...

Terry se puso serio de repente, como si quiera decir algo importante.

-Anthea, probablemente no debería contarte esto. Miranda me hizo prometer que nunca tocaría el tema de nuevo, pero... es sobre mis padres.
He decidido hablarte de ellos, solo así siento que puedes confiar en mí, ¿está bien?

Anthea asintió.

-Mi padre nos abandonó cuando éramos pequeños. Mamá tuvo muchas parejas, y siempre los llevaba a casa. Odiaba estar en casa, así que escapaba al templo a oír las misas y estudiar con el pastor. Así me acerqué a Dios. Y si no hubiera sido por eso, no sé qué sería de mí.
Uno de los novios de mi madre era muy celoso con ella. Me golpeó por mucho tiempo.

-Terry... lo siento...

-No te preocupes. Eso... cambió algo en mí. A veces no me reconozco. En un momento puedo ser la mejor persona, y al siguiente... Anthea, no te imaginas cuánto me hirió ese hombre...

-Por Allah... ¿Terry?

-A veces aparece en sueños, y trato de olvidarlo leyendo libros sobre Dios. Porque Dios ha sido el único refugio para mí toda la vida.

-Terry... ¿qué te hizo ese hombre exactamente?

-A mí solo me golpeó. Pero a Miranda... ella sufrió lo peor.

Anthea se acercó un poco más a Terry. No tenía idea de cómo consolarlo.

-Anthea, me he refugiado en Dios todo este tiempo para tratar de olvidarlo todo, todo ese sufrimiento y gritos de mi hermana... pero ahora te conocí a ti, quien me hace sentir a salvo. Eres quien Dios me tenía destinado a conocer, aunque no te quedaras conmigo, por más que quisiera.

Terry comenzó a lagrimar, y continuó:
-Y por eso te pido perdón, perdón por sobreprotegerte, por ser un poco odioso o lo que pienses de mí. Me he aferrado tanto tanto a ti. No quiero verte lastimada como a Miranda. No quiero que te metas en problemas. Te veo a ti, y veo a Miranda de adolescente, siendo maltratada por un hombre que no conocemos. Veo a mi hermana mirar desconsolada a los oficiales de policía llevándose a ese desgraciado, sin saber que han llegado demasiado tarde...Tenías que saber esto, Anthea. Porque no veo otro modo de hacerte entender que quiero protegerte, como no pude hacerlo con Miranda por yo ser demasiado pequeño.

-Terry, tranquilo. No tenía ni idea de todo lo que has sufrido.

Terry se enjugó las lágrimas con la mano, y pestañeó seguidas veces para aclarar la vista de todo el llanto acumulado.

-Te ayudaré en lo que necesites. En serio.

-Gracias, Terry.

Anthea esbozó una pequeña sonrisa a su amigo, y luego de un rato el sueño la venció.

En la mañana, Terry la despertó con delicadeza.

-Despierta, Anthea. Ven a conocer a mi sobrino.

Ella lo siguió por el pasillo de maternidad, hasta el fondo.

Miranda se encontraba postrada, con el rostro cansado y ojeroso, pero con un lindo bebé en brazos.
Abby se encontraba junto a ella.

-Es precioso- dijo Abby.

Terry se acercó a Miranda un poco melancólico:
-¿Realmente vas a dar en adopción a tu hijo?

Miranda miró a Abby:
-Serás una estupenda madre, amiga.

A Abby se le llenaron los ojos de lágrimas y luego sostuvo al bebé en brazos.

-Creo que debería llamarse Wilhem.- dijo ella.

Miranda asintió, mientras su hermano la tomaba de la mano:
-Es un hermoso nombre.

Anthea estaba cautivada con la escena, por lo que se acercó a abrazar a Miranda.

Abby se sentó un rato más con el bebé.

-¿Vamos a casa?- preguntó Terry a Anthea.

Ella asintió.

-Además, mañana hay un cumpleaños que celebrar- apuntó Terry, Mirando a Anthea. Ella sonrió. No lo había olvidado.

Abby le entregó el bebé a Miranda, diciendo:
-Te dejaré sola con él... para que te despidas.

Todos salieron de la habitación.

Miranda miró a su hijo. Tenía sus mismos ojos y boquita. Y pensar que su exmarido no sabía la criatura tan hermosa que habían traído al mundo

-Mi amor, no voy a poder cuidarte... no sabes cuánto me gustaría criarte y darte la vida que te mereces. Pero mira el lado bueno... te irás con una mujer asombrosa, quien será tu nueva mami.

El pequeño comenzaba a cerrar los ojitos, listo para dormir.

-Siempre voy a amarte, mi Wilhem. No lo dudes jamás. No volverás a verme porque no tiene caso. Lo he hecho todo mal en la vida. Tu papá ni siquiera está conmigo. Yo sé lo que es crecer sin un padre, y no quiero eso para ti. Tendrás una familia estupenda, mi angelito. Mami siempre te amará.

Miranda besó en la frente a su hijo, y él cayó rendido ante el sueño.

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