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De nada sirve apoyarnos
si luego no creemos una mierda.

De mirarnos con una sonrisa
pero reprimirnos las lágrimas.

¿Qué nos cuesta abrirnos
si el otro ya se ha cerrado?
¿Por qué no darnos de bruces
con las puertas atrancadas del otro?
Qué más da.
Si somos agua pasada.
Estancada.

Y eso que nos creímos
río,
cascada y océano.

Como el de tus ojos.

Los míos eran marrones.
Como agua estancada.

Sí,
supongo que ahora tiene sentido.

Sabes, hubo un momento en el que le dimos
las llaves al otro.
No sé de qué.
El alma,
la mente,
el corazón.

Éramos un lío de sentimientos
para el que no teníamos nombre
y eso que éramos escritores,
bueno, un intento de ello.

Y amábamos los escritos del otro
y no los nuestros,
y mirábamos con una sonrisa
y callábamos la mentira.

Hasta que la cerradura se cambió.
Y uno se quedó dentro y el otro no.

Así que ábrete, cariño, ábrete.
Muéstrale las lágrimas,
grita tus secretos
susurra tus mentiras
porque de todas formas
él ya está dentro y no te va oír
y le importa una mierda.

Que tus palabras van a caer
sobre sus ventanas como la lluvia en la noche.

Y ya sabes, cariño,
que aunque no duerma no le gusta la lluvia.

No pierdes nada.
No tienes nada.

Duerme al intemperie, cariño,
si es que puedes dormir.
Que dijiste que a ti te gustaba la lluvia.
Si es que claro.
Tienes a alguien con quien mirarla caer.

óceanodetinta, Am[arte].

am[arte.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora