am[arte.]

[120.]

El tiempo que vivimos fue una joya:
dije que contigo podría ganar hasta en Troya
y todo terminó en Pompeya.

Hay que ver cómo se desarrollan los eventos;
yo vi en tus lunares los pilares de mi templo
y ahora solo hay ruinas de cemento
y lamento tanto todo
que me inundo en lodo
y llantos de resentimiento,

joder. Lo siento.

Nadie me da vida como tú me la diste tiempo atrás.
Solo tú viste en mí un río, un afluente que llevó al mar,
y es verdad que ahora me viste el hastío,
y tú,
que cubriste mi frío, seré hielo si no estás.

Me cuesta estar cuerdo y si me acuerdo
mi voz intenta gritar tu nombre y yo la muerdo.
Sé de sobra que la solución no es pedir perdón;
no fue ni tu culpa ni la mía, ya lo sé,
pero es que es una agonía
pasar del vida mía al esa mujer.
Joder, tatuaste tu tez en mi almohada tantas veces
que ya no puedo dormir sin escucharte ni una vez.

Dejaría de tocar techo por tocar tu piel.

Quitaría el oro de mi pecho por tener tu sien.

Hoy colecciono desvaríos y los plasmo en el papel,
y no busco vivir secuelas, la vida sigue y lo sé.

Pero entiende que me hunda
porque es tan duro sentir que el futuro que un día pensé
se desploma ante mis ojos y no hay nada más que hacer.

J. Molina.