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Te juro que no entiendo la gente que tiene esas prisas en llegar a su destino, con las ganas que tengo yo de recorrerte.
De arriba abajo. 1000 veces.
Da igual, aunque me lleves a un precipicio. Tal vez sea esa copa de más o esa intuición de que tú me harás volar.
Oye, también te confieso que yo no soy así. Que si tú no me empujas, yo no me lanzo.
Y no te esperes un "te quiero" en un futuro cercano, ¿eh?
Ni sentimientos confesados, ni días románticos, ni promesas solemnes con el corazón en la mano.
Y que le jodan a Roma, que yo quiero atajos que me lleven a ti. Nada de ruinas, ni amor apasionado ni tonterías de esas que destrozan a una.
Ya sabes, a ti. Porque me imagino que serás una de esas noches juntos y despertar solitario, que te dejan en la boca un sabor amargo y ganas de más.
Pero seré firme. ¡Contigo no quiero nada!
A ver si destrozo la imagen que tengo de ti después de volverme adicta, y cambio de opinión, y quiero volver a Roma pero olvido todos los caminos y me pierdo en tus ojos.
A ver si cambio de opinión al conocerte y quiero volver, pero no me acuerdo de cómo caminar después de haberme enseñado tú a volar.
¡Maldita sea! ¿No lo ves?
Ya me echo hacia atrás con sólo pensar que puedas llegar a ser algo más.
Así que nada, ¿eh? El tú y yo de hoy es fruto del alcohol, no te esperes un mañana cuando se me pase la resaca, y vuelva a ser como soy.