am[arte.]

[47.]

Y la putada empieza
cuando aún así prefiero tus mentiras
a las verdades de otro,
que te odio,
ya lo sabes,
que te odio o lo intento,
¿quién sabe?

Porque cuando pasa el tiempo
el odio se vuelve resignación
y la resignación en perdón,
y eso es algo que no quiero.

Que no puedo,
¿no entiendes?

No empieces.

No, porque no puedo empezar
si eso significa otro final igual.

Que no se trata del caer sino del tropezar,
que las heridas al final no duelen más,
es el recuerdo el que no te deja en paz.

Y que mis amigas me han dicho
que la venganza se sirve en frío,
pero que qué más da
si luego no puedo empuñar el cuchillo.

Que prefiero tus mentiras
a las verdades de otro,
mis noches de insomnio
a las promesas de otro,
este poema de versos rotos
a un cuento de esos cortos
que nos contaban de niños
para dormir tranquilos.

Qué ingenuos.

Que no, cariño,
que decir que tú eres una droga
es tan sólo un eufemismo,
que mi cama ahora mismo
es un desierto vacío,
que antes el placer de pasar una noche despierta
ahora es el castigo de esperar hasta la mañana incierta.

Y que te odio
o lo intento,
que eres mi musa
más puta,
la luna en noches oscuras,
eso que engancha y no suelta,
que quieres y no alcanzas,
que corres y te empuja,
que abrazas y se amaga.

Y que te odio
o lo intento,
o me obligo a ello,
porque te quiero y no puedo,
y me carcomen los remordimientos,

Porque merezco algo mejor
que tu continua traición,
más allá de tu indignación,
de tu cariño a tiempo parcial
o a mendigar algo más
de lo poco que decides dar.

¡Joder! Que me merezco algo más
que una continua espera de tu vuelta,
de días y días añorando tu presencia
tus besos, tus abrazos de sorpresa,
y tu aroma y tu esencia
en mis sábanas revueltas.