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Mi afición a anotar citas (o tal vez ligera adicción y/o necesidad), empezó cuando yo tenía doce años, en un viaje.

Hasta ahora tengo miles de citas y frases escritas en papel, en la pantalla y un poco debajo de mi piel, también.

Citas que me hicieron reír cuando nadie lo conseguía. Palabras que decían en una línea todo lo que no lograba expresar, y frases que guardaba en secreto, porque susurraban lo que nunca me atreví a confesarle a alguien.

Las peores, sin embargo, no son aquellas que te encuentras escritas. Son esas que aparecen de pronto, sin avisar. Que se cuelan bajo tu puerta o la echan abajo a patadas. Suaves, y que sin embargo te hacen sangrar. Bonitas, y sin embargo terribles. Que aparecen como un huracán en tu peor día y arrasan todo lo que te quedaba en pie, tambaleante. Que se esfuman entre los dedos cuando intentas rescatarlos de tus recuerdos. Que alguien me escribió en mi pecho y que solo pude entender cuando ya se había ido.

Son palabras que destrozan los labios de quienes quieres. Inocentes como un arma de juguete hasta que suena el disparo.

No son frases literarias, ni de premio Nobel, ni van entre comillas. Ni si quiera valen para un graffiti en la calle. O para una dedicación al principio de libro. No valen para nadie excepto para ti mismo.

Son sencillas. No emplean un lenguaje complicado, así, para que hieran a todos por igual. Palabras simples, como las de Bukowski, de pocos rodeos. Que ya se sabe que la línea recta es la vía más corta para llegar directo al corazón. Así, como dije, como un disparo.

Un supongo que me merezco perderte de forma estúpida, cuando te dan la razón en algo donde temías tenerla.

Tal vez un tu capacidad para alejarte de todos ya es algo crónico, no te preocupes, cuando me disculpo porque no puedo evitarlo.

O un eso es porque tú eres medio poeta, cuando la nostalgia es una espina que se me clava sin razón.

Un siempre estás algo triste, cuando dejo entrar la tristeza sin asombro, y ella se instala sin decirme hasta cuándo.

Un no puedo odiar a quien una vez dije "te quiero", para perdonar cuando te sientes demasiado cansado.

Un ¿y qué quieres que haga?, que me marcó para siempre. Qué horror. Ahí había que leer entre líneas. Una pizca de he hecho lo que he podido, ahora recoge los pedazos, mezclado con ¿se te ha olvidado por un momento, el por qué no te abres con nadie?

Un
escribe lo que te dé la gana, porque a nadie se lo vas a decir.

Un
no sé si este cuento va a tener un final.

Un
un
un
bah, mejor me lo callo.

Lo siento, se me olvidó de nuevo por un instante.

am[arte.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora