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No sé si lo mío
es un caso grave de hipocresía,
esperanza (aunque vana)
o un verdadero autoengaño.

Si es un caso de libertad envidiable
o soledad crónica.

Si lo mío
es prudencia o cobardía,
o si lo que yo llamo principios
es tan solo orgullo herido.

No sé si esto de caer en picado
es lo que llaman volar,
o si esta p*** rutina que dicen que ayuda
aporta orden o algo un poquito más útil.

Hubo un tiempo
(unos pocos días)
donde tenía las cosas claras.
Y joder, qué maravilloso.
Y no fue por saberlo todo,
¿sabes?
Era por no tener miedo a equivocarme.

Y es que cuando
te cogía de la mano
ya podía caerme un millón de veces
que yo sólo veía la caída
como un último vuelo.

No era cuestión de prudencia
y el orgullo podía irse a la mierda,
que lo único que llamábamos con alguna etiqueta
era a nosotros mismos,
con mi amor, y cariño.

Que para nosotros
la única rutina era lo extraordinario,
y vaya horario que llevábamos,
el de comernos a besos a las 2,
y acostarnos (juntos) a las 12.

Y de hipocresía 0,
que decíamos lo que sentíamos al momento
y sólo nos callábamos
cuando el silencio lo decía todo.

Y nada de esperanza,
también.
Que sabíamos que íbamos a terminar,
pero que de eso se trataba:
de seguir y que nos diera igual.

Porque no entiendes
la gravedad del asunto
si sabes que puedes volar.

Así de sencillo.

(Aunque vaya hostia me pegué
cuando me soltaste la mano.)

am[arte.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora