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Oye,
qué tal si en vez de morir
uno por el otro
nos pegamos un tiro
y ya.

Tanto quebradero de cabeza.
Tanto corazón roto.

Que ya estoy cansada,
y ya sé que tú de mí.

Oye,
qué tal si en vez de ser la piedra
con la que nos hacemos tropezar
nos ponemos en los zapatos del otro,
y así nos acompañamos durante todo el camino
siendo un incordio.

Suena genial,
a que sí.

Al menos así nos entenderíamos.
Al menos así entenderíamos
que lo nuestro no tiene cura.

Por el amor de Dios.
Dime que estás a favor
de la eutanasia.

Porque esto de mantener
vivo lo nuestro
a base de voluntad sin esperanza
es casi insano,
falso,
respiración asistida.

Se ve que olvidaste
los boca a boca
y las taquicardias
que sufríamos al vernos.

Eso sí que era
aterrador
e insano
y probablemente masoca.

Pero al menos era algo.
Y no
un intento de ello.

Tanto terror al adiós
y a terminar
y al tabú que supone
dejarnos marchar.

Más rutina que ganas,
desde luego.

Más costumbre a quedarnos
que amor.

Que a veces irse es más cuestión
de cojones
que de cobardía.

Que a veces dejar ir
es también
dar la opción de volver.

am[arte.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora