am[arte.]

[95.]

Él era un chico
que vivía en blanco y negro
pero de alma multicolor.

Era el viento que entretiene la cometa.
La hierba que crece entre las grietas.
El diente de león que se cumple
cuando la brisa sopla.

Una de esas personas
que nunca prometen
porque su verdad depende del día.
De esas que se marchan
y vuelven para recoger los pedazos.

Era memoria alocada,
pitillo consumiéndose,
noche de luna nueva
pero muchas estrellas.

Era de quien le robaba el beso
y también a quien decidía no dárselo.

Era miedo
y valentía,
montaña rusa
en plena caída.

Que si ella era silencio,
él era melodía.

Que si ella era de ella misma,
él dejaba un poquito de su alma en cada risa.

Si ella callaba,
él era de decirle la verdad a la cara.

Si ella era de marcharse,
él era de volver para quedarse.

Si ella era de recrear el recuerdo
él de vivir el momento.

Eran iguales, Dios.
Pero tan distintos.
Como si el mundo por no entenderles
les hubiese obligado
a leerse el uno al otro de forma diferente.

No sabría decirte
si follaron o hicieron el amor.

Si ella se quedó
o él tuvo que coser sus pedazos.

No sé si le dijo
Te quiero o
Te amo.

Porque ella era de decir muchas mentiras
y para él,
la verdad dependía del día.

Pero mira que fue una historia bella.
Aunque nunca llegó a ser del todo cierta.

La realidad nunca es tan bonita
como juntos en la cama soñaron que sería.